AUARA, marca de agua solidaria que destina el 100% de sus dividendos a proyectos sociales para llevar agua potable a poblaciones que carecen de ella, acaba de anunciar el lanzamiento de la Factoría del Emprendimiento Social, un programa que permitirá a dos universitarios de últimos cursos de carrera integrarse en su empresa durante cuatro meses (de marzo a junio de 2019) para formarse en la gestión del emprendimiento social.
El plan de formación incluye 30 horas teóricas y 322 horas de prácticas, además de un programa de mentorización liderado por expertos de primer nivel en emprendimiento social. El resultado final será la realización de un caso práctico real que será desarrollado por AUARA. “Con esta iniciativa queremos despertar el interés entre los jóvenes, mostrarles qué es una empresa social, sus características y cómo se trabaja, para que se conviertan en los emprendedores sociales del futuro”, explica Antonio Espinosa de los Monteros, cofundador y CEO de AUARA.
Los interesados en formar parte de esta iniciativa deberán inscribirse vía web, enviar un vídeo de dos minutos y una carta de motivación que explique por qué quieren participar en el programa. Los finalistas realizarán una entrevista personal y el equipo de AUARA seleccionará a los dos primeros participantes de la Factoría de Emprendimiento Social. El plazo de inscripción permanecerá abierto hasta el 31 de enero.
CAMPAÑA SOLIDARIA
La marca acaba de lanzar su campaña #NombresConHistoria, una iniciativa con la que pretende conectar a los consumidores con las personas que hay detrás de sus proyectos con el fin de que conozcan en primera persona a las personas que, con su ayuda, el agua potable les ha cambiado la vida. Para ello, AUARA ha preparado una edición limitada de 250.000 botellas de agua de 501 ml. personalizadas con el nombre de 50 personas que se han beneficiado de uno de sus proyectos sociales llevado a cabo en Benín, en el oeste de África.
Historias como la de Bani Fadima, de 15 años, casada y con un hijo, que antes de que AUARA construyera un pozo de agua potable en su pueblo tenía que andar varios kilómetros cada día para abastecer de agua a su familia. “Durante mi niñez he sufrido mucho para tener agua, pero por suerte mi hijo no tendrá que pasar por lo mismo que yo”, asegura. O como la de Amadou Binta, de 30 años, casada y con seis hijos, que cuenta cómo han desaparecido las enfermedades que padecía la gente de su comunidad por beber agua de los charcos. O la de Tchoumi Demo, también de 30 años, casado y con cinco hijos, que muestra su satisfacción porque ahora puede ir vestido con ropa limpia.
“Cuando colaboramos con una causa solidaria lo hacemos de forma desinteresada, con el único deseo de ayudar a personas anónimas a que puedan tener mejores condiciones de vida. Pero si nos dieran la oportunidad de conocer a esas personas, de ser testigos de lo que nuestra aportación significa para ellos, sin duda sería una gran satisfacción para nosotros”, explica Espinosa de los Monteros.