Según António Guterres, a nivel mundial se necesitan inversiones de 5.000 a 7.000 millones de dólares cada año para implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Cuando el secretario general de Naciones Unidas realizó estos cálculos –hace menos de dos años– no contaba con que los años años 20 de este siglo comenzarían de manera tan convulsa. El COVID-19 también ha puesto en cuestión lo que postulaba como uno de los grandes logros de la década: la Agenda 2030.
¿Vamos tarde incluso cuando acabamos de empezar? Todo apunta a que sí. Cierto es que en el vocabulario de las empresas se han consolidado conceptos como sostenibilidad, igualdad, colaboración, alianzas, innovación... "La incertidumbre ahora está en cómo las compañías, detrás de sus buenas palabras, serán capaces de trabajar en favor de los ODS", plantea Isabel López, socia fundadora de CANVAS Estrategias Sostenibles.
La empresa ha elaborado recientemente su estudio 'Ética empresarial y Agenda 2030 en tiempos de COVID-19', enfocado a entender un cambio de paradigma: la crisis del coronavirus ha impulsado a las empresas a tomar conciencia de su sentido de pertenencia a la sociedad y la necesidad de generar impacto positivo. "Pero deberán demostrar que esa respuesta ética y solidaria no era algo puntual, sino una apuesta integral hacia modelos de gestión más resilientes", añade López al propósito del informe.
Aunque la voluntad existe por parte del tejido empresarial español, como constatan los datos ofrecidos por la Red Española del Pacto Mundial (por ejemplo, el 63% de las pymes adheridas al Pacto Mundial ya se han comprometido a reducir sus emisiones de CO2), hay otros factores que, como recalca López, no son tan esperanzadores. "Los ODS exigen una inversión que no se está dando hasta el momento. Las dificultades actuales por el coronavirus no pueden servir de excusa para no seguir por el camino que se había planteado", recomienda.
La situación no deja de ser compleja y los diferentes actores que conforman el impulso de la Agenda 2030 temen que el incremento de la concienciación social por los ODS se vea eclipsado por la crisis económica. O dicho de otra manera: que lo que se preveía como una década para frenar el cambio climático y apostar por políticas sociales y por la sostenibilidad no se acabe por materializar.
"La sociedad actual es más activista y responsable, pero el clima general es de incertidumbre y desconfianza", explica Ángel Alloza, CEO, Corporate Excellence - Centre for Reputation Leadership. En esta tan citada 'nueva normalidad', las únicas certezas parecen ser el cambio constante, por lo que como sostiene Alloza "es importante seguir la evolución de las expectativas de la ciudadanía para identificar sus prioridades y que las empresas puedan innovar y trabajar sobre ellas".
La necesidad de una década ambiciosa
"Los países con altos ingresos han hecho bien en promover paquetes de estímulos económicos. No debemos olvidar las lecciones aprendidas y que de esta crisis solo saldremos con medidas ambiciosas", reflexiona Luis Gómez, asesor senior del área de presidencia de Iberdrola. La energética, cuyo cierre de mes ayer en bolsa representó la tercera empresa española con mejor dato, es consciente de la importancia de llevar a cabo la Agenda 2030 sin que la crisis del COVID-19 desvíe sus planteamientos.
"La pandemia ha profundizado en nuestras debilidades. Eran problemas que ya teníamos en España, pero que no veíamos. La agenda 2030 sigue siendo relevante y hay que seguir haciendo esfuerzos por lograr los ODS a los que podamos aspirar", profundiza Gómez. Iberdrola, en este sentido, considera imprescindibles para seguir desempeñando su papel los ODS 12, 13, 14 y 15 [consulta aquí cuál es cada uno], aunque no descarta revisar cada uno de ellos e incluso ampliar su apuesta por otros. "Más de 5.000 millones de personas carecerán de acceso a sanidad en 2030. Pasar a la acción es prioritario", reclama Gómez.