Alicia L. Bruzos: por qué el cáncer contagioso de los berberechos puede despejar incógnitas alrededor de la metástasis en humanos

La investigadora gallega de la Universidad de Caen (Normandía), recibe en Francia el Premio ‘L'Oréal-UNESCO For Women in Science’ entre más de 800 candidatas
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Alicia L. Bruzos nació en Lugo en 1993, pero creció en la localidad de Viveiro. Fue en sus playas donde terminaron de germinar la curiosidad y el afán aventurero que su madre alimentó. “Durante una excursión del colegio, recolectamos algas e identificamos diversos animales marinos”, recuerda Bruzos, que estudió Biología –“una elección en la que mis profesores del instituto resultaron determinantes”- se doctoró en Medicina Molecular y cursó un máster en Bioinformática.

Hoy la investigadora sigue pegada al mar, ya que desempeña su trabajo en la Universidad de Caen, en la región francesa de Normandía. Allí investiga el cáncer contagioso de los berberechos, una peculiaridad oncológica que también sufren otros bivalvos como los mejillones o las almejas. “Es un proceso imposible en humanos, pero que se da en varios animales, como los perros o el demonio de Tasmania”, explica a Innovaspain al otro lado del teléfono.

La experta comenzó su investigación centrada en indagar las causas genéticas  y la historia evolutiva de estos cánceres. Durante su experiencia en Francia, ha cambiado el foco. “Ahora me ocupo de entender cómo los bivalvos se defienden de estos cánceres contagiosos;  qué acciones activa su sistema inmune para combatirlos”. Lo hace con “las tres Bes” prioritarias en su día a día: botas, bata y bit. “Los animales los recogemos en las playas. Después, los estudiamos en el laboratorio. Extraemos su ADN y lo leemos en los secuenciadores. Este análisis genético es complejo y son necesarios súper ordenadores con grandes capacidades”, detalla.

Impacto en el cáncer humano

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2024 ha sido para Víctor Ambros y Gary Ruvkun por sus investigaciones en el gusano C. elegans, de apenas un milímetro. A finales de los años 80, estos científicos utilizaron este organismo para revelar los mecanismos de regulación genética. Las vías para defendernos de virus o bacterias fueron descubiertas estudiando las estrellas de mar en el siglo XIX. Alicia L. Bruzos pone un par de ejemplos para mostrar las razones por las que hay que confiar en la ciencia a largo plazo. “Muchos de los grandes avances de la medicina y de la ciencia tienen su origen en la observación y la interacción con la naturaleza”.

En este sentido, el trabajo que tiene entre manos, podría tener un potencial impacto en el terreno de la oncología humana. “Los seres vivos compartimos más cosas de las que pensamos”. En el caso del cáncer contagioso, la principal analogía con los tumores humanos reside en el proceso de metástasis, responsable del 90 % de las muertes por cáncer.

“La mayor parte de los tratamientos oncológicos están centrados en eliminar el tumor primario, dejando más de lado la metástasis”, indica la bióloga. “La razón es que todavía no entendemos del todo bien por qué las células viajan a otros lugares del cuerpo. Solo una mayor comprensión derivará en tratamientos más eficaces”.

Bruzos añade que, en los berberechos, el cáncer contagioso no deja de ser una metástasis a gran escala. “Es un proceso que en los humanos ocurre dentro del organismo”. Este paralelismo despierta la esperanza de que las células cancerígenas contagiosas expliquen mejor la metástasis. Pese a todo, la investigadora es prudente. “Es una investigación que busca aportar nuevo conocimiento, no un tratamiento concreto ni nada parecido. Su impacto no será inmediato”.

¿Volver a España?

Para llevar a buen puerto la investigación, tecnologías como la inteligencia artificial resultan fundamentales. “Hace años, diagnosticábamos las muestras de berberechos para decidir qué secuenciábamos y qué no. Había fenómenos –como un berberecho con dos cánceres distintos- que se nos escapaban en el microscopio. La IA nos ha llevado a un cambio brutal. Podemos estudiar un genoma completo por 300 euros. El primer análisis de este tipo costó más de un millón de dólares”. Bruzos opina que el siguiente paso se dará de mano de la computación cuántica, “que permitirá analizar muchos más datos de modo más eficiente”.

La investigadora ultima un viaje a Chile relacionado con un proyecto de vinculación entre las universidades de Caen y O’Higgins. “Llevaremos a cabo distintos experimentos y formaremos a personal investigador en el diagnóstico del cáncer contagioso en bivalvos”. Después, es probable que su siguiente parada sea el instituto Max Planck de Bremen, en Alemania, donde le dan la opción de poner en marcha un laboratorio.

“Me gustaría volver a España, pero no recibo ofertas acordes con la posición que he adquirido fuera. Aumentan contratos como los Juan de la Cierva, pero la nómina no supera los 2.000 euros y tienen una fecha de caducidad de dos años. El coste de la vida no deja de subir, pero el personal investigador sigue sufriendo inestabilidad y precariedad. Sin contratos dignos, la fuga de cerebros continúa”.

Bruzos añade otra problemática netamente española. “Somos el único país de la UE que carece de una especialidad clínica en genética. Nos deja en una situación inferior”. Ella lo comprobó en primera línea, trabajando en el Reino Unido, donde la genética tiene “un gran peso” en los hospitales. “Las familias con enfermedades genéticas son acompañadas y asesoradas para la toma de mejores decisiones. En España debería ocurrir lo mismo. Ya tenemos conocimiento suficiente como para que desembarque con todo en los hospitales del país. Mejoraría la vida de las personas”.

"El mundo necesita ciencia y la ciencia necesita mujeres"

La Fundación L’Oréal, en colaboración con la Academia de Ciencias y la Comisión Nacional Francesa para la UNESCO, ha galardonado a 35 estudiantes de doctorado y postdoctorado en Francia con el Premio ‘L'Oréal-UNESCO For Women in Science’. La española es una de ellas.

“Tenemos dos grandes problemas en ciencia en relación al género”, señala. “Por un lado, la paradoja de la ciencia. Cuanto más desarrollado está un país, menos mujeres trabajan en la ciencia. Es algo que en India, por ejemplo, no ocurre. En Francia, los indicadores no superan el 30 % y en España, el porcentaje de mujeres en el sector es de un 31,6 % (dato de 2020 en el informe Científicas en Cifras del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades”). Es desolador porque el mundo necesita ciencia y la ciencia necesita mujeres”.

Además, Alicia L. Bruzos menciona el techo de cristal. A nivel mundial, según la UNESCO, solo el 26 % de los profesores titulares y directores de departamentos o centros de investigación son mujeres. Un estudio realizado por la revista The Lancet Regional Health – Europe, indica que, si en las disciplinas humanísticas las mujeres ocupan más del 30 % de los puestos más altos de la carrera académica en Europa, la cifra cae al 22 % en las ciencias naturales y al 17,9 % en ingeniería y tecnología. “Las más jóvenes no tienen modelos en los que reflejarse. Haré todo lo que esté en mi mano para cambiar las cosas y dar visibilidad a estos problemas”.

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