Alcohol y daño cerebral: nuevos estudios evidencian sus efectos nocivos, especialmente en los más jóvenes

Entrevista con la profesora e investigadora de la Universidad de Santiago de Compostela Montserrat Corral, integrante de NECEA, el Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva y Afectiva
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“No hay un consumo de alcohol seguro. Cuanto menos, mejor. Y en el caso de las embarazas o los menores de edad, consumo cero”. La investigadora y profesora de la Universidad de Santiago de Compostela Montserrat Corral, explica a Innovaspain algunas de las conclusiones extraídas por el Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva y Afectiva (NECEA) del que forma parte y que, entre otras áreas de trabajo, analiza los efectos neurocognitivos del consumo de alcohol en jóvenes.

Que el alcohol produce efectos negativos sobre el cerebro es una evidencia científica demostrada en numerosas investigaciones llevadas a cabo en animales y humanos. “En el caso específico de las personas jóvenes, estudios con técnicas de neuroimagen -como la resonancia magnética- y electrofisiológicas -del tipo EEG- muestran anomalías en el funcionamiento cerebral de los jóvenes con patrón binge drinking (beber 5 o más bebidas alcohólicas en pocas horas; el ritmo de cualquier botellón) frente a los que no beben nunca o lo hacen ocasionalmente y no de manera intensiva”.

Corral añade que esto afecta a su funcionamiento neuropsicológico. “Rinden peor en pruebas de aprendizaje, de inhibición de respuestas, de memoria de trabajo… Es muy importante tenerlo en cuenta porque coincide con etapas de alta exigencia académica, tanto en el instituto como en la universidad”.

Pese a que nuestro sistema nervioso está en permanente cambio desde que nacemos hasta que morimos, su madurez no concluye hasta bien entrada la veintena. “Los cambios estructurales y funcionales que tienen lugar en esta etapa permiten que la atención, la memoria o la velocidad para procesar información y tomar decisiones funcionen cada vez mejor. Los estudios de neuroimagen y neuropsicológicos reflejan las alteraciones provocadas por el alcohol -y otras sustancias nocivas- en una correcta maduración”.    

Nuevos límites

En 2020, Sanidad actualizó los límites considerados dentro de un consumo de alcohol de bajo riesgo –“bajo no significa cero”- a la luz de las últimas evidencias científicas. Desde entonces, el límite se situó en un máximo de 10g de alcohol al día para las mujeres y 20g para los hombres. “Hablamos de que un ‘botellín’ (20 cl) de cerveza con una graduación alcohólica del 5 % ya incluye esos 10g. Un combinado de ginebra alcanzaría los 20g. En resumen, con los datos científicos que manejamos en la actualidad, ninguna institución o profesional sanitario debe recomendar el consumo de alcohol -adiós al ‘beneficioso’ vasito de vino con las comidas- para mejorar la salud”.

Disponemos de información nutrida y al alcance de todos, pero la banalización respecto a las implicaciones del consumo de alcohol sigue vigente. Montserrat Corral opina que, por fortuna, se dan pasos adelante, “aunque contrarrestar todo el peso de la publicidad que asocia alcohol y diversión es difícil”.

Mayor percepción del riesgo

La investigadora expone algunos datos que invitan a un moderado optimismo. Según la última encuesta vinculada a este tema realizada entre estudiantes de secundaria, la percepción del riesgo del patrón binge drinking se ha visto incrementada. “En los años 90, solo uno de cada dos jóvenes consideraba peligrosos estos atracones de alcohol. Hoy ya son el 75 %. Todavía queda mucho trabajo por hacer. Por ejemplo, a nivel general, se mantiene baja la percepción de riesgo de tomarse una o dos cañas al día”.

Las consecuencias pueden ser realmente graves. Tal y como explicaba a este periódico Gonzalo Herradón Gil-Gallardo, catedrático de Farmacología y Decano de la Facultad, el consumo de alcohol antes de los 21 años puede provocar el desarrollo de demencia temprana (en torno a los 40 años).

El tema no es novedoso entre la comunidad científica. Sin embargo, su calado social es escaso o nulo. “El asunto es mucho más serio de lo que pensamos, pero la aceptación social del alcohol y las implicaciones económicas frenan que se convierta en una verdadera alerta”, aseguraba Herrradón.

Administración, familias, médicos, medios de comunicación

Así las cosas, ¿cómo ampliar al máximo la percepción del peligro del alcohol en todas las capas de la sociedad? Monstserrat Corral señal que disponemos de muchas opciones, todas ellas compatibles entre sí. “La administración puede regular la publicidad e insistir en el cumplimiento de la ley que impide la venta de alcohol a menores. Dificultar el acceso retrasará el inicio del consumo. La edad es una variable predictora de las consecuencias negativas del alcohol, entre ellas el desarrollo de la dependencia”.

La investigadora incluye a los padres en la ecuación. “Han de ser conscientes de los riesgos de beber alcohol, tanto durante la gestación como en el desarrollo de sus hijos. Las intoxicaciones de menores que llegan a los servicios de urgencias deberían hacernos reflexionar como padres y como sociedad”.

Corral añade el papel que pueden jugar los profesionales sanitarios, especialmente pediatras y médicos de familia, a la hora de informar sobre los efectos perjudiciales de su consumo. La experta valora el papel de los medios de comunicación como divulgadores de conocimiento científico para desterrar viejos mitos.  

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