En una interesante conferencia TED que Bill Gates dio en 2015 –que ahora circula por las redes– avisaba de la necesidad de cambiar algunos de los paradigmas estratégicos de la Defensa, llamando la atención sobre el efecto letal de pandemias como sustituto de los conflictos bélicos más tradicionales; es decir, el enfrentamiento armado. Alguien ha refrescado la memoria y vemos que poca gente le hizo caso. Un virus bautizado como COVID-19 siembra la inquietud en el mundo desde hace tres meses y es verdad que nadie ha sido capaz, no ya de pararlo, sino de prever sus efectos con antelación.
Esta es la realidad y parece mentira, pero nadie ha sacado del cajón un manual de crisis preparado con antelación a tal efecto. No había. Está claro que es en la investigación desde donde se puede acabar con este virus y de ahí la insistencia en hablar del tema en un medio que difunde la innovación y los trabajos que la preceden. Entendemos las inquietudes, pero en la investigación hay pocos momentos "¡Eureka!". Lo habrá, aunque para eso trabajan muchos equipos de investigadores en todo el mundo. Por lo pronto, en España el Gobierno articula un plan de inversión de 30 millones de euros para dotar la investigación al respecto.
No deja de ser curioso que en el siglo XXI volvamos a repetir como mejor solución el que nos lavemos las manos, un “invento” de mediados del siglo XIX puesto en marcha por el médico húngaro Ignaz Semmelweiss, que fue insultado entonces por semejante teoría. Hubo que esperar unos años hasta que el bacteriólogo francés Louis Pasteur ratificó la teoría de su colega húngaro, ya fallecido por entonces, sobre la necesidad de la esterilización e higiene como acciones esenciales para salvar vidas. De hecho, la población mundial dio un salto demográfico importante por esa sencilla cuestión.
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Posteriormente, vino la gripe “española”, hace unos 100 años, que se llevó por delante en 263 días la friolera de 33,6 millones de vidas en todo el mundo. Más tarde, vendría la recuperación con la comercialización de la penicilina, descubierta en 1928 por el escocés Alexander Fleming.
Un poco de historia no viene mal para reflexionar el alcance del efecto del COVID-19 en la actualidad. Que surja este problema en medio de una revolución tecnológica de desconocidos efectos para el empleo .y que puede poner fin a una etapa de la historia de la Humanidad, es un obstáculo añadido y amenaza con desatar una crisis de consecuencias ahora mismo imposible de evaluar.
En este contexto, ahora que se habla de cifras para paliar sus efectos, no está de más recordar la que dio Bill Gates en la conferencia ya citada: habría que invertir del orden de los 3.000 billones de dólares. Un tres seguido de doce ceros. A primera vista parece mucho pero, sin contar con que sea una cifra de hace cinco años, no es mucho comparado con el coste que, por todos los conceptos, causará esta virus tres veces más letal que la gripe, como han dicho diversos especialistas.
Ya han comenzado las investigaciones y esperamos que ese momento "¡Eureka!" llegue pronto. Sin embargo, será pertinente el pensar que habrá que destinar a la investigación y a nuestros investigadores la atención debida, pero también tener en cuenta las previsiones de otra situación, más allá del COVID-19, como la que estamos viviendo.