Suena la sirena del colegio. En la clase de Matemáticas, la profesora ha distribuido a sus alumnos por el aula en mesas en forma de ‘u’. La siguiente clase es de Filosofía, y el docente ha decidido organizar un debate: las mesas se pliegan, las sillas se arrinconan en un lado del espacio y se dispone un aula diáfana. Solo se usa la pizarra electrónica, donde se han apuntado los temas a debatir. El aula es un ser vivo cuyo objetivo es, describe Guillermo Bautista Pérez, profesor e investigador de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y del grupo Smart Classroom Project, “cuidar” a estudiantes y profesores.
Que las personas que conviven en el aula sean el centro de todas las sinergias. El objetivo de sentirse protegidos y cómodos en la experiencia del aprendizaje parece que surte efecto. A través de focus group (grupos focales) que organizan Bautista y sus compañeros de la iniciativa que impulsa la UOC, realizan sus investigaciones sistemáticas. Estas, posteriormente, les sirven para implantar nuevas ideas en las aulas inteligentes.
De este intercambio de conocimientos entre el mundo educativo y el de la investigación, elaboraron diez principios que aplican en una Smart Classroom. El primero que Bautista menciona es la “flexibilidad”: “el espacio que nos permite cambiar para dar respuesta a cualquier tipo de actividad de aprendizaje en cualquier momento”.
A esta se suman condicionantes ambientales y estructurales que vertebran el espacio. Como el uso de los recursos necesarios para desarrollar cualquier actividad. O el confort ambiental: la buena acústica, ventilación, temperatura para crear bienestar. También el uso de colores decididos en consenso, de los que el investigador señala que prevalecen “los cálidos y los blancos”. La predilección por materiales primarios, es decir, madera o cristal. Lo que deriva en una mayor transparencia en el aula, dejando atrás la sensación de reclusión al entrar. Además de facilitar la liberta de movimiento y la fluidez por todo el entorno de la clase. Elementos que, en definitiva, “transmiten un bienestar”.
El traje perfecto para la ‘blended education’
La Smart classroom tampoco olvida el elemento tecnológico. “Diseñamos las aulas teniendo en cuenta tres dimensiones: la pedagógica, la ambiental y la digital”, agrega Bautista. Esta última conlleva a que el aula trasciende las cuatro paredes y conecta con el exterior. Una cuestión que sí recuerda el investigador que no es nueva: ya se lleva teorizando durante años al respecto.
A través de la conectividad se consigue que el proceso de aprendizaje trascienda el espacio físico. “Con el aula Smart se puede hacer de todo. Puedes cambiar la ambientación que tienes. Si tienes una pantalla interactiva, puedes proyectar cualquier cosa relacionada con la materia. O también lo puedes hacer también mediante doblar las mesas y apartarlas”, ejemplifica.
Esto conlleva una serie de beneficios que han demostrado distintos estudios. Desde la mejora de la atención de los estudiantes hasta la influencia de cómo sea el espacio en determinados procesos cognitivos.
Más allá de distintos modelos educativos en los que se puede implantar, encaja también con los diversos niveles del sistema. Smart Classroom Project ya ha ideado espacios para centros educativos de Primaria, de Secundaria y, de los más recientes, un aula Smart en la Universitat de Barcelona. “Se va a empezar a probar a finales de este curso y hay solicitudes de profesores que quieren empezar a probarla”, apunta el investigador.
El profesor: acompañante, inspirador y animador
El cambio de la esencia tradicional del aula también provoca, inevitablemente, que cambie la labor del profesor en ella. Al perder el orden tradicional en el que el profesor se sitúa por encima de los alumnos, este sistema más horizontal permite a su vez que su rol sea “acompañar, inspirar y animar” en el aprendizaje.
“Estamos hablando de una figura que es mucho más compleja que la de un experto que da clases magistrales, que son unidireccionales. La tarea que se le encomienda con los nuevos modelos de aprendizaje es mucho más importante y compleja. Aunque muchas veces no verás en el aula una mesa del profesor, y deciden tomar una posición mucho más oblicua en el aula y ponerse donde quieren”, reflexiona Bautista.
Así se potencia otra de las características de la educación del futuro: la personalización de la enseñanza. Al ser más cercana, cambia el concepto de autoridad. “Se consigue de otra forma”, cree el profesor de la UOC. “Con el ver que hay una persona ahí que te está ayudando a aprender”.
Precisamente el profesorado valora, tras una encuesta realizada por los investigadores, este tipo de aulas con el casi perfecto. De 1 a 5, la nota media ronda el 4,5 o 4,75, reconoce Bautista. Un estudio llevado a cabo por la UOC, la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), la Universitat de Barcelona (UB), la Universitat de Vic (UVic) y la Universidad Simón Bolívar (USB), muestra además cómo 6 de cada 10 profesores consideran necesario cambiar el diseño del aula como “clave” para mejorar el aprendizaje. En la muestra participaron 847 profesores de preescolar, primaria y secundaria de 40 centros educativos.
Eso sí, otro resultado destacable es que el profesorado se muestra especialmente crítico a la hora de valorar la integración de la tecnología en las aulas.
Smart Classroom Project
La iniciativa, nacida en el seno de la UOC, se dedica a investigar la influencia que tiene el espacio con el aprendizaje. Su trabajo parte de la base de que hay una relación entre el bienestar de la persona con sus resultados en el aprendizaje y la actuación cognitiva durante todo ese proceso.
“El espacio influye desde el punto de vista de muchas variables en cómo nos sentimos, cómo aprendemos, y en cómo el espacio actúa como precursor de mejora de la metodología de los docentes. Cómo permite aplicar metodologías y cómo la ciencia dice que aprendemos”.
Los resultados, según cuenta Bautista, están teniendo éxito en su implantación. Desde distintos ayuntamientos, centros educativos, escuelas de FP o en el caso de la UB, ya se han interesado por aplicar la metodología del aula inteligente. Si bien el investigador está convencido de que “van a ir a más”, el mayor escollo es el “elemento presupuestario”.
Y no porque sean clases muy caras. “No es un gasto desorbitado ni mucho menos”, precisa.Aunque todo depende de las modificaciones que haya que hacer en el espacio, y de la magnitud de estas.A Bautista no le cabe duda de la rentabilidad de las Smart Classrooms: “todo lo que sea invertir en educación para mí es rentable desde el minuto uno. Y a largo plazo también”.
Prueba de ello es que esta no es la única iniciativa que ya apunta a repensar los espacios en el mundo educativo. Sin ir más lejos, el pasado 13 de abril Stephen Heppell, director de la Cátedra Felipe Segovia de Innovación para el Aprendizaje de la Universidad Camilo José Cela, apuntaba a Innovaspain en esta dirección. “Durante mucho tiempo el foco estuvo en la estética, la pedagogía y la organización. Cuando nos fijamos en los espacios físicos descubrimos las escasas condiciones que ofrecían. Una limitación presente también en edificios nuevos. Esta suma de condicionantes puede cambiar la vida de los alumnos”.