Para Asunción Álvarez (Ciudad de México, 1957), investigadora mexicana de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Consejo de Bioética, la pandemia de coronavirus nos confronta con nuestro destino. “Nos está poniendo de frente que nos podemos morir. Nosotros que queremos pensar que tenemos control sobre la muerte y que la medicina siempre tiene algo que hacer”, asegura.
“La muerte no es un asunto que nosotros controlamos. La medicina tiene límites”, añade. En su opinión, “es un error pensar que el tratamiento médico siempre es igual a curación y a vida. No es cierto”. “Llega un momento en la vida en que uno ya no elige tanto si se acaba o no se acaba sino cómo quiere acabarla”, subraya.
Álvarez es una de las expertas detrás de la Guía Bioética para la Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, publicada por las autoridades sanitarias del país y modificada tras recibir críticas. Uno de los puntos más polémicos de la primera versión era que, en caso de “empate” entre dos personas, privilegiaba a los jóvenes, bajo el principio de mayores “vidas por completar”. Pero este se quitó por recomendación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) que consideraba el criterio discriminatorio.
La guía tiene dos funciones: tener criterios para decidir a quién se le da un tratamiento del que depende la posibilidad de sobrevivir y a quién no. La otra es quitar al médico la carga de la decisión, que además corre el riesgo de caer en sesgos. “Supone una enorme carga emocional que desgasta a los médicos”, asegura Álvarez.
Desde la primera versión del documento prevaleció el criterio de “salvar la mayor cantidad de vidas”. Por ello, los pacientes que tienen mayor probabilidad de sobrevivir con la ayuda de la medicina crítica son priorizados sobre los pacientes que tienen menor probabilidad de hacerlo.
En su opinión, la polémica en torno a la guía, que está basada en la guía de triaje de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), iba más allá y se debió, en gran media, en el miedo, en “no me recuerden que me puedo morir y que además no van a hacer nada para evitarlo”.
Sin embargo, Álvarez admite que se pudo haber evitado llegar a una situación como esta. “La pandemia ha puesto en evidencia las tremendas carencias de nuestro sistema. Nosotros tuvimos más tiempo de ver lo que se venía pero no de arreglar un sistema de salud que es inequitativo y que es muy disparejo”, asegura.
Para ella, cualquier guía bioética debe ocuparse de los temas relacionados con la justicia social, como la distribución justa de los recursos. La futura vacuna contra el COVID-19 es tan solo un ejemplo. “No sabemos si va a haber para todos. Y luego va a haber otro problema más: ¿Y los que se oponen a las vacunas? ¿Puede haber libertad para quien no quiere?”, se cuestiona y añade que esto podría tener consecuencias terribles porque amenazaría la inmunidad que se busca.
Y reitera: “¿Hasta donde se puede respetar la autonomía en temas que son de salud pública?”.