El 2019 se conmemorará el centenario de la fundación de la Bauhaus. Para celebrar la efeméride y para visualizar el legado de esta escuela, crucial para entender la arquitectura, el urbanismo y el diseño contemporáneos –aunque su influencia se extiende a la música, la pintura y un estilo de vida muy particular-, la ciudad de Dessau y la fundación de la Bauhaus plantearon un concurso de arquitectura abierto internacional. Tanto el leitmotiv –la construcción del Museo de la Bauhaus en la citada ciudad- como el procedimiento fueron motivos de peso para que un grupo de arquitectos apostara por jugar sus bazas. Y a la vez que se hacían con el concurso y desbancaban a más de 800 estudios, Addenda Architects tomaba cuerpo de manera formal. Dos de sus arquitectos, Arnau Sastre y José Zabala nos atienden en medio del huracán de ilusión y estrés de un proyecto de estas magnitudes.
Como confirma Sastre (Selva, Mallorca, 1980), el estudio nace de esta primera “y exitosa” experiencia y se formaliza el colectivo Addenda Architects que integran Roberto González, Anne K. Hinz, Cecilia Rodríguez, además del mencionado José Zabala y el propio Sastre. “Los cinco somos arquitectos que hemos desarrollado nuestra trayectoria profesional desde Barcelona; a lo largo de los últimos años se habían establecido dinámicas de colaboración entre nosotros. El reto del concurso para el nuevo museo fue lo que nos motivó a fundar la oficina”. Junto a un proyecto común, el ‘pegamento’ que une al equipo es una filosofía compartida que lleva a Arnau a afirmar que son “un estudio colaborativo entre individuos que comparten principios y métodos”.
La relevancia del proyecto Museo Bauhaus -que conservará las esencias pero que no será imitación pura del estilo Bauhaus y ahí radica la dificultad- llevará más lejos los ecos del sello Addenda. “Consideramos que hacer arquitectura es una oportunidad para intervenir y mejorar las condiciones de un lugar específico”, apunta José Zabala (Vitoria, 1974). “Ahora tenemos la oportunidad de poner en práctica estos principios en un entorno urbano y veremos hasta qué punto se cumplen nuestras expectativas respecto a la interacción del edificio con la ciudad y los usuarios”, añade el arquitecto. “La intención del equipo es diseñar edificios de una manera sencilla y que funcionen según las necesidades culturales y sociales actuales”.
La crisis que apagó de golpe la luz a los macro proyectos públicos también ha sido determinante para la generación de arquitectos (en torno a los 35 años) en la que se integran los miembros de Addenda. Un cambio de paradigma que asumen con serenidad. “No hemos tenido que reinventarnos, pero sí hemos cambiado nuestra estructura de trabajo, ahora somos un equipo. De todos modos, el hecho de ganar un concurso público no ha sido una garantía para ejecutarlo”- explica Arnau Sastre, para quien la actual fuerza del grupo posibilita acometer proyectos de mayor dimensión lo que les permite mantener cierta rentabilidad y ampliar fronteras, de momento en territorio germano.
El salto internacional tiene en cuenta lo particular y lo global en una ecuación compleja. “Por un lado pensamos que la arquitectura es local y que solo puede darse en un lugar preciso algo que, aunque pueda parecer una obviedad, creemos que es el factor diferenciador de la arquitectura respecto a otras disciplinas”- señala Zabala, que completa el argumento con la evidencia de una realidad si no global, sí al menos europea. “Han sido determinantes las actuales estructuras de trabajo, que permiten hacerlo en la distancia. Una oficina pequeña como la nuestra ha podido establecer una plataforma de trabajo eficiente y ofrecer garantías y solvencia a los clientes, a pesar de nuestra ‘juventud’ y falta de experiencia. En este sentido han sido fundamentales tanto nuestro socio local como otros colaboradores del proyecto. La naturalidad con la que hemos encontrado a estas personas nos hace pensar que es consecuencia de una realidad global consolidada”.
El objetivo de Addenda Architecs pasa por consolidar el estudio con la experiencia que acumularán con la construcción del Museo. “Acabamos de despegar” –apunta Arnau, que recuerda que otro miembro del colectivo, Roberto González, es coautor de los jardines del Hospital de Sant Pau, recinto modernista declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
El nazismo segó en 1933 el soplo de vida, la expresión limpia que venían impulsando Walter Gropius (fundador de la Bauhaus en 1919) y tantos otros artistas de toda disciplina, pero el calado era lo bastante profundo como para prolongarse hasta hoy, cuando su vigencia es máxima.