Ariadna Sanchis tiene 17 años, estudia en el Institut Olorda de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona) y le apasiona la ciencia. “Desde niña me ha fascinado el funcionamiento de nuestro cuerpo y de todo lo que nos rodea. Saber que gran parte de mis preguntas tenían una explicación me incitaba a querer descubrir más, así que debo parte de mi vocación a mis padres, que, sin dedicarse al ámbito científico, siempre me han ofrecido respuestas y han mantenido activo mi interés por el conocimiento”.
Recientemente, la joven ha dado el primer paso para empezar a hacer realidad su sueño tras participar en el programa ‘Bojos por la ciencia’. Concretamente lo hizo en el apartado dirigido a la biomedicina, ‘Crazy about biomedicine’, impulsado por la Fundació Catalunya-La Pedrera y el IRB Barcelona.
El objetivo de la iniciativa es que los estudiantes puedan adquirir conocimientos básicos sobre lo que implica trabajar en un laboratorio real y recibir varias clases prácticas impartidas por distintos investigadores. “El programa daba la posibilidad de llevar a cabo el Treball de Recerca (el trabajo de investigación que se realiza al final del Bachillerato) en los laboratorios del IRB con ayuda de un investigador”, detalla Sanchis.
Día a día en el laboratorio
Es en este punto donde arranca la fructífera colaboración con el que ha sido su tutor en ‘Crazy about biomedicine’: el Dr. Mohamed Abdelsalam, investigador posdoctoral de PROBIST Marie Curie que trabaja en el laboratorio del Dr. Jordi Casanova y profesor titular de Farmacognosia en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Delta (Egipto).
“Cada mañana, me ponía la bata nada más llegar, cogía la libreta y el bolígrafo y charlaba con el Dr. Abdelsalam sobre el trabajo de la jornada y la posible puesta en marcha de nuevas ideas”. La estudiante habla de lo mucho que disfrutó dejándose guiar en procedimientos nuevos para ella. “Es sorprendente lo rápido que trabajan los investigadores y cómo los distintos departamentos se ayudan entre sí. El laboratorio es donde más pude aprender. Manipulé el material y aporté mi granito de arena en una investigación real relacionada con la lucha contra el cáncer”.
El poder del calçot
Ariadna Sanchis alude al trabajo que ha abordado junto a su tutor del que se extraen conclusiones interesantes sobre el potencial anticancerígeno de los calçots. “Comparando nuestros resultados con las directrices del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) sobre la concentración inhibitoria (IC50) de los extractos de plantas, determinamos que dos extractos, uno hecho con el tallo (CW) y otro con la parte comestible (CE), exhibían propiedades anticancerosas”, explica.
Además de probar los extractos hechos sólo con calçot, testaron otros mezclando la planta con doxorubicina [DOX], una droga utilizada en la quimioterapia, en tres combinaciones - CE+DOX, CW+DOX y CW+CE+DOX- que mostraron también una importante actividad anticancerosa.
“Sorprendentemente, el tallo del calçot contribuye más a la actividad anticancerosa que la parte comestible. El hallazgo muestra que la combinación de productos naturales con agentes quimioterapéuticos convencionales puede disminuir la toxicidad del tratamiento al permitir una reducción de la dosis”. Ricos en flavonoides, los calçots tienen propiedades antioxidantes, lo que contribuye a la citada actividad.
Aplicación futura
Ariadna Sanchis señala que, hasta el momento, este es el primer informe que testa la actividad biológica de los extractos de calçot como sustancias anticancerígenas. “En el futuro pensamos que podría considerarse probar los efectos positivos de una pastilla concentrada de calçot tanto para prevenir la enfermedad como para tratarla combinada con agentes quimioterapéuticos”.
El estudio pone también el acento en los beneficios extra de los tratamientos naturales. “Cada año se tiran miles de kilos de la parte no comestible de la planta. Nuestra propuesta es respetuosa con el medioambiente, al reducir los productos de desecho y promover el desarrollo de tratamientos eco-friendly”.
Ahora la meta de Ariadna Sanchis es estudiar ciencias biomédicas. “También me gustan la biotecnología, la bioquímica y, en un segundo peldaño, la física. Creo que se debe a que soy bastante detallista. Me gusta conocer las particularidades de las cosas y estas son ciencias que permiten explorar y entender el funcionamiento de los seres vivos a nivel molecular”.
Tiene claro que le espera un futuro dedicado a la investigación “dentro o fuera de España”, aunque no tiene prisa. “De momento voy a disfrutar el final del Bachillerato y trabajaré duro para cumplir mis sueños”.