En Brieva, cerca de Segovia, ochenta personas “abarcan multitudes”, como diría Walt Whitman. Y sí: todo allí es poesía. Pero antes de explicar por qué es el primer pueblo poético de España, hay que entender su situación: localizado en la sierra, en este pequeño lugar –parecido al de la mítica película Amanece que no es poco–, quien no sabe de filosofía sabe de cine. Y quien no sabe de cine sabe de cualquier otra materia. El conocimiento es vital; en esta sierra, si no cooperas, no sobrevives. Todos arriman el hombro, y esto ha generado instituciones espontáneas que dan pie a lo que hoy es Brieva.
En primer lugar, todos los pueblos de la zona están unidos, algo que en otras latitudes no pasa. Gestionar el agua, por ejemplo, es algo sagrado, atávico y tradicional para ellos. Por otro lado, su concepto de propiedad es distinto: al tener pastos comunes, y por lo tanto, vacas que tienen que comer, la visión cambia, generando un tipo de sociedad muy comunitaria. Una sociedad donde “saben por qué está siempre duro el pan”. Asimismo, el ayuntamiento es de todos. En este tipo de pueblos solo hay un alcalde, y se rigen por concejalías abiertas; es decir, que el alcalde consulta a todo el pueblo para cualquier cambio. Por último, y quizá lo más importante, en Brieva aman la literatura. De verdad.
Chema San Segundo, director del Congreso Internacional de Alcaldes & Innovación, no quería que el año pasado, cuando se celebró la reunión de la institución, fueran alcaldes como Manuela Carmena –“ella tiene recursos de sobra”–. No, ellos querían a regidores como el de Brieva. Por otro lado, deseaba que se hicieran cosas de alto impacto en sitios pequeños. Para que tuvieran una oportunidad. “Para inspirar a todos los demás”. Así, a tenor de todo lo descrito anteriormente –la situación del lugar, su cultura; su idiosincrasia, en general–, se decidió crear “el primer pueblo poético del mundo”, junto al Ayuntamiento de Brieva, la Diputación de Segovia y el colectivo Masquepalabras (Premio Innovación en Cultura 2018).
Si poesía era lo que había en Brieva, poesía ofrecerían. Y sus propios hogares, por supuesto. De hecho, invitaron a muchos poetas a vivir allí (8.000 municipios como este ya tienen menos de 5.000 habitantes, lo que muestra la despoblación galopante de los pueblos españoles). Y la experiencia, como no dudan en coincidir todos, ha sido espectacular. “Por la magnitud cultural del evento –afirma San Segundo–, esto debería haber ocurrido en Madrid”. Y es que durante el 24 y el 25 de agosto, más de cuatrocientos asistentes, capitaneados por el Premio Nacional de Poesía, Juan Carlos Mestre, se unieron con una intensidad comunitaria mágica, participativa. Poética.
El mismo 25 de agosto se tocaron, a las doce de la noche, doce campanadas que declaraban el "primer año poético mundial", y también el final del festival poético que, durante dos días inundó –casi literalmente– el pueblo de palabras. Todas las puertas, todas las paredes y todas las ventanas reventaban a poemarios, tanto de los vecinos como de los invitados. “Esto significa que habrá un acto simbólico cada año en el que ‘liberaremos’ poesía. Crearemos una tradición en la que gente de todo el mundo dará luz a la poesía, y a otras artes, en Brieva. Y esto es solo el principio, pues todos los poetas ya quieren venir a conocer el pueblo”, asegura.
Microrrecitales poéticos, tertulias, micrófonos libres abiertos, conciertos, huertos “poéticos”, confesionarios (cómo no, también “poéticos”), performances, contemplación de estrellas, vinos, pan con ajo y aceite…
Para el festival del año que viene, en Brieva esperan repetir, como mínimo, el éxito de esta convocatoria tan innovadora. Algo que no parece difícil: ya se están organizando viajes con autobuses y “caravanas de poetas” para no perderse un fin de semana tan especial. “La poesía es respeto”, declaró el alcalde del orgulloso y valiente pueblo, Nicolás Herranz, al comienzo del festival. Como afirma San Segundo, “demasiada grandeza intelectual”. El nombre del festival, para interesados: Pan Duro.