Fundación Aquae y UNICEF España pusieron en marcha hace seis años un proyecto que ha cambiado la vida de casi 7.000 personas: “Agua para la Amazonía peruana”. Como su nombre indica, el objetivo de esta iniciativa ha sido hacer accesible el agua potable y desarrollar servicios de saneamiento en los departamentos de Loreto y Ucayali —al noreste de Lima—, en donde viven 27 comunidades rurales. El proyecto cuenta también con el apoyo de autoridades locales y regionales.
A pesar de que el río Amazonas contiene cerca del 20 % de las reservas de agua dulce del planeta, la mayoría de los habitantes de la región carece de agua potable, así como de servicios de saneamiento, según afirma Mariola Urrea, presidenta del Consejo de Estrategia de Fundación Aquae. El principal obstáculo que ha enfrentado su organización se deriva de la propia localización de estas comunidades. “Se trata de zonas de difícil acceso que han dificultado el transporte de materiales a las casas, escuelas y centros de salud”, explica.
A los 421 baños ecológicos construidos, según datos de la organización obtenidos hasta octubre de 2019, se sumarán otros 60 a finales de 2020 —precisa Urrea— que se construirán en coordinación con Cooperazione Internazionale (COOPI). Además, la fundación seguirá asesorando a las autoridades de Perú para que pueda replicarse este modelo de intervención en el resto de las comunidades de la Amazonía peruana.
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En Perú solo el 70,5 % de la población que vive en zonas rurales tiene acceso al agua potable, mientras que la cobertura para alcantarillado es solo del 23,7 %. Solo el 10 % de los niños y niñas indígenas de entre tres y cinco años tiene acceso a instalaciones de saneamiento adecuadas. La minería es una de las industrias que más contamina los recursos hídricos en el país.
Educación
“Nuestro principal reto ha sido, y sigue siendo, asegurar el mantenimiento de las instalaciones, para lo que se trabaja con las comunidades, familias y autoridades locales”, destaca Urrea. Por ello, un elemento clave ha sido la formación tanto de los líderes comunitarios a las autoridades de la zona, como de la población local en hábitos de higiene.
“En estos seis años, hemos puesto especial atención en transmitir la importancia de erradicar una práctica común como es la defecación al aire libre”, asegura Urrea. Para lograrlo los agentes involucrados han recurrido a técnicas de sensibilización. Una de ellas es disponer dos platos, uno con arroz y otro con heces humanas, y observar cómo las moscas vuelan de un plato al otro. Después de ver esto, las familias “adquieren el compromiso de usar y mantener en buen estado los retretes y los lavabos instalados”, afirma.
Baños ecológicos
Los retretes disponen de dos cubículos separados, cada uno cuenta con un váter y una caja para almacenar los excrementos. En el primer cubículo se depositan la orina, las heces, el papel higiénico y un poco de aserrín durante siete a nueves meses. Después de ese tiempo, este cubículo se cierra y se empieza a utilizar el otro. Al combinar las excretas con el aserrín se genera compost utilizable para el cultivo, explica Urrea.
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En comunidades inundables, los baños se construyen a una altura aproximada de un metro para asegurar su resistencia durante la época de lluvias y de crecida de los ríos ya que en muchas de estas zonas llueve durante nueve meses al año. Debajo de estos baños se colocan botellas de plástico vacías para que floten durante la época de lluvias.
Para drenar las aguas grises se introducen hojas de la planta de plátano junto a ramas, palos y maderas, en un hueco que se cava en el suelo en forma de círculo. Encima del hueco rellenado se construye una mesa de madera que tiene un sistema de filtración y alrededor se siembran plantas de plátano cuyas extensas raíces absorben las aguas sucias que se generan durante el aseo cotidiano.
Agua potable
El agua se capta de dos formas. Una de ellas es el agua de lluvia que se recoge en canaletas colocadas debajo de los techos de las casas y que desemboca en tanques conectados a un sencillo sistema de tuberías y agua de los ríos. Esta agua se filtra con cloro antes de utilizarla para lavado de manos, el aseo personal y la cocina. La segunda forma es clarificar el agua con sulfato de aluminio —conocido como alumbre— y, finalmente, filtrarla y desinfectarla con cloro.
Resultados
La erradicación de la defecación al aire libre ha permitido evitar la contaminación del ambiente, además de preservar las fuentes de agua y los acuíferos. El acceso a agua potable ha permitido evitar que los menores contraigan enfermedades como neumonía y diarrea, las dos primeras causas de mortalidad infantil en niños menores de cinco años en el mundo, según la OMS. Lavarse las manos con agua y jabón reduce en un 50 % las diarreas infantiles, que anualmente provocan en el mundo la muerte de más de medio millón de niños.
Disponer de agua corriente y retretes ha permitido también incrementar el nivel de seguridad, sobre todo a niñas y mujeres, que ya no tienen que recorrer largas distancias en busca de agua potable y que, en condiciones de poco alumbrado, corrían el riesgo de ser acosadas o agredidas sexualmente o atacadas por algún animal. No tener que ir a buscar agua permite además a los menores poder acudir todos los días a la escuela.
Por otro lado, las letrinas han contribuido a asegurar la higiene durante el periodo menstrual de las adolescentes. Durante este, ante la imposibilidad de asearse adecuadamente en el colegio, ellas tendían a quedarse recluidas en casa. Ahora pueden hacerlo en la escuela.