En 2012, Diana Sierra se encontraba trabajando en Uganda. Muy pronto se topó con una realidad que le hizo "literalmente perder el sueño", como ella misma confiesa. Las niñas abandonaban la escuela porque no tenían nada para controlar su menstruación. Tras profundizar en el problema, descubrió que los materiales como los libros y los zapatos eran importantes, "¿pero de qué servía avanzar en este aspecto si luego la sociedad degradaba a las niñas hasta el punto de hacerlas esconderse de su propia naturaleza?", se planteó. Su sueño era precisamente acabar con esta pesadilla. Lo materializó creando BeGirl, una empresa de diseño que, como la propia Sierra define, "trabaja por un mundo en el que la menstruación se considere algo hermoso y en el que ser una chica no sea un obstáculo para las oportunidades, la salud y el éxito".
La fundadora nos atiende al teléfono desde Mozambique. "Las nuevas tecnologías nos hacen sentirnos más cerca. Hacen una gran labor social", comenta antes de entrar a valorar un año que si para el 'primer mundo' ha sido complicado, en lugares subdesarrollados ha sido devastador. "2021 no va a ser mucho mejor. En vez de sentarse a llorar, lo mejor que podemos hacer es adaptarnos. Somos una empresa que hemos aprendido a hacerlo y pensamos que mientras haya voluntad se encuentra el camino".
Desde el comienzo de su aventura en BeGirl, Diana Sierra tuvo la convicción de que había desarrollado un producto revolucionario cuando una de las niñas comentó con alegría su satisfacción. Su empresa social se dedica a satisfacer las necesidades de las más de 250 millones de niñas adolescentes que carecen de acceso a productos menstruales adecuados y de alto rendimiento, necesarios para promover la autonomía y el empoderamiento, al tiempo que preservan el medio ambiente.
"BeGirl supone una conversación continua con las niñas para que celebren su cuerpo y su naturaleza. Cuando comenzamos, nos dimos cuenta de que el mercado se encargaba de trabajar estos problemas solo desde la parte del producto; pero el problema es más amplio. Por eso nos hemos enfocado mucho en la parte del diseño", explica Sierra.
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Una única braga de BeGirl ofrece hasta dos años de protección menstrual segura y sostenible. Los productos están diseñados con tejidos duraderos para un uso prolongado y adaptable a cualquier tipo de material absorbente. "Es fundamental que las niñas crezcan entendiendo, manejando y sobre todo amando su cuerpo. Nuestra misión diaria es acabar con el estigma de la menstruación con productos coloridos y bellos", asegura Sierra. Su empresa se posiciona también como "soporte educativo" ante los prejuicios sociales. "Las empresas de carácter social como la nuestra nacen porque las ONGs no llegan a todo. BeGirl busca completar las carencias humanitarias y acabar con las ineficiencias del mercado", apunta.
Mujeres emprendedoras y empoderadas
Recientemente, Diana Sierra ha sido incluida en Las otras 100 mayores fortunas de España, elaborada por Forbes, una lista en la que no están quienes destacan por la fortuna que acumulan, sino por la que procuran a los demás. "De esto va precisamente la innovación social", corrobora la emprendedora, que anima a las mujeres a generar negocios sociales para lograr un mundo mejor. "Para una mujer ser emprendedora no es fácil. La mujer sigue siendo la columna de la casa y debemos entender que todo tiene un coste. Es decir, el tiempo que vamos a invertir es a costa de otras cosas", reflexiona.
Sierra está convencida de que los emprendedores sociales "tienen una madera especial que las mujeres representan a la perfección". Por ello recomienda a las futuras emprendedoras que desde el comienzo no tengan miedo en pedir financiación –una de las mayores preocupaciones de quienes montan una startup–. "Muchas veces [a las mujeres] se nos exige que tengamos todo cocinado desde el principio. La mujer es más precavida que el hombre, sin embargo nos frenamos más a la hora de pedir dinero a inversores".
Esta visión enlaza con otro rasgo que Sierra considera innato en las mujeres emprendedoras: la autoexigencia. "Cuando vamos a poner un negocio en marcha pensamos que no estamos del todo listas. Mi experiencia me ha enseñado que no hay un plan de negocio perfecto. Con alma, corazón y el apoyo de los inversores todo va saliendo".