El reto no es financiar lo que ya es verde, sino hacer verde el resto de la economía

Por Ana Botín, presidenta de Banco Santander

(Extracto de su artículo originalmente publicado en Linkedin)

Ana Botín

Ver en persona el hielo derritiéndose y cayendo al mar fue una experiencia que me hizo reafirmar la responsabilidad que todos tenemos de actuar: particulares, empresas y gobiernos. Y para tener éxito es necesario trabajar todos juntos. Es fácil sentirse impotente por la magnitud de la tarea: la dificultad de que el mundo trabaje coordinadamente y la escala del cambio que se necesita si queremos reducir las emisiones globales. 

Aunque de por sí soy optimista no voy a minimizarlo. Bien al contrario, estamos ante una emergencia. Si continuamos haciendo las cosas como de costumbre, con el tiempo no habrá nada que hacer. Pero si trabajamos juntos, aprovechamos nuestra creatividad, energía y dinamismo y actuamos desde ya; podemos tener un impacto positivo.

No creo que esto signifique que tengamos que elegir entre “más prosperidad” o “ser más ecológicos”. Necesitamos que el crecimiento sea sostenible e inclusivo. Un crecimiento que impulse y financie la inversión en tecnologías verdes. Un crecimiento que llegue a todos, para que a medida que nuestras economías y sociedades reduzcan las emisiones, las comunidades y los países no se queden atrás. 

En banca se habla de stranded assets, como los de las compañías petroleras cuyos modelos de negocio deberán cambiar significativamente para continuar operando en un futuro verde. Por supuesto hay que tenerlos en cuenta, pero el activo más importante que tenemos son las personas. Necesitamos ayudar a formar y volver a capacitar a las personas para que puedan conseguir un empleo en las nuevas industrias “verdes” que surjan y en la nueva economía digital.

¿Qué significa todo esto para nosotros en Santander? Como uno de los mayores bancos del mundo, y para poder cumplir con nuestra misión de contribuir al progreso de las personas y de las empresas, para nuestros equipos, nuestros clientes, nuestros accionistas y las comunidades donde operamos, tenemos responsabilidad de hacer tres cosas. 

En primer lugar, contribuir a movilizar los miles de millones de euros necesarios para financiar la transición a la economía verde: y, con el tiempo y de forma responsable, midiendo el impacto, revisar nuestra financiación de las fuentes de energía tradicionales. En segundo lugar, acompañar a nuestros clientes –144 millones en total– y ayudarles a tomar decisiones verdes. En tercer lugar, liderar a nuestros equipos en esa misma dirección y cambiar nuestra forma de trabajar para reducir nuestras propias emisiones y el impacto de nuestra actividad en el medio ambiente.

Solo promoviendo la necesaria relación entre ciencia e innovación podremos asegurar la transferencia al sistema productivo del conocimiento generado

Hace ya tiempo que Santander es uno de los mayores proveedores de financiación de energías renovables de Latinoamérica y del mundo. Hemos financiado más de 700 proyectos, desde parques eólicos en Portugal, España, Reino Unido, Países Bajos, México, Uruguay y Brasil, a plantas solares en Italia, España, Reino Unido y Estados Unidos. Las plantas de energía renovable que financiamos en 2018 generaron suficiente energía como para dar electricidad a todos los hogares de Chile -el equivalente a todos los hogares de Londres y Madrid juntos-. Y el pasado mes de octubre emitimos un Bono Verde de 1.000 millones de euros para la financiación de proyectos de energías renovables.

Ahora queremos ir más allá. Uno de nuestros objetivos clave de banca responsable es movilizar 220.000 millones de euros en ‘financiación verde’ hasta 2030, para ayudar a nuestros clientes en la transición hacia una economía más sostenible. Sin duda, nuestra financiación a clientes que todavía trabajan con combustibles fósiles será cuestionada por algunos e incluso pueden pretender que dejemos de hacerlo inmediatamente. 

Pero hay que tener en cuenta que Santander ya es uno de los bancos con menor exposición relativa en financiación a fuentes de energía tradicionales entre los comparables (ocupamos el puesto 31 de las 33 entidades revisadas por BankTrack). Y nos hemos comprometido a no financiar nuevos proyectos de centrales térmicas de carbón ni de minas de carbón en todo el mundo y a no aceptar ningún nuevo cliente relacionado con la actividad del carbón en todo el mundo. Tenemos que hacer una transición de forma ordenada, acompañando a nuestros clientes y trabajando conjuntamente con los gobiernos y todas las partes implicadas.

Santander es firmante del Compromiso Colectivo de Acción por el Clima de Naciones Unidas para contribuir a la consecución de los objetivos del Acuerdo de París. Este compromiso establece medidas concretas y plazos, incluyendo la adaptación de la inversión para reflejar y financiar la economía baja en carbono necesaria para que el calentamiento global se mantenga por debajo de los 2 grados, procurando que sea inferior a 1,5 grados Celsius; la puesta a disposición de nuestros clientes de productos y servicios que faciliten la transición económica que nos permita alcanzar la neutralidad climática y asumiendo el compromiso de reportar el impacto y progreso de estos compromisos. Este último punto es crítico. Estamos trabajando en la implantación de las recomendaciones del “Task Force for Climate-Related Financial Disclosures (TCFD)”, para medir (y reportar) cómo impactan nuestras decisiones de financiación en las emisiones y qué acciones proponemos para limitar ese impacto.

Nuestro objetivo es movilizar 220.000 millones de euros en 'financiación verde' hasta 2030

Aunque hay que poner el foco en reducir las emisiones, tenemos que hacerlo sin olvidar nuestra responsabilidad con las comunidades que todavía dependen de estas industrias. Aunque algunos países están avanzando para disminuir su dependencia de los combustibles fósiles, el mundo no puede funcionar ahora mismo sin esta fuente de energía. Según avanzamos en la transición no podemos ni debemos olvidar la “S” de Social de los criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo). Para llevar a cabo esta transición necesitamos el apoyo de la sociedad. La gran mayoría de las compañías del sector de energía tradicional lo reconoce y está invirtiendo considerablemente no solo en nuevas tecnologías, sino en la transición y la formación para la economía verde.

El área sobre la que podemos actuar directamente es el impacto que nuestra actividad como empresa, con 200.000 empleados, tiene en el medio ambiente. Entre 2011 y 2018, redujimos nuestras emisiones y el consumo de electricidad un 27 y un 36 por ciento, respectivamente. El 43 por ciento de la electricidad utilizada por Santander ya procede de fuentes renovables. Pero queremos ir más allá. 

Por eso nos hemos comprometido a que toda nuestra electricidad provenga de energías renovables en los países en los que es posible obtener certificados de energía renovable en 2025 (ya lo hemos conseguido en todos los edificios y sucursales de Santander en Alemania, España y Reino Unido). Esto forma parte de una ambición más amplia: ser neutros en emisiones de carbono en 2020. Para ello, entre otras cosas, queremos seguir ayudando a nuestros equipos a reducir las emisiones viajando menos y utilizando las videoconferencias aún más. Y este año empezaremos a compensar nuestras emisiones.

Para movilizar los miles de millones de euros necesarios para combatir el cambio climático es necesario asegurar que el precio del riesgo se fije correctamente, ya que eso ayudará a dar seguridad a los inversores. Para ello es necesario contar con una taxonomía sólida -términos y metodología comunes- que no solo evite lo que se conoce como greenwashing, sino que identifique qué activos y sectores debemos impulsar y en cuáles debemos ayudar en la transición. Para ser sólida, esa taxonomía se debe construir en base a datos fiables y comparables. Y necesitamos que los organismos internacionales acuerden y fijen los principios y los estándares globales. El reto no es, obviamente, solo financiar lo que ya es verde, sino hacer verde el resto de la economía. Y asegurarnos de que la transición es justa y no deja a nadie atrás.