BALEARES
Un Bosque Marino en el Mediterráneo
El proyecto de replantación de posidonia oceánica de IMEDEA-CSIC y REE ha permitido restaurar el 60 por ciento de este sumidero natural de carbono en Baleares
Gabriela Martínez
En el noreste de Palma de Mallorca, en la bahía de Pollença, existe un pequeño oasis a cinco metros debajo del mar. Se trata de una pradera de unos 10.000 metros cuadrados de posidonia oceanica, una planta acuática endémica del Mediterráneo que no deja de fascinar a científicos y ambientalistas por sus propiedades para preservar el ecosistema marino.
Esta planta es la protagonista del Bosque Marino, un proyecto de Red Eléctrica de España (REE) y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
El objetivo de esta iniciativa de cuatro años, que REE ha financiado con unos 500.000 euros y que cuenta con el apoyo del Gobierno de las Islas Baleares, “es replantear dos hectáreas de fondo marino (20.000 metros) donde la pradera se había perdido”, explica el director del IMEDEA, Jorge Terrados. Hasta ahora se ha plantado el 60 por ciento. Ambos organismos tenían una colaboración previa cuyos resultados habían sido “muy positivos”, asegura Terrados.
La posidonia “es la planta marina que más carbono acumula”, afirma el experto. La pradera sirve como un sumidero natural de CO2, donde queda almacenado hasta el 10 por ciento del carbono que se genera en los océanos, que tarda en descomponerse cientos o miles de años. Por ello, es un actor clave en la lucha contra el cambio climático.
Este bosque, que también actúa como un filtro de nutrientes en el agua, es el hogar de más de un millar de animales como crustáceos, moluscos y peces, y más de 400 especies de plantas marinas. Baleares alberga la mitad de toda la superficie de praderas de posidonia en el litoral mediterráneo español, unos 630 kilómetros cuadrados. Las existentes entre las islas de Ibiza y Formentera, en el parque natural de Ses Salines, fueron declaradas en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La recuperación de la pradera tardará unos decenios en apreciarse
La primera vez que el equipo de buceadores se sumergió a plantar posidonia fue en marzo de 2018, la segunda en noviembre de ese mismo año y la tercera entre abril y mayo de 2019. La cuarta y última replantación, que comenzó a finales de noviembre, está en pleno proceso..
Al tratarse de una planta tan frágil, la recuperación de la posidonia “es muy lenta”, de acuerdo con Terrados. Los fragmentos se mantienen en cajas de plástico en el fondo del mar en las aguas del aeródromo militar de Pollença -el proyecto también cuenta con la colaboración del Ministerio de Defensa- donde crecen de forma natural gracias a la dinámica marina. Allí, los buceadores las colectan, la seleccionan y luego las plantan en la bahía, a unos cuantos kilómetros.
La pequeña planta verde que estos manejan mide unos cinco centímetros de longitud, tiene una semilla del mismo color, dos o tres raíces blancas, y unos frutos a los que se conoce como olivas de mar. Se le suele encontrar desde la orilla hasta los 35 metros de profundidad.
Un año después de la primera plantación, Terrados estima que la supervivencia de lo plantado es superior al 90 por ciento aunque, en su opinión “aún es pronto para establecer un resultado”. La recuperación de la pradera tardará unos decenios en apreciarse. “Los procesos son muy lentos pero si no intervenimos lo son aún más”, asegura.
Aunque el proyecto finaliza normalmente en 2021, el director del IMEDEA pretende mantener un “laboratorio vivo”, donde pueda seguir estudiando el mecanismo de floración de la posidonia e indagar en cómo acelerar su tasa de crecimiento.
Desde REE también tienen “mucho interés en continuar trabajando en este proyecto o iniciativas similares que persistan en la recuperación y cuidado de la posidonia oceánica”, afirma Antonio Calvo Roy, director de Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de la compañía. Calvo agrega que este tipo de actuaciones son “totalmente necesarias para contribuir al aumento del capital natural en el territorio y promover el desarrollo sostenible”.
Una especie amenazada
El aumento de la temperatura del agua del mar en verano y todas las actividades humanas directas, como los fondeos de las embarcaciones, los dragados (limpieza que implica la remoción de rocas y sedimentos), las obras en la costa, los vertidos de desaladoras, o las actividades indirectas, como los vertidos de aguas residuales, causan la muerte de esta planta, explica Terrados.
En los últimos 50 años ha habido una regresión de estos ecosistemas milenarios en un 34 por ciento, según un estudio publicado en la revista Nature, que achacaba al cambio climático y a las actividades humanas la disminución de las praderas. Y según un estudio anterior del IMEDEA, la densidad de posidonia disminuyó un 50 por ciento desde los años 90, reduciendo con ello su capacidad de retener carbono.
Según datos de la Consellería de Medio Ambiente y Territorio, el Gobierno balear impuso, hasta noviembre de 2019, al menos 18 sanciones por fondear sobre posidonia, en 2018 fueron 24 sanciones, la mayoría en Mallorca. Ese mismo año, el Ejecutivo aprobó un decreto de conservación para proteger esta especie.
Además, según el último informe de Ecologistas en Acción, la depuradora de Son Bosc, ubicada en Mallorca, que da servicio a los núcleos urbanos de Playas de Muro y Can Picafort, carece del tratamiento necesario para cumplir con la normativa de vertidos en las bahías.
Del mar a las aulas
La primera vez que la posidonia saltó del mar a las aulas fue en el curso 2016-2017, con alumnos de 5º de primaria de la escuela de Esporles que, como sus maestros, “se implicaron mucho”, asegura la bióloga del IMEDEA, Inés Castejón. A raíz de esta experiencia inició otro programa en cuatro primarias de Mallorca, “la posidonia oceánica en el aula”, desarrollado durante el curso 2018-2019, cuya acogida por parte de los niños ha sido “fenomenal”, según Castejón.
Tras el éxito obtenido, el proyecto se ha extendido a diez nuevos centros escolares de Mallorca durante el curso 2019-2020. De enero a abril participarán cuatro escuelas primarias y seis de secundaria de distintos municipios, “coincidiendo con la última campaña de replantación”, destaca la bióloga. Los alumnos y profesores del curso anterior serán los guías en estos nuevos centros, precisa Calvo. A esta iniciativa pedagógica se suma este año la inauguración de la exposición sobre posidonia y bosque marino en las instalaciones del Centro de interpretación marino Aula del Mar.