En su familia no había una afición especialmente marcada por las matemáticas, pero se despertó en él un interés por esta ciencia muy pronto. “Con cinco años ya me empezaron a atraer”, recuerda Artur Ávila (Rio de Janeiro, 1979). “Con trece años participé en el programa de Olimpiadas de Matemáticas, pero hasta entonces aprendí por mi cuenta –continúa–. Intentaba ir más allá de lo que me daban en las clases y también les pedía libros a mis padres para leer cosas un poco más avanzadas, sin mucha guía, pero intentando progresar”.
Fueron los primeros pasos de una carrera meteórica. Este brasileño-francés ingresó en una maestría del Instituto de Matemática Pura e Aplicada de Brasil (IMPA) con tan solo 16 años, cuando cursaba Secundaria. Con 21 ya había terminado el doctorado. En 2014 fue el primer latinoamericano en ganar la Medalla Fields, que se concede a investigadores menores de 40 años. Ahora, aunque su preferencia es investigar, explota su popularidad para transmitir su pasión por las matemáticas.
Y es que el reconocimiento de la Medalla Fields le ha dado una “gran visibilidad”. “Desde entonces es natural que haga trabajos de divulgación, en Brasil principalmente, para que las matemáticas lleguen a la población. También entrevistas con periodistas –pero no de manera excesiva– para que se llame la atención sobre estos aspectos. Además, he recibido invitaciones para estancias, pero eso es algo normal para los matemáticos de investigación, por lo que no he alterado mucho mis planes y no viajo mucho más que antes”.
Aunque reconoce que “el desarrollo de la ciencia en Brasil es mucho más reciente que en Francia” y, quizás por eso, “no se entiende bien la necesidad de invertir en ella de forma continua y a largo plazo”, Ávila afirma “las matemáticas han avanzado mejor que otras ciencias [en su país] por varias razones”.
“Una de ellas es que son particularmente baratas, no necesitan laboratorios, solo personas –asegura en una entrevista a la Agencia Sinc, realizada coincidiendo con su reciente paso por Madrid, invitado por la Universidad Complutense y el Instituto de Ciencias Matemáticas–. Por eso nosotros sufrimos un poco menos con esas idas y venidas de los gobiernos en la financiación de la investigación”.
En relación con IMPA, presume de que el instituto cuenta con “personas excepcionales que se fueron a estudiar fuera en los años 50 y 60 y decidieron volver para crear un programa de desarrollo de matemáticas”. “Tenían un objetivo claro: dar más importancia a la calidad para crear una investigación competitiva internacionalmente. Después, aparecieron brasileiros y latinoamericanos de altas capacidades que dieron continuidad a ese proyecto”.
SIEMPRE MÁS ALLÁ
En contra de lo que se suele pensar, Artur Ávila defiende que “la investigación matemática es solamente creatividad, imaginación”. “Lo que no depende de ello es algo automático que los matemáticos hacen sin muchas dificultades porque tienen conocimientos técnicos muy elevados”.
“La cuestión es que su belleza está en su dificultad, no existe una receta para descifrarlas, hay que descubrirlas. No solo se trata de resolver problemas, sino también de formular el contexto y la compresión del universo matemático en el cual esos problemas tienen sentido. Toda esa visualización depende de la imaginación, que ayudará a la propia resolución. Hay que ir siempre más allá, y ese más allá no es hacerlo mejor, sino diferente”.
Cuando se le pregunta qué problema matemático “mítico” le gustaría resolver, asegura que no le gusta pensar en uno en concreto al que dedicar toda mi vida porque “las oportunidades surgen a veces en un momento en el que no estabas centrado directamente en él”. A pesar de ello reconoce que considera “importante” el conjunto de Mandelbrot, “que es un fractal particularmente conocido, con unas microestructuras muy sorprendentes”.