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‘Aitana Espirulina’: la versión artesanal y de calidad del súper alimento cultivado en una granja de Guadalest

La bióloga marina Inés Carballo es la artífice del proyecto seleccionado por EIT Food a través de la iniciativa Empowering Women in Agrifood
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Inés Carballo, fundadora de Aitana Espirulina.

Las cianobacterias ocuparon su lugar en la Tierra mucho antes que el reino vegetal. A estos primeros habitantes del planeta les debemos la fotosíntesis oxigénica. Una de ellas, la espirulina, se ha posicionado como un súper alimento reconocido por la ONU, tanto por sus propiedades como por la posibilidad de ser cultivada en condiciones extremas. Sin embargo, existe un abismo entre calidad ofrecida por la producción industrial -la habitual en los lineales de supermercado- y artesanal, una actividad poco común en España que Inés Carballo se ha propuesto poner en valor desde su granja de Guadalest (Alicante). El proyecto ‘Aitana Espirulina’ es uno de los diez seleccionados en España por EIT Food a través de la iniciativa Empowering Women in Agrifood (EWA).   

Cuando concluyó sus estudios de Biología Marina, Carballo pasó un tiempo en el laboratorio explorando las microalgas y su cultivo. “Es preciso destacar que la espirulina no es una microalga. Las cianobacterias tienen un metabolismo mucho más complejo, culpable en parte de la gran cantidad de nutrientes que pueden aportar”. Es en sus años en el extranjero donde se aproxima definitivamente a la producción artesanal de la espirulina. Con lo aprendido, llega a Guadalest y da forma a sus planes. Ella ha supervisado la construcción de la granja y el invernadero tras acondicionar un terreno donde “distintas brutalidades” habían hecho imposible que creciera nada.

«No tiene sentido que España importe espirulina industrial»

Desde hace unos meses, es posible adquirir los productos de Aitana Espirulina en distintos puntos de venta (consultar). “La espirulina es buena para personas con carencias nutricionales, para aquellos que sigan una dieta vegetariana o se encuentren en un postoperatorio, deportistas, mujeres lactantes… No es un milagro, pero sí un excelente complemento. Cuenta además con propiedades antivirales y refuerza el sistema inmune en este momento clave. Es un alimento más de presente que de futuro”.

Inés Carballo ha decidido enfrentarse al gigante de la gran distribución. “Casi la totalidad de la espirulina que consumimos es importada de China o India. Es de mala calidad y la huella de carbono que genera es altísima”. La emprendedora habla de un “polvo maloliente” quemado a altas temperaturas. Como consecuencia, la espirulina pierde todas sus propiedades excepto el hierro. “100 gramos de la opción industrial pueden ser adquiridos por 3 euros frente a los 18 euros de Aitana Espirulina. La ofrecemos en hebras, escamas o comprimidos, así que preservamos todos los nutrientes (encierra todas las vitaminas excepto la C) y antioxidantes”.

En la granja, Carballo cultiva de manera sostenible. Emplea agua de lluvia, que es posible reutilizar, y seca la espirulina a tan solo 40 grados. La cianobacteria es envasada el día que es recolectada en un recipiente compostable. “Producir un kilo de proteína de espirulina (se compone de proteína en un 65 %) es mucho más barato y menos agresivo que un kilo de proteína de vaca o de soja”, apunta Inés Carballo.

A la cola de Europa

La emprendedora admite que este es un buen momento para un proyecto como el suyo, al menos en un aspecto: el crecimiento de un ‘público objetivo’ formado por consumidores bien informados que quieren saber de dónde viene lo que comen. “Apuesto firmemente por la seguridad alimentaria y la soberanía nutricional. No tiene sentido que un país con el clima de España importe espirulina industrial. La desertificación, queramos o no, obliga a una revisión del tipo de cultivo y del sistema agroalimentario en general”.

Con todo, “si hacemos las cosas bien”, Carballo opina que es posible seguir la estela de otros países europeos, con Francia a la cabeza. En Europa hay 250 granjas de espirulina artesanal. Apenas 5 están en España. La diferencia es que en Francia la gente aprecia y defiende el producto artesanal nacional. La estructura económica de España no es la ideal para que ocurra algo parecido. Necesitamos ayudas de todo tipo, y cuantos más seamos, mejor”.  

Imagen de la granja de Aitana Espirulina en Guadalest.

La llegada de Aitana Espiculina a Guadalest ha supuesto un espaldarazo para el impulso de varios proyectos gracias a las sinergias activadas por Carballo. “Produzco jabón con otras emprendedoras, y estoy en conversaciones con los apicultores para ofrecer miel”. La bióloga añade que este también es un proyecto de desarrollo personal, en la idea de acabar con la brecha de género, aún amplia en el sector. “No hay referentes femeninos, y las mujeres no somos tratadas igual. Tenemos que demostrar el triple para ser tomadas en serio. Hay que acabar con esta percepción”, concluye.