A los 10 años, Josep Ametller ya ayudaba en la granja de su padre. El menor de 11 hermanos es la última generación de una familia que lleva la agricultura en su corazón y que ahora quiere devolverle al que considera «uno de los grandes oficios de España» todo aquello que le dio a través de las nuevas tecnologías. En 2001 fundó Ametller Origen, un proyecto que integra la producción agrícola, la elaboración y la comercialización bajo un mismo objetivo: contribuir de manera determinante a la mejora de la alimentación y la salud de las personas.
«Tenemos una cultura del trabajo basada en la innovación que pone en valor el oficio de agricultor y del frutero», ha afirmado Ametller durante los ftalks’22, celebrados recientemente en Valencia. Más de 120 tiendas y 3.400 trabajadores es el balance de estas dos últimas décadas para Ametller Origen, un negocio que apenas arrancó con 30.000 euros.
Pese al éxito cosechado, la preocupación de la familia Ametller por el devenir de la alimentación en la sociedad sigue siendo grande. Y no les falta razón: en el año 2050, el mundo deberá alimentar 9.700 millones de personas y el actual sistema alimentario es tan complejo como desigual e insostenible para responder a este horizonte. Más datos: la cadena de valor alimentaria, junto con la movilidad convencional, es la causante del 40% de las emisiones totales de CO2 del estado español.
«En los últimos cinco años los efectos del cambio climático se han hecho mucho más evidentes. Ya es imposible frenarlo, pero sí podernos adaptarnos y no seguir aumentándolo», asegura Josep Ametller, que ya se ha puesto manos a la obra para mejorar la situación a través de un nuevo proyecto: Agroparc. Se trata de un nuevo sistema de producción agroalimentaria capaz de obtener de manera más eficiente y sostenible alimentos de mayor calidad nutritiva y organoléptica, «y con una disminución muy relevante de la huella de carbono e hídrica», añade.
En el nuevo espacio se integran agricultura, ganadería, agroindustria y generación de energía renovable. Su objetivo es ser el primer distrito agroindustrial de energía positiva y CO2 negativo y evitar la emisión de 1.400 toneladas de CO2 al año. «Agroparc es un ejemplo de disrupción. Se nos ocurrió pensando en cómo vivíamos hace 30 o 40 años. Eramos 11 personas en una misma casa y apenas generábamos impacto. Por ejemplo, mi abuela hacía jabón del aceite de residuo y de la grasa del cerdo. Ya practicábamos la economía circular sin darnos cuenta», explica Ametller.
La novedad de Agroparc es que se reutiliza el agua de proceso industrial, después de ser depurada, para regar los cultivos. Con base a la disponibilidad de esta agua, se dimensiona la superficie de agricultura tecnificada. El resto del espacio agrícola se mantiene tal como está actualmente con cultivos de secano, o como máximo riego de apoyo, como viña, fruteros o herbáceos. «En el origen de este proyecto nos planteamos: ¿cómo hacemos una agricultura sostenible en pleno siglo XXI? La tecnología es la mejor respuesta», comenta Ametller.
Un movimiento global
El papel de Agroparc no radica únicamente en la innovación tecnológica. Con el objetivo de promover unos hábitos de vida más saludables y sostenibles, desde Ametller Origen han impulsado Fem Camí, un movimiento participativo abierto a toda su comunidad y a todos aquellos que quieran avanzar hacia un mundo más sostenible y saludable. En este aspecto, la empresa quiere jugar un importante papel didáctico. Por ejemplo con la incorporación del Instituto de Agricultura Tecnificada iAGRITECH, centro de formación e investigación para formar a los técnicos agrícolas del futuro con convenios con universidades locales e internacionales. «Es viable producir una agricultura sostenible. Pero solo si nos lo creemos de verdad», concluye Josep Ametller.