Antes de la pandemia, Barcelona gestionaba un promedio de 154.000 visitantes diarios, una población flotante equivalente a contar con un distrito más en la ciudad. A diferencia de otros destinos, el origen del 80 por ciento de estos visitantes era internacional, lo que ha supuesto una mayor repercusión de las restricciones de movilidad globales: durante 2020, la caída se situó en el 75 por ciento, según datos del Observatorio del Turismo de Barcelona.
El sector turístico genera en Barcelona -de nuevo en base a cifras precovid- cerca de un quince por ciento del PIB y un nueve por ciento del empleo directo. Pero su influencia como motor de la ciudad es mucho más amplia. Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona explican que la denominada economía del visitante se extiende más allá de las empresas dedicadas a la actividad turística (alojamientos, guías o tiendas temáticas). “Abarca también aquellas inversiones que, gracias al turismo, multiplican las expectativas de un negocio tradicional (comercio o restauración), los generadores de contenidos locales o globales (museos y diferentes propuestas culturales), profesionales de la investigación y de la innovación (ferias y congresos), sectores especializados altamente globalizados (clínicas y mundo sanitario), etc.”. De este modo, la economía del visitante es una cuenta satélite para muchas economías loca- les, dependientes del turismo en mayor o menor medida.
Luz al final del túnel
Hablamos con Francesc Xavier Marcé, concejal de Turismo e Industrias Creativas del Ayuntamiento de Barcelona. Durante el año largo transcurrido desde que la ciudad se viera despojada de uno de sus activos principales, en el consistorio han mezclado la reflexión con la acción. Toca volver a ponerse en marcha y reactivarse. Ha llegado la hora de confirmar si la gravedad de lo vivido por el sector se traduce en nuevas oportunidades de reinvención pegadas a los nuevos tiempos.
“Una de las claves de la recuperación turística tiene que ver con una gestión acorde a las directrices que marcan los ODS: sostenibilidad, respeto medioambiental y corresponsabilidad cívica”, explica Marcé, para quien Barcelona tiene que cumplir con los mandatos de Naciones Unidas inmersa en un debate sobre el papel del turismo urbano “en un país muy mediatizado por el impacto socioeconómico del turismo vacacional”.
El responsable público confía en lograr una normalidad relativa a partir del mes de junio, aunque las cifras comparables a 2019 se harán esperar hasta mediados de 2022. “Sin obviar lo que implica convivir con el COVID-19, en Barcelona hemos ensayado políticas en el terreno de la cultura, los congresos y las ferias. Todo ello acompañado de programas de gestión segura con el máximo control sanitario. Confiemos en que el proceso de vacunación se generalice y ayude a confirmar estas previsiones. Vivimos en un mundo interdependiente. No podemos reactivar el turismo con criterios estrictamente locales. Sería poco responsable pretenderlo”, añade el concejal.
Una transición a varias velocidades
Pero, ¿asistiremos de verdad a al nacimiento de un nuevo turismo? “Estoy seguro de que cambiarán muchas cosas. Habrá que ver la intensidad y la velocidad de los cambios. Una cosa es asumir lo que se debe hacer, y otra, disponer y ordenar los recursos necesarios para hacerlo con rapidez. Viviremos un cambio en la percepción social del viaje, una mayor conciencia ecológica y, probablemente, un sentido autocrítico reforzado”.
Francesc Xavier Marcé destaca como un elemento a tener en cuenta las diferentes pautas adoptadas a la hora de encarar la pandemia. “No creo que el turismo asiático se comporte igual que el europeo, al menos de manera inmediata. También dudo que los criterios que hasta el momento mueven al turismo vacacional, de sol y playa, se transformen con la misma rapidez que el turismo urbano”.
El concejal afirma que, en el nuevo escenario, Barcelona va a ser mucho más exigente con sus visitantes. “Son muy importantes para la ciudad, pero, en plena pandemia, los barceloneses han recuperado una gran parte de la autoestima ciudadana que habían perdido en tiempos del turismo masivo”.
Tecnología
En el Ayuntamiento de la ciudad condal son conscientes de que no es posible resolver estos retos sin afrontar una profunda renovación tecnológica del turismo. Es preciso digitalizar la información, prever recorridos, tecnificar la movilidad o establecer criterios de red entre los distintos agentes del sector.
Desde el consistorio detallan que la implantación de las nuevas tecnologías debe realizarse a dos niveles. El primero está relacionado con la gestión energética, tanto en hoteles como en el transporte urbano. En el caso de Barcelona, también hay que considerar el uso de energías limpias en el sector de los cruceros. “Confiamos en que estas medidas de orden local vayan acompañadas progresivamente de cambios en el transporte aéreo”, apuntan.
Por otro lado, la administración de la capital catalana está abierta al uso intensivo de tecnologías digitales como el big data, y a la incorporación de tecnologías de la comunicación aplicadas a la gestión global de la economía del visitante.
En este sentido, Barcelona ha llevado a cabo varias pruebas piloto para conocer los flujos y patrones de movilidad de los turistas en enclaves de alta densidad, como la Sagrada Familia, utilizando los datos facilitados por los teléfonos móviles. “El reto es avanzar para disponer de esos datos en tiempo real y poder orientar mejor dichos flujos, facilitando a los visitantes información sobre tiempos de espera y proponiendo alternativas de visita que ayuden a des- concentrar determinados espacios”.
Barcelona Tech City
El Ayuntamiento no recorrerá en solitario este camino. El músculo de la ciudad en emprendimiento tecnológico la ha posicionado como una referencia global en innovación y economía digital. A allanar el terreno de la salida de la crisis contribuirán planteamientos ambiciosos, como el propuesto por Barcelona Tech City.
Esta asociación privada sin ánimo de lucro representa a más de 1.000 empresas de los sectores digital y tecnológico. Su proyecto Urban Tech Campus está integrado en este momento por la sede en el Pier 01 en Palau de Mar; el Pier 03 en el edi cio Els Porxos d’en Xifré; y el espacio social Palauet.
En su afán por hacer de Barcelona un hub tecnológico internacional, la asociación conecta y colabora con emprendedores, startups, pymes, corporaciones, universidades, escuelas de negocio, consultores, inversores y organizaciones públicas y privadas. En suma, el ecosistema está representado en la ciudad por más de 7.000 profesionales.
Interconexiones sectoriales
Miquel Martí, CEO de Barcelona Tech City, confirma a esta publicación que, además de haber puesto en marcha un grupo especializado en turismo, forman parte de multitud de iniciativas, impulsadas tanto por la Generalitat, como por Barcelona Turismo. “Tratamos de aportar una visión de la que puedan nutrirse. Apostamos por la transformación económica de Barcelona, de Cataluña y de España. Para que el modelo sea viable, o cambian muchas cosas, o no vamos a ninguna parte. La voluntad debe ser transformadora”.
El directivo considera fundamental la generalización de medidas que han funcionado en Europa, como la compra pública innovadora. “Necesitamos atrevernos porque la transformación no es solo gestionar mejor un hotel o un restaurante, sino algo mucho más trasversal”. Martí se refiere a que los sectores han dejado de funcionar de manera estanca. “Vamos hacia un mundo donde las fronteras de actividad son cada vez más difusas y, por lo general, en España no se nos ha dado bien la comunicación entre sectores. Pasaremos a otra fase con tecnología e integrando nuevos talentos que, con sus ideas aparentemente ‘marcianas’, transformen de verdad un negocio en una realidad global”.
El CEO de Barcelona Tech City desmonta temores ligados al desarrollo tecnológico, algunos agravados en tiempos de incertidumbre. “En Corea del Sur han avanzado mucho en robotización, pero existe casi el pleno empleo gracias a los nuevos trabajos relacionados con la tecnología. Además, la parte humana y emocional siempre será importante. Ocurre igual en la dirección de un hotel o de un restaurante. Necesitamos líderes con una visión muy amplia y que tengan en cuenta lo que pasa ahí fuera más allá de su campo de acción. Hay oportunidades en ciberseguridad, logística, inteligencia artificial, fintech...
El impacto directo de la tecnología
Martí no duda cuando tiene que escoger una tecnología “en verdad decisiva” durante la pandemia. “La logística ha impedido que muchos negocios se mueran. Ha dado la capacidad de distribuir a empresas que ni siquiera pensaban en tener una web o vender online. Los nuevos canales les han permitido, como mínimo, seguir abiertos. Y en este proceso, la tecnología y las startups han aportado mucho valor”.
Otra parte importante del impacto tecnológico está pegada a varias transformaciones: a nivel relacional, con la Administración, con más datos, transparencia, seguimiento de la movilidad... “Vemos ejemplos claros de cohabitación de modelos transformadores y tradicionales, porque el turismo de sol y playa va a seguir existiendo; es una realidad inherente a la ciudad. La pandemia ha afectado más a los modelos de negocio poco ambiciosos que a los tradicionales. Ha servido para que se den cuenta de que, o se transforman, o mueren. Podría haber sido un proceso menos forzado, pero ahora es una obligación”.
Dentro del marco en el que necesariamente habrá que maniobrar, Miquel Martí coincide con el concejal Marcé en la importancia que tendrá medir el éxito y el fracaso desde la perspectiva de los ODS. “El rendimiento económico no pasa a un segundo plano, pero ganará enteros el impacto social que provoquemos”.