“Estamos en pandemia y, aunque vivimos muy lejos del terror de hace dos años, esto ni mucho menos ha terminado”. Antoni Trilla, médico epidemiólogo del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, recordaba hace unos días la “incertidumbre y la angustia” con la que profesionales como él tuvieron que lidiar tras la irrupción del SARS-CoV-2. “Nos obligábamos a mantener la calma, pero muchos días terminaba preguntándome si podía haberlo hecho mejor”.
El catedrático de Salud Pública de la Universidad de Barcelona y también Research Professor de ISGlobal (Instituto de Salud Global de Barcelona), ha participado en una nueva edición de los Debates CaixaResearch para analizar cómo será nuestra convivencia con el virus a partir de ahora. En el encuentro también ha participado Clara Prats (leer crónica de su intervención), profesora agregada de la Universidad Politécnica de Cataluña, investigadora del BIOCOM-SC y responsable de modelos computacionales en el Centro de Medicina Comparativa y Bioimagen del IGTP.
“Las vacunas despejaron el panorama radicalmente. Nunca antes tuve la sensación de que algo nos podía ayudar de este modo”, aseguraba Trilla. “Desde ahí, pudimos trabajar con más tranquilidad y esperanza”, añadía. “Por mucho que se tuerza esta pandemia, no volveremos a ese momento inicial”.
Vacunas y vacunados
Con 400 millones de casos confirmados y más de 5,7 millones de muertes oficiales (se estima que la cifra real supera los 17 millones de fallecidos), la mayoría de expertos coincide en señalar que el virus ha llegado para quedarse entre nosotros durante mucho tiempo. “La situación en España es hoy muy distinta, con la mayoría de la población vacunada y debido a la propia evolución del virus”. Según Antoni Trilla, el dominio de la variante Ómicron presenta una paradoja. “El mucho más contagiosa. Digamos que el coche es muy rápido. Sin embargo, las cifras de fallecidos y los casos graves se han desligado del número de contagiados”.
Para haber superado la fase más aguda de la pandemia, el doctor ponía el acento de nuevo en las vacunas, pero también en los ciudadanos que mayoritariamente optaron por vacunarse. La pregunta ahora es: ¿Qué hacer después de las tres dosis? “Mi opinión es que no nos vacunaremos más ni en primavera ni en verano. Llegado el otoño, todo dependerá de la situación epidemiológica. Pasaremos años conviviendo con el virus. La vacunación tendrá sentido en mayores, sanitarios, personas en tratamiento inmunosupresor, etc. En menores de 60-65 años con una salud normal es probable que no se recomienden nuevas dosis. También es importante saber el estado de la inmunidad, cuánto perdura tanto la relativa a las células de memoria como los anticuerpos”.
Todo ello teniendo en cuenta aspectos impredecibles. “Hay que esperar a los siguientes pasos del SARS-CoV-2. Llegarán nuevas variantes, y quizá alguna se escape a las vacunas actuales. No lo sabemos. Este es un virus al que ningún científico nos querríamos enfrentar: se transmite fácilmente y es imposible de controlar por la capacidad de contagio de los asintomáticos, algo que no sucedía con anteriores coronavirus”.
Un problema global
Trilla opina que dar por finiquitada la sexta ola de la pandemia es una cuestión cuyo planteamiento varía entre países. “No es lo mismo España o la UE, con pauta de vacunación completa, que países con menor tasa de vacunados o vacunas no tan efectivas. En Hong Kong, por ejemplo, mucha gente mayor no se vacunó. Prefirieron la medicina tradicional. Se impusieron medidas muy restrictivas inicialmente, pero cuando ha entrado Ómicron lo ha hecho por una ventana abierta. China también preocupa, su vacuna no es tan efectiva”.
El esquema del experto en este sentido coincide con el de la OMS. “Lo importante es lograr una vacunación mundial uniforme; un 70 % de la población con al menos dos dosis. De lograrlo, y a no ser que el virus hiciera una finta muy brusca, reduciríamos mucho la circulación del virus y, sobre todo, la posibilidad de que surjan nuevas variantes. Esto no sucederá en 2022. No olvidemos que tenemos un solo mundo y una sola salud”.
La fase diente de sierra de la pandemia
Desde hoy, el seguimiento de la pandemia entra en un nuevo escenario. Entre las aperturas lanzadas desde Sanidad, llama la atención la posibilidad de que los infectados asintomáticos no tengan que guardar cuarentena. Antoni Trilla invitaba al sentido común. “Seamos prudentes y quedémonos en casa si presentamos síntomas. Como epidemiólogo, lo tentador es que nos encerremos todos hasta superar la enfermedad, pero como ciudadano entiendo que hay que volver a la normalidad. Debemos equilibrar derechos y capacidades con la situación actual. Y, si algo sale mal, saber rectificar a tiempo”.
También ayuda el constante conocimiento que los profesionales han adquirido para tratar con garantías a los pacientes. “Ahora entramos en una fase de diente de sierra, sin grandes incrementos ni descensos de nuevos casos”, aseguraba el experto. “Al hospital siguen llegando pacientes que pasan semanas en la UCI, pero por lo general los ingresos son más cortos. Conocemos mejor la enfermedad; han evolucionado los protocolos y los tratamientos. Dispondremos de nuevas vacunas y de nuevos fármacos que contribuirán a normalizar el COVID-19”.
Colaboración
De los escasos rayos luminosos que nos deja la pandemia, Antoni Trilla se queda con la capacidad colaborativa de miles de científicos. “Rápidamente compartieron información. Se hizo un gran trabajo y gracias a años previos de investigación pudimos tener las primeras vacunas en tiempo récord. Con anterioridad, la más rápida en llegar al mercado fue la del sarampión, y se demoró cuatro años”.
El experto cree que este esfuerzo intensivo provoca que la tecnología vacunal haya avanzado varias décadas en sólo dos años. “Es un salto espectacular. Ahora, tanto la financiación como la cooperación irán volviendo a la normalidad. Salvo excepciones notables de algunos países que cuidan la ciencia, los investigadores nos movemos más bien en el mundo de la pobreza de recursos. Existen poca estabilidad y poca inversión”.
Esta precariedad contrasta con el protagonismo mediático adquirido por la comunidad científica en los últimos tiempos. “Los políticos dicen: ‘Haremos lo que diga la ciencia’. Pero la ciencia no tiene las respuestas claras que ellos quieren. Más bien estamos rodeados de interrogantes necesarios. Ni la ciencia ni la política han de guiar todos nuestros pasos, aunque conviene que periodistas, políticos o ciudadanos consulten a los científicos antes de lanzar mensajes que despistan”.