Este reportaje ha sido publicado en el Anuario de la Innovación en España 2016.
La sierra de Atapuerca es una pequeña elevación, de unos mil metros de altitud, situada a unos 15 kilómetros al este de la ciudad de Burgos. En sus entrañas se esconden las pistas para reconstruir la evolución del ser humano. “Después de 40 años de peritaje, sabemos que existen fósiles de homínidos desde 1,3 millones de años hasta la actualidad”, dice Eudald Carbonell, codirector de estos yacimientos. Y lo mejor de todo es que solo es la punta del iceberg. “Estamos excavando en ocho yacimientos, pero hay más de 200 –continúa-. En realidad aún no sabemos si puede haber cosas más antiguas”.
A esto hay que añadir que la investigación y la innovación permiten abrir nuevas puertas. La revista Nature publicaba en marzo de 2016 un hallazgo producido en la Sima de los Huesos, donde se consiguió analizar ADN nuclear de dos individuos de la sima. Se trata del material genético más antiguo jamás recuperado y “explica que teníamos relación con los neandertales y que probablemente los homínidos de la sima fueron el origen de los neandertales en toda Europa”, afirma el arqueólogo.
Las temperaturas constantes –de entre 6 y 11 grados- han permitido preservar este material genético durante más de 400.000 años. Aunque el ADN “está muy maltrecho”, Carbonell cree que, con el tiempo y con el uso de las últimas técnicas, se podrá ir obteniendo mucha información sobre cómo eran estos homínidos. De nuevo, como sucede siempre en Atapuerca, todo esta aún por descubrir.
A partir de una mandíbula
Aunque los trabajos arqueológicos en la zona se remontan varias décadas atrás, el primer gran hallazgo fue una mandíbula humana que encontró, en 1976, Trinidad de Torres (conocido como ‘Trino’) cuando realizaba un estudio sobre fósiles de osos. Esto hizo posible que al año siguiente el profesor Emiliano Aguirre presentara el primer proyecto del Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA), compuesto mayoritariamente por investigadores españoles –a pesar de la escasez de especialistas nacionales en aquella época-.
Entre 1978 y 1990, bajo la dirección de Aguirre, se sentaron las bases de un EIA que gravitaba en tres Centros: el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona (en la actualidad existen nuevos centros específicos). Tras la jubilación de este profesor, sus tres discípulos heredaron la codirección del proyecto: Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Se mantiene hoy en día esta dirección tripartita poco habitual, aunque este último afirma con una sonrisa que “los triunviratos se llevan desde los tiempos de Roma”. En cualquier caso, el trabajo en equipo fue una de las características ensalzadas cuando recibieron, en 1997, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Homo antecessor
En la década de los noventa tuvieron lugar los grandes descubrimientos que han dado a conocer a Atapuerca en todo el mundo, aportando datos fundamentales para el conocimiento de la evolución humana. Aquí se han producido hallazgos “excepcionales”, señala Carbonell, en referencia a la primera acumulación de cadáveres conocida en la historia de hace medio millón de años, o también a “la primera prueba de canibalismo”.
Estamos ante un yacimiento “único” por la cantidad de fósiles que se han hallado: más de 6.000 y con una secuencia temporal que “muy pocas veces se encuentra”. El momento clave fue el descubrimiento del Homo antecessor, el cual se dio a conocer al mundo en 1997. Se convirtió en el homínido más antiguo que se encontraba en Europa y fue todo un acontecimiento, ya que desde 1964 (Homo habilis) no se había vuelto a publicar una especie del género Homo. No hay que olvidar los cráneos número 4, 5 y 6 encontrados en la Sima de los Huesos en los años noventa. “Son los dos grandes hitos fundamentales que explican por qué Atapuerca ha tenido esta repercusión en el conocimiento mundial”, añade.
Un gran clúster
El proyecto atravesó ciertas dificultades a finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando tuvieron problemas con la administración pública. “En un momento determinado incluso estuvimos en peligro de perder los permisos de excavación –dice el también investigador del IPHES-. Afortunadamente esto pasó y se empezaron a hacer toda una serie de edificios, fundaciones y, en general, una estructura que actualmente es la que está soportando este proyecto”.
Hoy en día los codirectores del yacimiento burgalés están contentos con el respaldo que reciben por parte de las instituciones. “La crisis económica ha perjudicado a las iniciativas científicas en España, pero también es cierto que nuestro proyecto ya está consolidado”, afirma Eudald Carbonell. Esta solidez y constancia les ha permitido despuntar en el campo de la investigación año tras año. Prueba de ello es que, en el año 2000, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a los restos arqueológicos de la sierra burgalesa.
Atapuerca se configura en la actualidad como un gran clúster del que forman parte varias universidades, como la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Burgos, la Universidad de Zaragoza y otras. En este entramado trabajan de forma directa unas 300 personas.
Existen tres instituciones creadas de forma expresa para este proyecto: el Centro Mixto de la Universidad Complutense de Madrid - Instituto de Salud Carlos III de Evolución y Comportamiento Humano en Madrid, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, y el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) en Tarragona. Además de estas estructuras de investigación, hay otras estructuras académicas, como los doctorados y masters que se han puesto en marcha en distintas universidades.
Fundación y divulgación
Por otra parte, en 1999 se constituyó en Burgos la Fundación Atapuerca con el objetivo de apoyar las excavaciones e investigaciones y contribuir a la divulgación de los conocimientos generados por el equipo científico. El 7 de julio de 2009, la reina Sofía inauguraba la sede existente en Ibeas de Juarros, a tres kilómetros de los yacimientos
Las campañas de excavación en los yacimientos de la sierra suelen desarrollarse entre la segunda quincena de junio y finales de julio. Durante ese periodo, una parte del equipo de la Fundación se dedica de lleno a las labores de organización, logística, comunicación, gestión de visitas especiales y organización de actos institucionales relacionados con la campaña y con las necesidades del EIA. Se encarga, por ejemplo, de conseguir los materiales, el equipo y los servicios logísticos necesarios para las labores de excavación e investigación en la sierra, complementando la ayuda pública que facilita la Junta de Castilla y León, de quien dependen las excavaciones. Para ello también se han firmado convenios con diferentes empresas.
Además, la Fundación concede una serie de becas que contribuyen a la formación de jóvenes investigadores. Desde el año 2000, más de 60 miembros del EIA han estudiado o están estudiando la información obtenida en la exploración de los yacimientos y muchos de ellos están trabajando en centros de investigación o en universidades tanto de España como fuera de nuestro país. En los primeros dos años estas ayudas fueron financiadas por la Fundación Duques de Soria, a través de la Cátedra Atapuerca, y después han sido cofinanciadas entre ambas instituciones.
Dentro de esa apuesta por la divulgación científico, en el año 1998 se pusieron en marcha las primeras visitas guiadas a los yacimientos por iniciativa de la Fundación Duques de Soria y de la Asociación Cultural de Amigos del Hombre Ibeas-Atapuerca (ACAHIA). Tras la inauguración, en 200,1 del Parque Arqueológico (actual Centro de Arqueología Experimental) en la localidad de Atapuerca y, en 2010, del Museo de la Evolución Humana en Burgos, actualmente son tres los espacios que se pueden visitar junto con los yacimientos, y que conforman el denominado Sistema Atapuerca, Cultura de la Evolución (SACE). Por si esto fuera poco, en las inmediaciones de la sierra pasa el Camino de Santiago.
La visita a los yacimientos transcurre por la denominada Trinchera del Ferrocarril, un paso artificial de roca caliza abierto en la sierra a principios del siglo XX que sacó a la luz los numerosos restos arqueo-paleontológicos que dan lugar a tres de los yacimientos más significativos de Atapuerca: la Sima del Elefante, Galería y la Gran Dolina.
Triple objetivo
Con todo esto consigue desarrollar lo que Eudald Carbonell califica como “las tres patas fundamentales” de este proyecto. La primera es la “investigación de excelencia, de alta calidad”, que se centra en la geología, la biología y la botánica. “A partir de aquí se reconstruye la evolución del ser humano”, afirma este paleontólogo
“La segunda es que también se ha hecho un trabajo académico y universitario muy potente que ha permitido poner a España en el primer nivel –continúa-. Y por último, el trabajo de divulgación que ha permitido que toda la sociedad esté enterada de lo que es la evolución humana”. Un trabajo de acercamiento que se mantiene como una constante en un proyecto empeñado en seguir creciendo.