¿Sería posible llegar a un sistema cien por cien renovable? Seguramente sí, aunque eso significaría pagar un precio elevado en algunos parámetros. Un equipo en el que participaba Antonio Turiel, científico del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC (ICM-CSIC), desarrolló en 2012 un planteamiento así, totalmente sostenible, considerando solo algunas variables, como el uso de tecnologías probadas con suficiente rendimiento y que no implicaran el uso de materiales escasos. “Concluimos que, si bien la transición era posible, implicaría una intensa colaboración internacional a niveles nunca antes vistos, además de prácticamente agotar algunos recursos como el cobre, y un esfuerzo comparable al de una economía de guerra ininterrumpidamente durante al menos 30 años”, explica el investigador. “Además, tras la transición la economía no podría volver a crecer nunca más”.
Llegaron a profundizar más en ese análisis gracias a que el científico Jordi Solé consiguió financiación para un proyecto europeo. Así nació MEDEAS, que implica a 10 instituciones de diversos países europeos, incluyendo algunos ministerios extranjeros. “El principal resultado del proyecto es el denominado modelo MEDEAS, que es una herramienta para planificar la transición con un nivel de detalle, en variables ambientales y socieconómicas, que no se había conseguido hasta ahora”, explica Turiel en declaraciones a Innovaspain.
De esta forma han conseguido analizar “un escenario de transición renovable” más completo que el que hicieron en 2012. “La conclusión fue que, de nuevo, la transición era viable pero con un gran agotamiento de materias primas y, dado que se necesita consumir muchos combustibles fósiles para el despliegue del nuevo sistema, las emisiones de CO2 se dispararían y se superaría la concentración de CO2 para el escenario de aumento de 1,5 ºC durante unos años, aunque después, con técnicas de captura de CO2, se conseguirían reducir”.
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La pregunta que surge está clara: ¿Merece la pena? “Seguramente sí, pero el resultado nos muestra que el camino de la transición discurre por una cornisa muy delgada al borde de un acantilado, y cada año que la demoramos ese camino se vuelve más estrecho”.
“Hay que actuar”
Junto con el ICM-CSIC, el otro socio español del consorcio europeo ha sido el Grupo de Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid, que participó muy activamente en el desarrollo de MEDEAS. Se trata, explica el responsable del blog The oil crash, de “un modelo de dinámica de sistemas, que esencialmente lo que hace es conceptualizar los grandes sectores de actividad y ambientales del mundo entero (por ejemplo, la construcción o el uso del suelo), así como las principales variables socioeconómicas (por ejemplo el PIB o la tasa de paro), y las relaciona entre ellas, generando una dinámica que nos permite predecir qué va a pasar en los próximos años (siempre, claro está, dentro de las limitaciones de un modelo de estas características)”.
Es por tanto, continúa, “una herramienta muy útil para definir políticas públicas e incluso cuestiones de planificación empresarial, y es un modelo que se distribuye gratis y con código abierto”.
Es una buena base para marcar una hoja de ruta cada vez más necesaria y perentoria. “Yo creo que todos, excepto algunas personas muy ingenuas o muy malintencionadas, somos conscientes de la gravedad de lo que está pasando y de la urgencia en reaccionar”, apunta Antonio Turiel. “Otra cosa es que no seamos capaces de conseguir convertir nuestro convencimiento intelectual en una actuación efectiva”. Por ello apuesta por “continuar haciendo pedagogía”, porque “no basta con saberlo y entenderlo, sino que hay que actuar”.
Y para ello hay que tener algunas cosas claras, como que la energía del futuro será la renovable, la cual, según el investigador del ICM-CSIC, “será la única utilizada el siglo que viene”. “Es la única energía cuyo flujo continuo está garantizado por la presencia del Sol”, puntualiza. El problema es que acoplarnos a la nueva realidad no será fácil y “la adaptación requerirá décadas”. “Dadas las urgencias que tenemos (el Cambio Climático, el agotamiento del petróleo, la pérdida de biodiversidad, la falta de agua, etc), cuanto antes comencemos tanto mejor será”.
Comunicar la ciencia
Turiel lleva abordando estos y otros temas en su blog The Oil Crash, que con el paso del tiempo se ha convertido, en palabras de su propio creador, “en una gran biblioteca que contiene muchos artículos que les permiten a los lectores saber más a un nivel divulgativo sobre los diversos problemas que aquejan a la sociedad”. El subtítulo de esta web deja claro el tema de debate: “La llegada al cenit de producción mundial de petróleo ha puesto a la economía contra las cuerdas. Analizamos las noticias relacionadas y las soluciones”.
El blog es la excusa para debatir con el entrevistado sobre la necesidad de que los científicos se animen a “comunicar la ciencia”. Pero no siempre es una tarea fácil. “No todo el mundo tiene la misma habilidad para hacer más inteligible su trabajo y, además, no siempre tenemos todos los instrumentos para mejorar nuestra capacidad de llegar a la gente”.
“Generalmente, hacer divulgación implica hacer más trabajo del que normalmente uno ya hace y lógicamente no se puede pedirle a todo el mundo que haga este sacrificio”, añade. También señala como algo positivo la labor que viene realizando el CSIC desde hace unos años de cara a implementar “nuevos instrumentos para mejorar esta actividad que aún es demasiado minoritaria entre los científicos”. “Yo creo que la actual extensión de los servicios de comunicación del CSIC va a incrementar la cantidad y la calidad de la divulgación que haremos en los próximos años”, concluye.