“En Adolfo Domínguez, como en muchas otras empresas de origen familiar, la sensibilidad hacia la ecología tiene su origen en vivencias personales”. Presidenta de la firma desde mayo del pasado año, Adriana Domínguez creció en Galicia, “el lugar del que mi padre nunca se ha ido y donde aún cultiva sus propias verduras… puede parecer anecdótico, pero son este tipo de acciones las que te ponen en contacto con la sostenibilidad más allá de lo abstracto”. La empresaria ha participado en el encuentro "Economía Circular: el momento es ahora", organizado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, celebrado este lunes en el Real Jardín Botánico de Madrid.
Si en su día la marca revolucionó la publicidad de la industria con el lema aún vigente, “La arruga es bella”, hace un par de años, con “Sé más viejo”, reivindicó muchas de las fortalezas de la economía circular. “La sostenibilidad tiene que ver con el sentido común, y la gente mayor ha sabido hacer un uso racional de los recursos. Los hábitos no sostenibles son recientes”, apuntaba Domínguez.
Impacto positivo
Antes de la pandemia que ha llevado al retail a un inevitable (y ya anticipado) ‘reseteo’, en Adolfo Domínguez diseñaron un Plan de Impacto Positivo que consideraba la huella de carbono de la compañía, el empleo de químicos o la trazabilidad de su producción. Junto a estos elementos, habituales en la radiografía de la sostenibilidad, la empresa tenía en cuenta al valor de los bosques o a la defensa del bienestar animal. “Nos gusta hablar de lo ‘sagrado’. Podemos talar un bosque y plantar otro, pero perderemos un valor simbólico que hay que preservar”. Adriana Domínguez recordaba que el 80 % de los bolsos de la casa son veganos. “El cliente ya no los compara porque son iguales a los tradicionales. Incluso son algo más duraderos los veganos”.
La presidenta de Adolfo Domínguez confía en que los fondos europeos de recuperación se traduzcan en importantes proyectos verdes. Mientras, el gran reto pendiente de superar tiene que ver con el consumo y con algunos obstáculos de carácter técnico. “La circularidad aún no ha llegado al textil. La mayor parte de las prendas que llevamos son una ‘sopa’ de tejidos y la tecnología aún no está capacitada para segregar todas esas fibras y reciclarlas. Sí es posible, por ejemplo, reconvertir el plástico de los océanos en fibras que vuelven a la cadena de suministro”.
"¿Por qué no hacer prendas que duren 10 o 15 años ?"
Iniciativas aparte, para Adriana Domínguez lo más pionero tiene que ver con replantear de arriba a bajo el consumo de ropa. “¿Cuánto duran las prendas? ¿Cuánto tiempo de utilidad les pedimos? Nosotros nos replanteamos la calidad y también el diseño. Unos nos definen como marca clásica, pero prefiero hablar de atemporalidad. Diseñamos con la idea de perdurar en el tiempo”. La empresaria añadía que, en la vorágine del usar y tirar, la gente no pide calidad a las prendas. Un tipo de consumo aparentemente barato, pero muy caro para el planeta.
“Es agotador comprar constantemente (cada español consume, de media, 34 prendas al año y tira entre 12 y 14 kilos de ropa). En moda todo vuelve; hasta las hombreras de los 80. ¿Por qué no conservar prendas de calidad durante 10-15 años?”. En esa línea giró otra de esas campañas límite con las que Adriana Domínguez admite “echarse a temblar” en los días previos a su lanzamiento. “Piensa. Luego compra”, además de homenajear a Descartes invitaba al cliente a asumir su responsabilidad “en un círculo que podía ser mucho más virtuoso”. Imagínese entrar en un probador y leer lo siguiente: Piensa si te queda bien/ Piensa si es tu estilo/ Piensa si te durará/ Piensa si lo necesitas/ Piensa. Luego compra.
“Si logramos explicar bien las cosas, el cliente puede ser el mejor compañero en este viaje de propósito como sociedad. La gente responde. Hay que apelar a su inteligencia y al sentido común”, concluía Adriana Domínguez.