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La industria española sufre los males de la automatización, pero no disfruta de sus ventajas

Un estudio realizado desde la Universitat Oberta de Catalunya advierte de que la tecnología ha provocado destrucción de empleo y no ha aumentado la productividad
Automatización industria
Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay

La industria española sufre los peores males de la automatización, como la destrucción a corto plazo de miles de puestos de trabajo, y en cambio no disfruta de sus ventajas, entre las que estaría el aumento sostenido y significativo de la productividad.

Así de contundente se muestra un estudio liderado por Joan Torrent, catedrático de Economía e investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En dicho trabajo se asegura que las empresas del sector industrial en España no saben explotar todo el potencial de las nuevas herramientas tecnológicas.

“Las empresas no son capaces de utilizar la tecnología como plataforma en el sentido de conectar el cambio tecnológico con todas sus dimensiones, por ejemplo, combinando los usos de robots, sistemas flexibles de producción, máquinas-herramientas de control numérico y diseño o producción asistida por computadores”, afirma el investigador en declaraciones a Innovaspain.

Pero es que, además, “el cambio tecnológico únicamente explota todas sus potencialidades cuando se combina con otros aspectos no tecnológicos, especialmente la formación de trabajadores y directivos, y las nuevas formas de organización del empleo y la producción.

Joan Torrent, catedrático de Economía e investigador de la UOC.

“Sin las complementariedades tecnológicas y las complementariedades organizativas y del capital humano es muy difícil explotar íntegramente todo el potencial competitivo de la tecnología en general, y de los procesos de automatización en particular”, añade Torrent.

Más productivos

En la investigación se han contrastado y analizado los datos de un total de 5.551 empresas de la industria española a lo largo de 25 años, en el periodo que va de 1991 a 2016. De los datos obtenidos se extrae es que las cadenas de actividad de las compañías que están robotizadas son más productivas que las que no lo están.

En concreto, los trabajadores de estas empresas son 1,4 veces más productivos que los de las empresas que no operan con tecnología automatizada, y no por ello los costes laborales se han disparado, puesto que otro dato que aporta el estudio es que las empresas automatizadas gastan en nóminas solo 1,2 veces más que las que no lo están.

A pesar de estos resultados, una de las principales conclusiones del estudio, como ya se ha señalado, es que no basta con invertir en nueva maquinaria, sino que las empresas industriales tienen que saber, además, cómo utilizarla.

Asimismo, la investigación, publicada a la revista internacional Technological Forecasting and Social Change, también constata una de las consecuencias de la llegada de las máquinas a la industria: la destrucción de puestos de trabajo.

Esperanza en el futuro

A pesar de todo esto, los autores también han descubierto que la situación actual no es fruto de un proceso irreversible y que las cosas pueden cambiar, dado que, si bien la automatización destruye empleo a corto plazo, una combinación correcta de las tecnologías puede incrementar los puestos de trabajo y mejorar la calidad a largo plazo.

“La investigación sobre el futuro del trabajo nos dice –afirma el catedrático de Economía e investigador de la UOC– que en la actualidad nos encontramos en la fase más dura de la substitución de empleo, es decir, en la fases iniciales donde la substitución de competencias que genera la tecnología todavía no puede ser compensada por las nuevas competencias de los trabajadores que permitan compensar el sesgo de habilidades generado por la tecnología”.

Para superar esta situación, que Joan Torrent cree que “mejorará con los años”, es preciso realizar dos cosas con relativa urgencia. “En primer lugar, desarrollar un programa muy ambicioso de formación, especialmente en el ámbito de la formación profesional y la formación a los empleados, para que los trabajadores adquieran las competencias necesarias para complementar su trabajo con la tecnología”, afirma.

En segundo lugar, considera necesario “empezar a pensar políticas compensatorias integrales (del tipo renta mínima universal o parecidas) para retribuir a los empleados (especialmente los de mayor edad o menores niveles educativos) que, a pesar de su participación activa en las acciones formativas y de capacitación, no podrán subir al tren de la nueva oleada de la automatización”.