A finales del siglo XIX, y con una mano delante y otra detrás, un tal Ramón Álvarez de Arriba se fue a Cuba. No a la guerra, sino a la aventura. Allí hizo fortuna, aunque como tantos otros españoles, siempre quiso volver a casa: a Peón, una aldea cercana a Gijón. A su muerte, quiso que en su lugar de nacimiento se hiciera una escuela práctica de agricultura, en la finca que legó a su pueblo, junto con 600.000 pesetas de la época.
Sus albaceas, tanto en Cuba como en España, formaron la fundación que lleva su nombre para gestionar las donaciones. Dicha escuela se dedicó a la agricultura, luego pasó por manos del Ministerio de Educación como colegio normal y, tras la trasferencia a las comunidades autónomas, terminó siendo un centro rural agrupado con profesorado de la Consejería de Educación asturiana.
2019 es un año clave para una historia que, aunque parece que se está alargando, necesita de estos detalles para ser explicada: en esa finca, casi un siglo después, había dos edificios; uno nuevo, que funcionaba como el centro propiamente dicho, y otro antiguo, el original, que estaba a punto de caerse. Las fundaciones, cabe recordar, no pueden vender, sólo ceder a otras fundaciones con fines comunes.
Y aquí confluyen las dos vertientes: el presidente de la Fundación CTIC Centro Tecnológico también era presidente de la Fundación Ramón Álvarez de Arriba. Se cedió la finca y ahora hay, recuperado, un centro de innovación tecnológica, con sus correspondientes puestos de trabajo, además de un sandbox de proyectos del medio rural y un espacio demostrador para diferentes tecnologías. La cuna del proyecto Aldea 0.
Los pilares de Aldea 0
Jaime Izquierdo es un relevante ideólogo del reto demográfico —un gran problema que sufre el Principado de Asturias, la región más envejecida de España—, así que le nombraron comisionado para esta cuestión. Desde su llegada al Principado, siempre habló sobre los componentes que debía tener una aldea del siglo XXI.
Propugnó varios pilares, como la necesidad de un sistema agroecológico rural, para proteger la ganadería y la agricultura asturiana; un sistema energético local, para que los pueblos se autogestionen a través del autoconsumo; una sistema de empresas, dada la importancia de generar tejido empresarial en el territorio; otro sistema de innovación abierta y, por último, el gran pilar que sostiene una aldea: la comunidad, la gente, con espacios de trasferencia para que el conocimiento de los más mayores pase a los jóvenes y que no se olviden de dónde vienen y, por tanto, quiénes son.
Izquierdo tuvo la idea, encontró al CTIC y se puso en marcha lo que el Ministerio para el Reto Demográfico denominó «proyecto singular»: iniciativas piloto para probar que soluciones tecnológicas funcionan y que pueden ser transferidas a otros territorios.
Llegado el año 2022, y con la financiación del propio Ministerio, la Consejería del Medio Rural y las aportaciones del CTIC —una iniciativa, en definitiva, a tres bandas— nació un proyecto de colaboración público-privada que es todo un ejemplo de innovación aplicada a los pueblos. A partir de 2024, ya sólo se quedó con la financiación del Principado de Asturias y del CTIC.
De la cabra a la sidra
Luisa María Paz siente verdadera pasión por el proyecto. Trabaja en Comunicación de Aldea 0-CTIC y es la encargada de explicar cuáles son las iniciativas concretas que se han llevado a cabo. No son pocas, funcionan y además permiten recuperar económicamente la zona.
«En Asturias somos mucho de campo, y hemos visto que la tecnología puede mejorar la calidad de vida de los pastores, además de ayudar a que el monte esté como debe estar: cuidado», señala sobre el primer pilar, destinado al sector agrario. En un ganado de cabras cercano en Valle de Lago (Somiedo) se probó un proyecto de collares inteligentes y un vallado virtual que permiten señalar por dónde se pueden mover los animales. La idea es que el collar emita un sonido y, si las cabras se pasan de la zona, se accione una pequeña descarga eléctrica para que aprendan por dónde deben pastar.
«Al cabrero —indica— le da tranquilidad y, de paso, desbrozan el territorio». Es más: esto sirvió para que el Parque Natural de Somiedo pagara al pastor para que desbrozara con sus cabras. Tanto éxito tuvo que el Valle de Arán se puso en contacto con Aldea 0 para transferir esa experiencia y ahora son aliados en un proyecto conjunto: cada innovación que se haga, será compartida, probada y analizada en las dos regiones.
Por otro lado, también cuentan con una iniciativa que permite comprobar la trazabilidad de la sidra asturiana —el Valle de Peón se encuadra en la Comarca de la Sidra, aunque la han ampliado a otros nueve llagares— gracias al blockchain. Al ser una Denominación de Origen Protegida (DOP), se debe registrar todo el proceso: qué manzanas se incluyen, en qué pomaradas están, el mayado…
Así, cada botella de cada lote de sidra tiene una etiqueta con un número. Sólo hace falta escanearla para comprobar si tiene manzanas arbeyas o carrandonas o saber el proceso de dónde se mayó, se corchó e incluso desde dónde se distribuyó. Todo ello, surgido desde Aldea 0. «Quince marcas, repartidas en diez lugares, utilizan esta tecnología», apunta Paz.
Una variopinta comunidad
Siguiendo la teoría de Izquierdo, el segundo pilar de una aldea del siglo XXI debe ser el autoconsumo. Así que instalaron una planta fotovoltaica para hacer un piloto de comunidad energética, que, en palabras de la propia trabajadora de Aldea 0, «les ha venido como los Reyes Magos».
La planta, situada justo detrás del centro de innovación de Peón —y con las baterías construidas bajo el CTIC Rural Tech— se puso en marcha con la idea de generar electricidad al un simulador climático, que se hizo con cuatro contenedores marítimos y bancales automatizados para la luz, electricidad, humedad. «Todo con mucho control y comprobando el gasto energético». De este modo, la fotovoltaica da energía a la escuela y a vecinos del entorno. Uno de ellos es un taxista con un coche eléctrico, otros dos vecinos tienen vacas, otro ovejas, otra mayor cuenta con el bono social…
Esta particular comunidad energética tiene dos tecnologías: de nuevo blockchain, para los datos y el registro de toda la información a la que se accede, e inteligencia artificial (IA) para saber cómo sacar el mayor rendimiento a la energía y predecir lo que va a pasar. Asimismo, permite llegar a proyectos europeos de respuesta a la demanda, así como a otros proyectos de comunidades energéticas.
30/30/30
En cuanto al tercero y el cuarto, Paz explica que son dos pilares que, en cierto modo, se solapan, ya que la innovación abierta también permite crear tejido empresarial y viceversa. Una vez matizado, cuenta que escuchando a los vecinos comprendieron que otra de las grandes problemáticas a las que se enfrentan son los posibles incendios.
Hay que tener en cuenta que el valle está rodeado por pinos y eucaliptos con mucho aprovechamiento forestal y es uno de los bosques periurbanos más grandes de Europa. Si el monte empezara a quemarse, aparte de arrasar el valle, podría llegar hasta la cercana Gijón. Y no sería un incendio pequeño.
El problema se resume en 30/30/30. Pero esas tres cifras no representan una fecha, sino una regla: ante más de 30 grados de temperatura, menos del 30% de humedad relativa y 30 kilómetros por hora de viento en dirección sur… riesgo extremo de incendio al canto.
Para estar atentos a la regla y defender al valle y Gijón, se instalaron cinco estaciones climáticas en posiciones estratégicas que monitorizan todo lo que pasa. Cada una de ellas ofrece, con un lapso de diez minutos, todos los indicadores necesarios respecto al riesgo que pueda tener el monte cada momento.
En esa masa forestal también huele a manzana. De vuelta a la sidra, dentro de estos pilares se llevó a cabo un proceso de sensorización y cámaras integradas en las plantaciones para conocer la humedad del suelo, temperatura, datos de fertilizantes NPK, TH, calidad del terreno… También picas móviles para colocar en los árboles y conocer sus constantes vitales, estableciendo analíticas muy precisas.
«En el 2023, un año raro con tres floraciones de manzana, se pudieron sacar conclusiones sobre cómo afectaba la lluvia a la floración, junto con datos e información relativa», apunta Paz. Dado el éxito, ahora hay sensórica en explotaciones de faba asturiana, arándanos, limonares, huertas…
Y no hay que olvidar su proyecto de gemelos digitales, también para estas explotaciones, o el crowdfunding que realizaron en Moal, otra aldea asturiana a la entrada del Parque Natural de Muniellos, para crear un bar-tienda. Todo cabe en este proyecto.
Sin personas no hay aldea o Pelayo aprendiendo a segar
Al llegar al último pilar, el quinto, Paz termina de derramar su visión. «Este es, para mí, el más importante: el de las personas, la necesidad de recuperar el conocimiento. Sin personas no hay aldea y debemos mantener a la gente del medio rural, del campo, la que hace que Asturias sea lo que es. Es cierto, hay nuevos pobladores, pero si no hay gente que salga a los prados para que sigan siendo prados, no hay nada. Los caminos pueden dejar de existir, así que el ganado debe pasar a limpiarlos. No se pueden ni deben borrar. El conocimiento, la sabiduría de la aldea, transmitida siglo a siglo, debe contarse. No se puede perder».
Tomando de modelo a Porrúa, aldea cercana a Llanes —y cercana también al mar, aunque dándole la espalda—, vieron cómo se podía tener una gran capacidad de comunicación y de interacción para trasladar tradiciones.
Este proyecto dentro del proyecto Aldea 0 habla sobre la colaboración, los foros, los espacios de participación, la importancia de recuperar los territorios, los materiales, el conocimiento. En Porrúa recuperaron sus trajes tradicionales, su sabiduría, su forma de ver el mundo. E hicieron lo mismo.
En la escuela de aquel asturiano que se fue a Cuba, en la planta de arriba, se equipó un aula. Ordenadores, móviles, cámaras de video… todo tipo de equipamientos que permitan usar la tecnología con la idea de crear un espacio intergeneracional cabe en esa habitación.
Las tres parroquias del Valle de Peón —la propia Peón, Arroes y Candanal, pertenecientes al concejo de Villaviciosa— tienen allí su espacio de encuentro, bajo el nombre Andecha Cultural, parafraseando el concepto asturiano de actividades de voluntarios en sus pueblos, con vecinos de todas las edades. Recuperan fotos, las digitalizan, graban desde cómo se trata una vaca a cómo se siembra con guadaña. Una miríada de experiencias para no perder el saber popular, recordar refranes, fijar recetarios y saber cómo predecir el tiempo —eso sí, a la asturiana—.
«Semana a semana nos reunimos para no perder nada, recopilar todo lo que podamos sin falta. Grabamos a Pelayo aprendiendo a segar de la mano de Javier… en fin, que no tiene desperdicio», ríe Paz. Esta es una de las actividades con mayor continuidad de Aldea 0 y ha permitido recuperar el Belén tradicional de Peón, con cada persona aportando su figura y sus chocolates.
Chicos de 14 años con abuelas de 70 se unen cada martes para volver a aprender qué es eso de ser de Asturias, o ser de Peón. O ser de la aldea.
Un rey en Peón
«Son proyectos bonitos de verdad, se ha invertido dinero que tiene una utilidad práctica. Y si esto no se reactiva en Asturias nos quedamos con todo monte, sin nada. Es importante dignificar a quienes trabajan la tierra, poner las cosas fáciles y la innovación contribuye a ello. Ese es el tema. Quitar penosidad al trabajo, acercar servicios sin comer kilómetros. Una vida agradable para no tener que ir a Oviedo a un trabajo que no satisface. Al final, si la innovación puede ayudar a tener controlado el ganado sin perderme por el monte muchas más horas, mejor. ¿O no?», se pregunta Paz.
Como último apunte, cabe subrayar que, en el año 2023, los Premios Princesa de Asturias idearon una nueva categoría: la del Pueblo Ejemplar. Y, si un pueblo tenía que ser el primero, no podía ser otro que Peón, junto con los vecinos Arroes y Candanal, los tres indispensables para Aldea 0.
Orgullosos y por fin reconocidos, recibieron a la propia princesa Leonor —que viajó junto con sus padres, el rey Felipe VI y la reina Letizia, y su hermana, la infanta Sofía— en su valle, el Valle de Peón, para que les hiciera entrega del premio más prestigioso de España. Y, ya allí, todos recorrieron el edificio que aquel asturiano legó al pueblo que le vio nacer.
¿Era o no era una aldea digna de princesas?