Corify Care y Ownmed Innovation. Puede no le suene el nombre de estas empresas. Sin embargo, ambas están detrás de soluciones que mejoran la vida de millones de personas. Corify Care se propuso revolucionar el actual paradigma de la arritmia cardiaca, en la que los fármacos antiarrítmicos solo funcionan en el 30 % de los pacientes y más del 50 % de las intervenciones quirúrgicas requieren de una repetición.
El ingeniero de telecomunicaciones Andreu Climent formaba parte de un grupo de investigación en el Servicio de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde (con la colaboración del Instituto ITACA de la UPV) entre 2015 y 2016 dieron forma a la que hoy es su tecnología central: ACORYS, un dispositivo con el que los médicos pueden llevar a cabo un mapeo cardíaco completo, ver el origen de la arritmia y decidir el tratamiento más adecuado para cada paciente.
Enfermera e Ingeniera Biomédica, Ana Ye Zhang lidera Ownmed Innovation. La joya de la corona de la spin-off es Ostofix, un dispositivo antirreflujo de fácil uso por parte de pacientes ostomizados que evita el paso al exterior del material de desecho. Como alternativa a las bolsas de ostomía, les permite ganar autonomía al tener el control de la evacuación de sus desechos con la ayuda de una jeringa. El dispositivo, ideado por la propia Ye, tomó forma de proyecto empresarial en 2021, de la mano de la FIBHGM, la FIIS-FJD y la UC3M.
Proyectos disruptivos
Hablamos con Andreu Climent y Ana Ye en el marco del VIII Congreso Nacional de Científicos Emprendedores, celebrado la semana pasada en la sede de la Fundación Botín en Madrid. Después de 5 años de andadura, Corify Care está integrada por 20 personas y han cerrado una nueva ronda de financiación de 6 millones de euros que les ayudará a dar el salto a EEUU y Alemania el próximo año después de mapear el corazón de más de 1.400 pacientes en España y Portugal. En 2025 confían en que sean más de 5.000 los pacientes que se beneficien de su innovación.
Por su parte, en Ownmed Innovation cerraron una ronda de más de 600.00 euros en mayo de este año. Han logrado fabricar los primeros prototipos de Ostofix biocompatibles y en el 2025 arrancarán los ensayos pre-clínicos, además de haber aumentado plantilla, con 4 personas a tiempo completo.
La joven madrileña explica que optó por lanzarse a emprender impulsada por los otros cofundadores de la compañía, entre los que se encuentra Manuel Desco Menéndez, jefe del área de investigación del Hospital Gregorio Marañón. “Ayudó mi situación personal: ni era jefa de sección ni ocupaba una plaza de prestigio. Me dijeron que si yo no daba el salto, el proyecto no iría adelante. Pensé que, a pesar de la hipoteca y la falta de ahorros, jamás tendría otra oportunidad como aquella”.
Emprender en ciencia
Durante el congreso se ha analizado en profundidad si existe un camino seguro para triunfar a la hora de emprender en ciencia. “Lo que he podido observar en varias spin-offs surgidas en universidades o centros de investigación, es que ninguna de las ‘mentes’ presentes en los inicios se pasa al lado empresarial. Y es un error. A los posibles inversores les surgen dudas: “Si ni siquiera tú has dejado el trabajo para dedicarte a este proyecto, ¿por qué iba a confiar en ti?”. Existe animadversión al riesgo; miedo a abandonar el calor de una plaza pública que lleva a que muchas ideas se queden en el valle de la muerte”, argumenta Ana Ye.
En la misma línea, Andreu Climent asegura no tener noticias de muchas personas que, desde una posición estable en el sistema de salud o innovación, se atrevan a cambiar de escenario. En su defensa, Climent afirma que el propio sistema no pone las cosas fáciles. “Aún no están del todo bien vistas las excedencias para emprender. Te llevan a sentirte egoísta ya que no hay ningún incentivo para las personas que tienen que asumir tu trabajo”.
Dejar de pensar como científicos
Al igual que Ye, Climent se lió la manta a la cabeza y optó por emprender después de muchos años de inestabilidad profesional, encadenando contratos. “Aún así, intenté compatibilizar funciones dentro y fuera del hospital, hasta que resultó imposible. Supongo que es una cuestión de tiempo. A medida que más personas elijan esta vía y sean tangibles los beneficios en el sistema, se armarán los mecanismos para hacerlo más sencillo”, añade el CEO de Corify Care.
Aunque no conoce la fórmula del éxito, percibe que emprender en ciencia con garantías exige que alguien con ‘bata blanca’ implicado en el origen del proyecto deje el laboratorio para empezar a ser parte de la toma de decisiones al más alto nivel. “No necesariamente debe convertirse en CEO, pero sí cambiar de ‘gorro’ y dejar de pensar como científico. Esto implica entender que los méritos de la investigación se los empezarán a llevar otros; aparcar el ego, dejar de asistir a congresos y de firmar papers. A cambio de abrir el campo de visión y potenciar la humildad, está claro que ese nuevo rol es importantísimo para la buena salud del proyecto. El premio es tu cuota de ‘culpa’ para llegar cada vez a más personas, pacientes en nuestro caso”.
Incentivar
A pesar de las trabas y las barreras, es evidente que el sistema sanitario necesita del combustible emprendedor para innovar a buen ritmo. “Cuando tenemos que captar talento -Ownmed Innovation ha contratado una nueva ingeniera biomédica- sí notamos que ahora son más los jóvenes investigadores que optan por lo que les ofrece una startup. El funcionariado es más seguro, pero no les parece tan atractivo”, detalla Ana Ye.
Climent menciona algunos brotes verdes, como el impulso a la “aventura emprendedora” que se lleva a cabo desde el CDTI o la Agencia Española de Investigación, pero vuelve a hablar de la brecha que provoca al ausencia de incentivos. “Si las universidades y demás instituciones quieren presumir de que crean empresas y empleo, no pueden hacerlo en detrimento del personal que no emprende. Conviene dar pasos hacia abajo, más allá de las primeras capas. Las raíces deben ser fuertes para que cada universidad, centro de I+D u hospital lo pueda potenciar. Las nuevas generaciones lo tienen más claro”.
"Sin una buena transferencia, el proyecto se muere"
La transferencia de conocimiento rodea todo este entramado. “Las universidades y los centros de investigación pueden mejorar el fomento de spin-offs. No ayuda que pidan algunas cosas, como porcentajes altos de participación en la propiedad de la empresa. Hemos tenido que pelear mucho pero, sin una buena transferencia, el proyecto se muere. Las unidades de apoyo a la innovación están poco financiadas, y recae en las startups lograr inversión para soportarlas”, admite Ana Ye.
Andreu Climent opina que queda mucho por profesionalizar en la transferencia, sobre todo si nos comparamos con países que nos llevan 50 años de ventaja. “No podemos pasar de 0 a 100. Además, hay que motivar a los profesionales. Por ejemplo, en un hospital que sufre presiones de todo tipo para reducir las listas de espera, ¿cómo podemos conseguir que alguien se vuelque en una unidad de innovación? Por otro lado, hemos de lograr que la sociedad sea más consciente del valor del emprendimiento científico. Somos empresas españolas, que generamos valor y empleo de calidad que se queda en el país. Solo así España dejará de ser un comprador de tecnología en el exterior”.
Patentes y regulación
ACORYS y Ostofix son dispositivos médicos y, como tales, tienen que atravesar las gruesas murallas regulatorias de la UE para llegar al mercado. Climent y Ye tienen clara la necesidad de rodearse de equipos profesionales para no dejar ningún cabo suelto en el proceso de patentar.
En cuando a la regulación, Ana Ye también resalta que lo mejor es ir despacio, “pero bien asesorados”. De este modo, “evitamos tener que dar pasos hacia atrás o repetir ensayos clínicos y pre-clínicos, con el esfuerzo que conlleva recopilar de nuevo todos los datos y la información que requieren las autoridades sanitarias”.
Con 6 familias de patentes en la empresa, Andreu Climent reconoce que la extrema seguridad de los dispositivos que exige la UE tiene implicaciones económicas. “Pedirle riesgo cero a un producto sanitario lo encarece mucho. Nosotros tenemos cuatro personas dedicadas a la regulación. Eso sí, como empresa nos hemos profesionalizado hasta el extremo. La pena es que no queda otra que recuperar esa inversión; por eso, en el actual contexto europeo, los inversores solo apuestan por dispositivos para patologías que afecten a muchas personas. Es la única forma de obtener un retorno. Suelen quedarse fuera las enfermedades con menos incidencia”.
Emprender merece la pena
Ana Ye concluye con un mensaje de apoyo para que más personal investigador se sume a la causa emprendedora. Por su parte, Andreu Climent admite arrepentirse de no haber emprendido antes. “Que nadie crea que es fácil o que siempre va a salir bien, pero sí puedo asegurar que emprender es una experiencia enriquecedora. Hay que hacerlo, eso sí, con una buena base; disponer de una tecnología única implica capacidad científica con la que crearla, y las prisas no son buenas”.
El CEO de Corify Care añade que también es importante que, en su trabajo cotidiano, los científicos piensen que eso que tienen entre manos puede convertirse en un futuro producto y, por tanto, derivar en un proyecto empresarial. “A nosotros nos costó 15 años, pero pasamos mucho tiempo dándole vueltas a cómo sería la empresa, su estructura, la estrategia… Cuando llegó la hora de la verdad, fuimos más eficientes en tiempos y costes. En el laboratorio hay que hacerse preguntas poco habituales”.