Anna Vicent (Valencia, 1993) soñaba con prendas de ropa que nunca encontraba en las tiendas. Un día, con 12 años, dejó a un lado lo onírico y decidió tomar cartas en el asunto y apuntarse a clases de confección. La que a buen seguro era la emprendedora más joven de la región sabía que, más o menos, los sueños pueden hacerse realidad, pero la fama cuesta, y aún se acuerda de los dolores de espalda que le provocaban las muchas horas que pasó cosiendo durante años.
Pese a todo “aprendí y disfruté muchísimo”, admite Vicent, que hoy tiene su propia firma, VINT, con una primera colección compuesta de bañadores pintados a mano, en los que cada estampado es distinto y fruto de un proceso artístico-tecnológico. El proyecto forma parte de la cuarta edición de Lanzadera, la iniciativa de apoyo al emprendimiento de Juan Roig, presidente de Mercadona.
Empezar tan pronto tuvo sus ventajas y siempre llegaba al siguiente paso con la antelación suficiente como para poder equivocarse y enmendar el error, algo que también sucedió con la búsqueda de un estilo reconocible en sus prendas. “Hice mis primeros pinitos presentando mis diseños en concursos y organizando desfiles, pero siempre lo centraba en moda casual”, explica Anna Vicent sobre el momento previo a un punto de inflexión importante para lo que vino después.
“Un amigo me pidió que diseñara varios bañadores para un desfile en L’umbracle (Ciudad de las Artes y las Ciencias), un tipo de prenda que no me gustaba especialmente confeccionar”. Sin embargo, el desfile fue todo un éxito y motivó una de las mitades sobre las que hoy gira VINT.
El otro 50% llegó con las Bellas Artes (que estudió en la Universidad Politécnica de Valencia). “Manejaba la costura pero quería nutrirme de conocimientos y creatividad”, dice Vicent, sobre una época “fantástica” en la que descubrió la pintura abstracta e impresionista. “Disfrutaba manchándome de pintura y ‘guarreando’”. Pero las vocaciones tempranas son fuertes y se encontró también con que cada vez que terminaba un cuadro trataba de trasladarlo a la moda.
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Con una visión cada vez más nítida sobre el carácter híbrido de su futuro profesional, el año pasado empieza a cerrar el círculo formativo ‘macro’ y se marcha a estudiar Diseño de Moda a la ciudad inglesa de Southampton. Dedica el curso completo al trabajo de fin de carrera: pinturas abstractas plagadas de colores vivos que después aplicó a los primeros prototipos de bañadores. Este mismo proyecto fue el que presentó a Lanzadera, que la seleccionó incluso antes de que Vicent lo expusiera en la facultad
NO HAY DOS IGUALES
El proceso que concluye en un nuevo bañador es complejo. “Experimento con los colores, las texturas y los contrastes de color sobre la tela”, explica Vicent, que después digitaliza cada pintura para que sea resistente al agua y al sol. Finamente la ‘obra’ pasa a la lycra convertida en un estampado único. Colores vivos, naturaleza abstracta, feminidad de los patrones, trasparencias, lazos, volantes… Anna Vicent se inspira fundamentalmente en los impresionista del SXIX, sobre todo en las pinceladas Monet “y en la frescura de la naturaleza que refleja su obra” pero también en una etapa posterior, en genios como Gauguin, “por el uso libre de contrastes y juegos de color”, añade la fundadora de VINT.
Vicent no descarta abrir en un futuro puntos físicos para adquirir sus prendas (planea también aumentar la colección con moda casual femenina) pero por el momento se queda en el terreno del ecommerce (realiza envíos en 24H) para no encarecer demasiado el producto.
Considera que, “aunque es complicado hacerse un hueco”, conviene resaltar el valor del Made in Spain. “Aquí se trabaja muy bien y con grandes calidades, con eso nos podemos diferenciar de otros países. Italia siempre ha sabido vender un sello entendido como sinónimo de calidad. En España tenemos tan buenos tejidos, pieles y personal cualificado como en cualquier lugar puntero, así que es el momento de resaltar las excelencias del producto español”, reivindica la emprendedora.
Vicent opina que el apoyo que le está prestando Lanzadera al proyecto VINT es fundamental para la viabilidad de la iniciativa. “Me he sentido más segura, todo habría sido muy difícil sin ellos. Recibimos formaciones de grandes empresarios e incluso del propio Juan Roig que son realmente útiles. Cada uno de estos encuentros te hace pensar y trasladar conocimiento nuevo a tu proyecto”, concluye Anna Vicent, que se declara feliz de emplear sus horas de trabajo “en algo en lo que creo y con lo que disfruto”.