Hace unos días, la Fundación Cotec para la Innovación anunciaba la puesta en marcha de un nuevo laboratorio de innovación educativa dentro del proyecto ‘La escuela, lo primero’. Entre el 14 de octubre y el 4 de noviembre, la iniciativa, desarrollada junto a Escuela 21, pretende reunir a 50 profesores de toda España que, divididos en 10 equipos, trabajarán en algunos de los muchos retos para afrontar el atípico curso que acaba de comenzar. Ainara Zubillaga, directora de Educación y Formación de Cotec, destaca la necesidad de contar con el mayor número de voces posibles de la comunidad educativa. “Así tendremos una perspectiva amplia y respuestas más innovadoras para que los colegios e institutos puedan adaptarse a las circunstancias según la evolución de la pandemia”.
Si echa la vista atrás, hasta el confinamiento y el cierre de las escuelas, prolongado a lo largo de todo el último trimestre del curso, el balance de Zubillaga es positivo, aunque no lanza las campanas al vuelo. “Partamos de que el cierre de las escuelas nunca es bueno. Pero si entendemos por innovar la búsqueda de soluciones a retos, esta situación excepcional lo era. Se salió del paso relativamente bien gracias al trabajo de los centros; a sus equipos directivos, al profesorado y a las familias. Se han producido cambios que hasta hoy sólo estaban en los discursos”.
Vuelta al cole problemática
Ahora el panorama es distinto. Llegó septiembre con buena parte de los deberes sin hacer. “En teoría, ha habido tiempo para ‘rearmarse’ y para aprovechar lo aprendido en el confinamiento”, apunta. “Incluso disponíamos de cierto margen para fijarnos en las prácticas de otros países que volvieron antes a las aulas”. Lejos de eso, la responsable de Educación y Formación de Cotec percibe que lo que ha ocurrido es que el trabajo y la innovación se han producido de abajo a arriba, en centros y profesores. “Entretanto la administración, a todos los niveles, no ha ofrecido la suficiente orientación para que la comunidad educativa actúe. Es un sesgo claro, y es algo complejo, porque hay que respetar la asignación de competencias”.
Ainara Zubillaga se refiere al sinsentido que ha llevado a los centros a buscar sus propias soluciones en la reapertura. En Cotec están analizando las normativas de todas las Comunidades Autónomas y han detectado que, por regla general, estas ponen el foco en medidas sanitarias y organizativas (vinculadas a su vez a las sanitarias). “Esa es la planificación que nos encontramos, pero iría más lejos. La administración ha dado más directrices sanitarias que educativas; que además después hay que aterrizar en los centros, cuyos recursos son muy variados”.
Del papel a la práctica hay por tanto un tránsito que no siempre sale bien. “Los equipos directivos y los docentes han trabajado a destajo todo el verano para adoptar las normativas sanitarias, pero no tienen las capacidades para implementarlas correctamente. Lo ideal es que se hubieran podido dedicar a la planificación educativa y contar con el apoyo de la autoridad correspondiente para otros aspectos en el cambio de escenario”. Zubillaga menciona algunas cuestiones que pueden quedarse sin una respuesta certera: “¿Cómo identifico si los alumnos han perdido aprendizaje? ¿En qué situación socioemocional vuelven los niños a clase?”
Pronto para evaluar secuelas
Entre Suecia, donde no se clausuró la escuela en ningún momento, y el informe de la OCDE que pone de manifiesto que España fue el país que más alargó el cierre de colegios, Ainara Zubillaga opina que había alternativas intermedias. “Al menos ahora sí ha quedado claro que el modelo presencial es prioritario. Así lo transmiten ONU, Comisión Europea o Banco Mundial, que alertan, con la voz cada vez más alta, que el cierre de las escuelas debe ser la última medida. Y es que las implicaciones son muchas”.
Pese a todo, considera que aún es pronto para hacer un balance de ‘daños’. “Lo que no conviene es reabrir los colegios como si no hubiera pasado nada. Necesitamos un margen para evaluar posibles secuelas ya que aún vivimos en una realidad demasiado ‘inflamada’. Podemos hacer aproximaciones, pero hacen falta tiempo y distancia para analizar a fondo y sacar conclusiones más contundentes”, añade la experta.
El momento del cambio
Al igual que sucede con otras industrias abocadas a la transformación, ¿qué cambios de modelo educativo podrían acelerarse en el contexto de la pandemia y quedar asentados a futuro? Ainara Zubillaga se detiene fundamentalmente dos. El primero tiene que ver con la digitalización del sistema educativo. “Con todos los peros y las limitaciones que también se han puesto de manifiesto la pérdida de aprendizaje habría sido mucho mayor sin tecnología. La escuela cerró, pero la educación no paró”.
El reto ahora pasa por aprovechar el momento, profundizar en estos desarrollos y hacer bien el cambio. “Digitalización no es sinónimo de educación online. Implica nuevos procesos tecnológicos en el sistema educativo. También en la presencialidad, lo que su vez haría más fácil los cambios de escenario. No se trata de estar en clase con el cuaderno y en casa con la plataforma. De esta programación combinada espero que muchos cambios lleguen para quedarse".
El segundo gran giro –“es más un deseo que una realidad”- supone la reducción del extenso currículum de la educación española. “Está sobrecargado. Si ya nos sobraban contenidos, en las actuales circunstancias no hay forma de abordarlo. Hay centros, donde los equipos docentes priorizan la adquisición de competencias básicas del futuro. Esta es una buena oportunidad para acometer una reforma curricular demandada desde hace tiempo. Me consta que el Ministerio de Educación estaba en ello antes de la pandemia. La pregunta es: ¿Qué tienen que saber los niños para vivir en el mundo del mañana? Con esto no quiero decir que la educación obligatoria tenga que dar respuesta a las necesidades del mercado. Ese es otro tema. Hablo de ser ciudadanos, donde incluyo saber encontrar un trabajo”, afirma Zubillaga.
Desequilibrios
De la existencia de una brecha entre la escuela pública y privada ya advirtió Fundación Cotec en un informe en el que quedaba patente que la primera disponía de menos recursos tecnológicos y de un profesorado menos preparado en estas áreas para afrontar la situación. “Esos datos fueron extraídos del Informe PISA 2018, por lo que hay que esperar al siguiente para hacer una aproximación más nítida”. En todo caso, Zubillana percibe que el desajuste no se produce tanto por cuestiones de titularidad como en base a si el centro se articula en un grupo o si funciona de modo más individual.
“En toda esta emergencia quien se la juega en verdad es el centro. Aquellos en los que haya calado la tradición colaborativa y apuesten por un proyecto educativo compartido han respondido mejor al cierre y lo harán mejor este curso. Los aislados no lo pasarán bien”. De hecho, el Informe TALIS de la OCDE exponía que el profesorado español no está acostumbrado a trabajar en equipo. “No hay una cultura profesional docente colaborativa”, añade la responsable de Cotec.
Al margen de la mejor o peor gestión educativa de las Comunidades Autónomas –“para algunas la pandemia ha sido la gota que colma el vaso”-, Ainara Zubillaga señala que la gran brecha, por encima del territorio, viene derivada del nivel socio económico de las familias y de su bagaje cultural. “Cuando la escuela no está presente y se traslada al salón de casa, la desigualdad social salta por los aires. Lo fácil y rápido es la dotación tecnológica, pero hay mucho más. Lo presencial es importante porque la escuela compensa otros déficits; es un espacio de aprendizaje y de igualdad de oportunidades. Su peso es mayor en función del grado de vulnerabilidad de las familias”.
Ainara Zubillaga añade cómo la pandemia ha visibilizado otras funciones de la escuela. “Cumple un papel clave en la conciliación de la vida laboral y familiar. Cuando no hay conciliación, son las mujeres las principales afectadas, así que la escuela también mitiga la brecha de género”, concluye.