La combinación de conocimiento científico y financiero, una metodología específica de análisis y el músculo de Abante son los ingredientes para la puesta en marcha de Abante Biotech Fund, catalogado dentro de los llamados “fondos de autor” de la compañía y el primer fondo español de gestión activa en biotecnología y ciencias de la vida, megatendencias de presente y de futuro.
Armando Cuesta, médico, y Juan Martínez, ingeniero de “teleco” de formación pero con una carrera profesional vinculada a las finanzas, decidieron que, tras tres años madurando el proyecto, era tiempo de aliarse con un socio de garantías para “incubar” el fondo en un espacio seguro. Es ahí donde entran en escena Abante y su solidez, que aportará al fondo margen de crecimiento sostenido pero continuo. Biotech Fund es pionero en España en invertir en empresas cotizadas de los sectores mencionados y su objetivo ejemplifica que ha llegado para quedarse: batir al “jefe”, el Nasdaq Biotechnology Index (NBI) en el medio y largo plazo.
Como explica Armando Cuesta, su universo de captación se compondrá de empresas atractivas porque tengan entre manos un producto innovador para un área terapéutica concreta y una capitalización inferior a los mil millones. “Podremos jugar con otras cartas esporádicamente, pero ese será el core del fondo”, añade Cuesta, que se ha batido el cobre en el Mount Sinai de Nueva York y en distintas farmacéuticas realizando ensayos clínicos muy sofisticados. “Siempre me interesó la biotecnología y en Estados Unidos se hacen entre el 80 y el 90 por ciento de este tipo ensayos, por eso me fui hasta allí”.
Tanto le gustaba que entendió que había llegado el momento de participar de forma más activa en una de estas empresas, y qué mejor manera que mediante un fondo. Para cerrar el círculo necesitaba del conocimiento financiero de Juan Martínez, que en su última etapa en Goldman Sachs en Londres, y como parte del centenar de empleados que conformaban el equipo de Special Situations, llegó a manejar 24.000 millones de dólares del propio banco a la caza y captura de cualquier oportunidad que oliera a rentabilidad.
La dupla ofrecerá al inversor un conocimiento científico-financiero muy específico, necesario para ejercer su valor diferencial: el papel activo de los gestores, filosofía que el caso de estos fondos escasea en Estados Unidos y es casi inexistente en Europa, algo que da cancha al fondo para asentarse en la esfera internacional. “Preferimos pequeñas y medianas empresas porque es donde hay más probabilidades de rentabilidad. Las grandes normalmente tienen ya algún fármaco en el mercado y hay menos margen”, explica Martínez.
En el ojo del huracán de esta selección exhaustiva se encuentra la transformación de la medicina tradicional. “El tratamiento de muchas enfermedades va a cambiar. Por ejemplo, será clave la inmuno-oncología para tratar el cáncer (así lo ratifica el Nobel a James Allison y Tasuko Honjo), la medicina personalizada, patologías cardio-metabólicas…” Empresas volcadas en áreas citadas por Cuesta donde la disrupción va a jugar de titular y por tanto candidatas a entrar en el fondo, donde cabe otra tipología, aquellas compañías con avances no tan evidentes pero con una piel financiera atractiva. “Con enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson somos más cautelosos y solo invertiremos si tenemos muy claro que el fármaco en cuestión ofrecerá un cambio evidente en el tratamiento de la patología”, añade el médico.
Otro valor seguro para el inversor es la condición de cotizada del 100% de las empresas del fondo. “Cuando una biotech está en el mercado público significa que ya ha pasado por varias rondas de financiación privada en las que el fondo no participa; ese capital previo les aporta solidez”, argumenta Juan Martínez. El diseño diversificado de la cartera que han construido los gestores también juega a favor de la iniciativa. “Tendremos en torno a un 20% de compañías value, con fármacos comercializados, pero la mayoría estará en una u otra etapa clínica –Fase 1 (toxicidad y efectos adversos), Fases 2-3 (aspectos de eficacia- en las que la FDA (órgano regulador) marca distintos cortafuegos para la aprobación final, pero no pondremos el foco en un momento concreto aunque el retorno es mayor en Fases 1 y 2. Podremos entrar entes o después, y huiremos de compañías monoproducto. La variedad contribuye a diluir el riesgo”.
De manera progresiva, la velocidad de crucero del avance tecnológico también ayudará, casi por inercia, a minimizar el riesgo en este tipo de compañías. “Tenia sentido lanzar el fondo ahora”, afirma Armando Cuesta. “La medicina personalizada empieza a asentarse, los avances en genómica o el acceso a la secuenciación genética permiten que las moléculas se validen con biomarcadores que suman precisión y acortan los plazos. El cambio es sustancial en los últimos cinco años. También es importante que la FDA dispone de más presupuesto. Todo va más rápido”.
Hay otros intangibles que sobrevuelan el proyecto, como la propia motivación de los dos socios, que va mucho más lejos del beneficio económico propio. “Ninguno de nosotros atravesaba precisamente una situación precaria, pero decidimos dar el paso por el impacto social –además del económico- que podríamos generar, por realización personal y para que cuando expliquemos a nuestros amigos a qué nos dedicamos el “¡wow!” no se exprese por lo que ganamos sino por lo que hacemos”, concluye Martínez.
ABANTE, EL MOTOR
Gadea de la Viuda, socia y director general de Abante, explica desde los mandos de la nave nodriza de Biotech Fund que en España la biotecnología es un mercado pequeño, con poca inversión motivada por los riesgos o el “largoplacismo” del sector y, sin embargo, “creemos que Abante tiene que estar ahí. Nos olvidamos de que viviremos cien años o más, del problema de la longevidad. Estas empresas son las que nos van a curar y a cuidar”.
“Invertir sectorialmente tiene más riesgo que hacerlo en una cartera variada, por eso hemos optado por compañías cotizadas, lo que agradece sobre todo el pequeño inversor (la inversión mínima es de 10 euros) ya que Biotech Fund está regulado, tiene liquidez diaria, y es posible entrar y salir”, añade De la Viuda, para quien la escasez global de estos fondos –“salvo en Estados Unidos y algo en Japón e Israel- tiene que ver con que no pueden estar dirigidos por gestores tradicionales.
Los primeros pasos serán cautelosos. Como en (*) otros fondos de autor que habitan bajo el paraguas de Abante (el 90% del patrimonio de sus clientes está en fondos tradicionales) la idea inicial es que la cartera de un cliente no pese más del 5% en Biotech Fund. “Además hay que ser pacientes y prudentes con los propios gestores, que aún no están consolidados. Son gente brillante, que tiene que demostrarnos que sabe elegir y que necesitan de nuestro apoyo para empezar a recorrer el camino (con unos 15 millones) con la aspiración, eso sí, de ser grandes”.
Sin campañas comerciales de por medio, Abante se ha aproximado primero a clientes conocidos en la casa, sabedores de que tienen un perfil que encaja con la filosofía del fondo. “Que un inversor institucional meta dinero en esta idea, exige un track record de años. Es un proceso muy largo”, indica la directora general de Abante, para quien la red de distribución de la compañía, puesta a disposición de estos gestores talentosos pero muy particulares (que en Abante estiman en torno a la centena en todo el país, invirtiendo en algunos de ellos a través de su fondo Smart-ISH) es una herramienta casi única, y una práctica de confianza ausente entre la competencia. “En este abanico de propuestas que recibimos elegimos las diferenciales, las que aporten algo nuevo a los clientes. Biotech Fund es un claro ejemplo. Está muy de moda la gestión de autor, pero en general los volúmenes que manejan son muy pequeños”.
¿BIOTECNOLOGÍA MADE IN SPAIN?
“Si en España contáramos con biotecnológicas cotizadas serían claras candidatas a entrar, pero en el país existe un problema de base: poco dinero para financiar proyectos de mucho riesgo. Esto le ocurre también a la tecnología, más en genérico”. De la Viuda indica que no es infrecuente que las biotech europeas coticen en dos índices, EROSTOXX y NASDAQ, por la mayor madurez inversora de EE.UU.
En cuanto al futuro y a si en algún momento el proyecto estará más ligado a empresas nacionales, Armando Cuesta puntualiza que, si bien los investigadores españoles son de los más prolijos en la producción de papers científicos –y destaca la contribución de María Blasco y Francis Mojica- existe un problema evidente de transferencia tecnológica entre el ámbito público y la esfera privada. “Es una pena, porque el nivel de nuestros investigadores es excelente”, concluye Cuesta.
(*) Nota: Abante Biotech Fund completa la gama de fondos de autor de Abante, de la que forman parte Okavango Delta, Kalahari y Spanish Opportunities de José Ramón Iturriaga, Abante Pangea de Alberto Espelosín, Abante European Quality de Josep Prats y Abante Quant Value Small Caps de Narciso Benítez.