Entrevistamos a Andrea Arias de la Torre nada más terminar el último examen del año. La arquitecta completa estos días su formación como técnica en vitivinicultura. La razón de este giro en su carrera tiene que ver con devolverle la vida a un proyecto que comenzó con sus bisabuelos, continuó con sus abuelos y que su padre se vio obligado a compaginar con otro trabajo. A Santa Viña, recupera la tradición del vino tostado, un vino “muy gallego”, y la actualiza con aires nuevos.
El viñedo centenario donde trabajan en la localidad orensana de A Rúa de Valdeorras nunca fue abandonado del todo. “Por fortuna, en estos últimos años el viñedo se ha mantenido. Quizá mi padre sospechaba que llegaría el momento en que alguno pondríamos en marcha un proyecto así”. La chispa definitiva se encendió durante el confinamiento. “Imagínate el panorama laboral que se presentó para una arquitecta autónoma. Siempre he trabajado en la viña, desde niña, pero durante esas semanas lo hice con más intensidad”. Un día, su madre y pareja la convencieron para dar un paso adelante. “Veíamos que merecía la pena coger el toro por los cuernos por el inmenso valor de estos terrenos”.
Diferenciación
La idea de base pasaba por diferenciarse y hacer algo especial. “Pese a la calidad de los viñedos y su antigüedad, nos pagaban la uva al mismo precio que a viñedos de solo 15 años. Al final de cada temporada ni ganábamos ni perdíamos dinero”. Para cambiar las tornas han apostado por el vino tostado, una elaboración tradicional gallega que siempre se ha elaborado con uvas blancas, “aunque sabíamos de gente que estaba investigando producirlo con uva tinta. Nosotros mismos habíamos hecho algunas pruebas en casa”, detalla Arias.
Y con los planes apenas esbozados, se topan, casi de casualidad, con la convocatoria del EIT Food y el programa EWA (Empowering Women in Agrifood, que acaba de abrir una nueva selección). Los dos proyectos mejor valorados fueron los de Inés Carballo, con Aitana Espirulina (lee aquí la entrevista con Carballo), y A Santa Viña. “El proyecto me ha cambiado literalmente la vida”, asegura la emprendedora. “De estar en el mundo de las ideas he pasado a formarme, leer y aprender cada día, buscar clientes e investigar constantemente”.
No es un vino cualquiera
¿Qué hace especial al vino tostado? “Es un vino dulce, de postre, pero que no entra en los parámetros habituales”, explica Andrea Arias. “Se trata de un vino naturalmente dulce elaborado con uvas que concentran su acidez y azúcar entes del proceso de vinificación”. En la D.O Valdeorras, los racimos de uva son vendimiados y colgados uno a uno a cubierto durante dos-tres meses. “Obtenemos solo 15 litros de vino por cada cien kilos de uva. Es un elixir, una golosina de postre”.
Tradicionalmente, este vino se elaboraba en los pazos. “Eran pequeñas producciones reservadas para fiestas muy especiales o bodas”. La gran innovación que aporta A Santa Viña es elaborarlo con la variedad de uva garnacha tintorera, presente en toda España, pero en pequeñas cantidades. “Son las únicas uvas con la pulpa coloreada, derivan en un vino más tanino, con una mayor facilidad de conservación. Pensamos que era una buena candidata. La tierra arcillosa también contribuye a darle un carácter especial a su vino”.
Bajo impacto ecológico, alto impacto social
En el viñedo de A Santa Viñas las cepas son de formación en vaso, el único respaldo de cada planta es una estaca, nada de espalderas. “Este sistema de producción consume mucha menos agua. Al menos en esta zona no necesitamos un riego de apoyo. Por otro lado, las técnicas de vendimia, poda o despunte son manuales. La eficiencia en el uso de recursos es algo importante para la filosofía del proyecto”, añade Arias.
La emprendedora asegura que la bodega pretende contribuir al desarrollo local. “En el momento en que podamos contratar (hasta la fecha el proyecto es familiar en todos los sentidos) intentaremos que nuestra iniciativa repercuta lo máximo en la zona. En Valdeorras, como en el resto del rural español, tenemos un problema de despoblación y desempleo femenino. No tienen sentido dar vida a un proyecto en el rural que no combata estos déficits desde el principio”. En su caso, con 29 años, hay quienes se extrañan cuando la ven trabajando sola en la viña o cargando las herramientas en la furgoneta.
Aún así, Andrea Arias opina que el momento para que la iniciativa acumule opciones de progreso parece el adecuado. Le ha ayudado estar alineados con la propuesta del EIT, anclado a las bases del Green Deal europeo y por ende a los fondos Next Generation. “La situación es la ideal, pero las empresas pequeñas tenemos que hacer fuerza y exponer las necesidades para que los fondos y el gobierno de turno respondan. La política, si no mira hacia las demandas populares, no sirve para nada”.
Un año intenso por delante
Arias confía en que los primeros vinos de A Santa Viña lleguen al mercado en el plazo aproximado de un año. “Estamos trabajando para conseguir un producto a la altura de lo que queremos. No tenemos prisa, pero necesitamos financiación. Los requerimientos que precisamos así lo exigen; un espacio de trabajo, la bodega, que tiene un coste importante, aspectos sanitarios y otros más burocráticos de entrada en la Denominación de Origen que seguro llevarán su tiempo”. Mientras avanzan en varios frentes paralelos, se dedican a mejorar el producto y así llegar al mercado con una “calidad excepcional”.
El primer embotellado de pruebas no irá por tanto al cliente final, pero sí han cerrado acuerdos con profesionales del canal horeca para obtener un feed back muy valioso. Con los sumilleres conocerán notas de cata, maridaje y, “sobre todo”, aspectos que se aprecian en la cata relacionados con el proceso de elaboración. “Nos ayudará a optimizar sabores y olores, y a que el vino refleje cómo ha sido producido y de dónde viene”, concluye Andrea Arias.