El bioquímico mexicano Adrián Ochoa Leyva (Ciudad de México, 1982) ha realizado investigaciones pioneras en genómica, desde una publicación sobre el genoma del agente causal de la cisticercosis (una infección que se contrae al comer carne de cerdo cruda o mal cocida contaminada con cisticercos) en la revista Nature, hasta el primer estudio en Latinoamérica sobre los genomas humanos amerindios, en la revista Nature Communications.
En los últimos cinco años ha investigado sobre el microbioma (el ADN de las bacterias) del camarón silvestre del Océano Pacífico y su papel en epidemias infecciosas que afectan la producción a nivel mundial, causando pérdidas millonarias. Uno de estos estudios publicado en Scientific Reports ha sentado las bases para la creación de soluciones potenciales a epidemias prevalentes.
El investigador, que trabaja desde hace poco más de cuatro año en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recibió en noviembre el Premio Universidad Nacional para Jóvenes Académicos 2019 que otorga la UNAM.
“Abrirse camino como investigador joven es un reto importante. Necesitas dar a conocer tus capacidades para poder conseguir recursos, estudiantes y el apoyo de otros investigadores”, asegura el autor de más de 32 artículos publicados en revistas internacionales y reconocido con el premio Carlos Casas Campillo 2018 otorgado por la Sociedad Mexicana de Biotecnología y Bioingeniería (SMBB) a investigadores menores de 38 años. “Todo eso implica mucha paciencia y sobre todo mucho trabajo”, añade.
Su investigación sobre el genoma de los habitantes originarios de América, publicada hace un par de años, fue uno de los primeros trabajos en el mundo sobre el tema. Hasta entonces los proyectos para analizar genomas humanos se habían centrado en europeos, africanos y asiáticos, dejando de lado a los nativos americanos.
“Este estudio nos confirmó la gran diversidad genética que existe en nuestro país por primera vez en el genoma completo, la cual es el resultado de la mezcla de diferentes poblaciones, tanto indígenas como europeas, y de constantes movimientos demográficos, asegura Ochoa.
Esta investigación permitió descubrir, por ejemplo, que en los genomas de la población Tarahumara (una población indígena del norte de México) existen variantes asociadas a su resistencia física, conocida en el mundo por correr ultramaratones -de más de 100 kilómetros- y caminar durante días sin descanso.
“El genoma de los mestizos y amerindios también nos confirmó cómo la poza génica (la totalidad del material genético de un grupo poblacional en un determinado periodo) aportada en el proceso de mestizaje vino dada principalmente por el hombre, confirmando lo escrito en los libros de historia de México durante la conquista”, añade el investigador.
Gracias a investigación fue posible conocer las variantes genómicas que hacen que la población actual mexicana sea más susceptible a enfermedades como la diabetes y la obesidad, de alta prevalencia en México.
“Poder describir con detalle molecular el genoma de una población tan diversa como la mexicana y sus antecesores amerindios nos abre las puertas para poder diseñar estrategias terapéuticas y de prevención dirigidas a necesidades y susceptibilidades específicas de dicha población y así en un futuro, poder mejorar su calidad de vida mediante la medicina genómica, que sea personalizada, predictiva, preventiva y participatoria”, subraya Ochoa.