Los ecosistemas de agua dulce son uno de los más vulnerables a la pérdida de biodiversidad debido a las presiones que ha ejercido sobre ellos el ser humano a lo largo de la historia. Las medidas que se han adoptado para mejorar esta situación –instalación de depuradoras, retirada de obstáculos, etcétera– han mejorado la calidad ambiental y han impulsado la recuperación de la biodiversidad de agua dulce.
Ecólogos de 22 países europeos que colaboran en diferentes iniciativas, entre ellos el grupo de investigación de Ecología Fluvial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, han investigado la tendencia en el tiempo relativa a la diversidad y organización de los invertebrados en los ríos y cómo han respondido a las presiones y cambios ambientales. “Se han muestreado 1.816 puntos de Europa, de los que hemos deducido la evolución de esos ríos y arroyos entre 1968 y 2020”, señala Aitor Larrañaga, investigador y profesor de la UPV/EHU.
En base a los resultados del estudio, Aitor Larrañaga señala que, “en general”, la biodiversidad de ríos y arroyos ha mejorado hasta la década de 2000, con un aumento tanto de especies como de las poblaciones. “Eso es una buena señal. Pero a partir de ahí, la mejora de la biodiversidad se ha estancado: ya no vemos los incrementos que se producían antes”, afirma. Esta mejora que se observa en las décadas de 1990 y 2000 pone de manifiesto la eficacia de las medidas implantadas para mejorar la calidad del agua, así como de los trabajos de recuperación, “pero el hecho que en la década de 2010 se haya ralentizado dicha tendencia de mejora sugiere que ha disminuido la eficacia de las medidas actuales”.
Importancia del seguimiento de los ecosistemas fluviales
Aitor Larrañaga opina que hay que dejar aparcada la autocomplacencia. “En cierta medida, es evidente que las zonas altamente contaminadas han mejorado y que, según se reduce el número de arroyos altamente contaminados, es más difícil mejorar sustancialmente el estado ecológico, ya que incluso las soluciones más sencillas en zonas muy contaminadas generan mejoras importantes. Sin embargo, en el mapa de calidad del agua de Europa todavía hay agujeros negros. Existen lugares bastante contaminados, no todo está hecho”.
Los investigadores recalcan que existen nuevas y duraderas presiones que dañan los ecosistemas de agua dulce, como nuevos contaminantes, cambio climático y especies invasoras, las cuales exigen redoblar el esfuerzo para seguir recuperando la biodiversidad de estos ecosistemas. “Es muy difícil saber a qué puede deberse ese estancamiento de la última década. Pero es probable que sea consecuencia de la aparición de nuevos contaminantes. Se debe acometer con cautela el estudio del impacto de cada uno de estos nuevos contaminantes, tema sobre el que estos últimos años están apareciendo numerosos trabajos. En cualquier caso, en un tema de especial relevancia desde el punto de vista del estado de los ecosistemas, ya que los nuevos contaminantes aparecen a un ritmo muy rápido y las interacciones entre ellos pueden ser muy complejas. Pedimos más investigación y, al mismo tiempo, prudencia”, señala el doctor Aitor Larrañaga.
El investigador otorga importancia al trabajo de seguimiento que se realiza en los ríos en la CAPV. “Gracias al ingente trabajo de muestreo que se realiza en la CAPV, se obtiene información de gran interés que no tiene parangón en muchos lugares, incluso a nivel mundial. Basándonos en la información que aportan los datos recogidos durante décadas podemos dar a conocer con garantías lo que está ocurriendo y así tomar decisiones para gestionar nuestras aguas”.