La ingeniera en biotecnología peruana Athalí Castro (Cusco, 31 años) es optimista sobre el ecosistema emprendedor español tras haber sido una de las diez jóvenes que participó en la segunda edición de Puentes de Talento de Madrid. “Hay un ecosistema bastante armado que allá no tenemos”, afirma la CEO de Oxcem, una empresa que fabrica biorreactores de microalgas que capturan el dióxido de carbono (CO₂) del ambiente para purificarlo. “Tiene todos los mecanismos que nosotros no tenemos y probablemente no tengamos en mucho tiempo”, agrega Castro, que apareció en la lista de jóvenes innovadores latinoamericanos menores de 35 años de la revista MIT Technology Review en español.
Puentes de Talento es una iniciativa, impulsada y financiada por la Dirección General de Innovación que atrajo a la capital a emprendedores procedentes de América Latina, seleccionados entre 243 candidaturas. Durante ocho semanas, estos jóvenes tuvieron programas de formación y entraron en contacto con empresas con importantes áreas de innovación.
Un programa que a Castro le permitió dar el salto hacia Europa para dar a conocer su proyecto donde, en su opinión, existe interés en las innovaciones centradas en luchar contra la crisis climática. “Es una oportunidad que muy pocas veces tienes y que el programa ha logrado conseguir”, asegura.
Para la emprendedora hay una enorme diferencia entre emprender en España y emprender en Perú. “Estamos muy acostumbrados a vivir siempre en alerta. Por la inseguridad, por ejemplo [...] En nuestro país todo es más inestable”, explica, “Y este sistema de alerta se aplica en la vida profesional”. “Acá existe la estabilidad para proyectar [...] No tienes que estar muy pendiente de estas variables externas y puedes concentrarte en tu proyecto”.
El origen de Oxcem
Oxcem se constituyó como empresa en 2022 y la conforman Carlos Nolte, especialista en marketing, y McDonald Villacorta, ingeniero industrial. Pero la idea de los biorreactores surgió varios años atrás.
Nació del amor de Castro hacia las microalgas. Y este interés surgió cuando estudiaba ingeniería en biotecnología en la Universidad Católica Santa María, en Arequipa. Allí Castro se interesó por la astrobiología y, mientras trabajaba en un proyecto en el desierto de la Joya descubrió los líquenes (una asociación entre microalga y hongo), que alimentaron su interés hacia las microalgas.
“Mi idea principal era: si las microalgas sirven para transformar dióxido en oxígeno se pueden usar en domos cuando vivamos en Marte”. Pero se dio cuenta de que le costaría trabajo conseguir financiación para un proyecto así, por lo que decidió reenfocarlo. Pasó años investigando sobre microalgas y biorreactores hasta que llegó a una conclusión.
“Si tenemos un problema tan grande de contaminación por CO₂, entonces una solución, que no es la solución total, pero es una solución, puede ser utilizar estas mismas microalgas para ayudar a reducir esta contaminación que produce tantas muertes”, pensó. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire provoca 7 millones de muertes al año. Y de acuerdo con un estudio de la Agencia Europea del Medioambiente (EEA, por sus siglas en inglés), en España se podrían haber evitado 14.070 muertes en 2021 por contaminación del aire si las normas de la Unión Europea (UE) estuvieran alineadas con las recomendaciones de la OMS.
El nacimiento de los biorreactores
“Las microalgas son microorganismos unicelulares que hacen un proceso fotosintético similar al de las plantas pero la capacidad de fijación de CO₂ que tienen es casi 200 veces más que cualquier planta que exista”, asegura Castro. La ingeniera y su equipo presentaron en 2019 el proyecto en el MIT en Boston, y tiempo después recibieron financiación del Ministerio de Producción del Gobierno peruano.
En un principio instalaron biorreactores en espacios pequeños y, tras la pandemia, instalaron algunos en el aeropuerto de Lima. Pero la gente los empezó a maltratar y se percataron de que necesitaban muchos “para realmente generar impacto”, cuenta, así que decidieron trabajar directamente con las industrias porque “son las que más contaminan y tienen un impacto directo en la gente. Las poblaciones que están alrededor de la industria son las que reciben directamente todos los gases contaminantes”, afirma.
Castro y su equipo empezaron a crear reactores industriales para poner directamente en las plantas y a generar biomasa. Actualmente trabajan con dos empresas de la industria pesquera y minera. Las algas no las extraen del mar sino que tienen cepas que hacen crecer en el laboratorio. La ingeniera calcula que podrían cerrar el año con 50.000 dólares de facturación.
Aterrizar en Europa
El siguiente paso de la empresa es llegar a Europa. “Estamos buscando inversión para poder establecer la empresa en Europa. Producir la biomasa en Perú y traerla a Europa porque acá se producen microalgas pero es demasiado costoso. Las que nosotros producimos son mucho más baratas”, asegura Castro.
Desde que tenía cinco años, Castro soñaba con ser científica. “En mi mente de niña todos los problemas del mundo se podían solucionar con ciencia”, relata, “me encantaba ver películas de ciencia ficción y siempre imaginaba que yo estaba en un laboratorio y tenía mis vasitos. Como mi mamá era chef en repostería tenía tintes de todos los colores”. Y años después lo consiguió.