Que las ciudades suelen ser grises no es novedad. Que algunas especies de aves lo sean tampoco. Pero que estas lo sean para mimetizarse con su entorno y no ser muy llamativas ante sus depredadores es algo que ha puesto de manifiesto recientemente el doctor en biología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Lucas Leveau, en un artículo publicado en la revista Landscape and Urban Planning. El biólogo observó que en los centros urbanos el color dominante de los pájaros es el gris y que, además de haber pocas especies, estas son muy parecidas en su tonalidad.
“Conozco muchos estudios que analizan cómo la dieta o el lugar de nidificación de las aves determinan su grado de adaptación a las áreas urbanas. Pero el rol de los colores no había sido explorado”, comenta Leveau.
El biólogo analizó con la ayuda de un programa informático todas las aves que vio, como palomas caseras, torcazas y gorriones, en tres ciudades argentinas: Mar del Plata, Miramar y Balcarce. “Al analizar el conjunto total de especies de aves, las áreas dominadas por edificios y pavimento poseen una menor diversidad de colores en las diferentes especies que las áreas suburbanas o rurales. Esto sería consecuencia de un filtrado por parte de la urbanización, la cual permite el ingreso de especies que poseen un color similar al ambiente”, precisa.
Esta “mimetización”, en el caso de las aves de las áreas rurales o seminaturales, es probable que exista desde hace mucho, ya que allí se encuentran especies nativas de la región, que interactúan con el ambiente desde antes de la llegada del ser humano a América, explica el biólogo. El color marrón de varias de ellas les habría ayudado a confundirse en un entorno de pastizales de color similar.
Sin embargo, en las áreas urbanas, donde se ubican las especies traídas desde Europa, como la paloma casera o el gorrión, es probable que este proceso de adaptación sea reciente, destaca Leveau. En este caso, estas especies de color gris “preferirían” estar en áreas dominadas por cemento para favorecer su mimetismo.
Cada primavera y verano -en la época de reproducción de las aves-, durante dos años, Leveau, mochila al hombro, con su libreta y binoculares se iba a observar qué aves hallaba en cinco calles céntricas de estas tres ciudades. Lo mismo hacía en las áreas rurales, según relata en Nexciencia.
El paisaje cambiaba a medida que Leveau tomaba distancia y se alejaba de las metrópolis. Entonces, aparecían plumajes con diversidad de tonalidades que sobrevolaban los suburbios y el campo. En las áreas más distantes de la vida citadina aparecían los ejemplares más elegidos por las personas. “De acuerdo con distintos estudios, el amarillo y el azul son los colores preferidos por los seres humanos para las aves”, indica.