Brittany Wenger (EE UU, 1994) es la ponente más joven que ha pasado nunca por el Congreso del Futuro, una congregación anual de más de 100 pensadores que se reunieron a comienzo de año en Chile para reflexionar sobre temas de ciencia con el público. Pero es una sensación a la que está acostumbrada. En 2012, fue una de las ganadoras del premio Science Fair de Google, un reconocimiento a su trabajo de estudiante que transformó su mundo por completo. Ha sido elegida por la revista Time como una de las personas menores de 30 años que harán historia.
Esta mujer de 23 años tiene las cosas muy claras. Un día en clase encontró la que iba a ser su pasión en la vida: la inteligencia artificial, que le fascinó desde el principio, y la ciencia y su capacidad ilimitada de plantear nuevas preguntas. Tenía doce años. Salió del aula, compró un libro y se puso a estudiar programación.
“Mi primer programa de ordenador utilizaba la inteligencia artificial para aprender a jugar al fútbol. Al principio era un desastre, los jugadores corrían por toda la pantalla y no aprendían. Había que indicarles cuándo regatear y pasar la pelota, hacer que calcularan datos, como cuántos jugadores tenían en frente y, con esa información, lograr la mejor respuesta en cada situación. Con el tiempo, el software fue mejorando y ganaba el 95% de los partidos. Me enganché a este tipo de tecnología”, explica en una entrevista a Sinc, realizada por Patricia Luna.
“Cuando cumplí 15 años mi prima fue diagnosticada de cáncer de mama y pude ver cuánto impacta esta enfermedad en la vida de una mujer y su familia. Descubrí que no era la única: una de cada ocho mujeres en Estados Unidos va a pasar por lo mismo a lo largo de su existencia. Eso me motivó a centrar mis esfuerzos en ayudar a su detección temprana”.
Del fútbol a la biología del cáncer
Así nació Cloud4cancer, una tecnología disponible en la nube que ayuda a diagnosticar el cáncer de mama a partir de una punción de aspiración con aguja fina. Este tipo de biopsia es la más rápida, barata y menos invasiva que existe –con molestias equivalentes a un análisis de sangre– para detectar la presencia de células malignas, y la que lleva a un diagnóstico más temprano. Pero sus resultados son a menudo poco concluyentes ya que un tejido puede mostrar a la vez atributos de tumores malignos o benignos, por lo que muchos médicos descartan su uso.
Wenger creó un programa informático que, aplicando inteligencia artificial basada en redes neuronales, trata de responder a una simple pregunta: ¿esta masa de tejidos es benigna o maligna? De esa manera, el ordenador aprende a reconocer patrones por sí mismo.
Las redes neuronales artificiales están programadas para imitar el funcionamiento de las neuronas de nuestro cerebro y sus interconexiones. Se trata de una tecnología capaz de aprender constantemente y adaptarse, lo que resulta muy relevante para una enfermedad como el cáncer que está continuamente mutando.
“Para el cáncer de mama, introduzco nueve atributos basados en la morfología de las células”, explica. Se bajó de internet toda la información que pudo asimilar sobre biología del cáncer y aprendió de forma autodidacta. Mientras, en el instituto estaba recibiendo clases preparatorias con el objetivo de estudiar Biología.
Poco después, en 2012, llegó el premio. “El Google Science Fair cambió mi vida. Puede sonar exagerado, pero tenía 17 años cuando lo gané y de repente empecé a conocer a prestigiosos científicos de todo el mundo dispuestos a pensar en mi investigación y hacerla avanzar. Incluso pude reunirme con el presidente Barack Obama en tres ocasiones, fue increíble”, continúa Wenger, actualmente estudiante de la Universidad de Duke.
Tres intentos, muchos errores y un gran éxito
El desarrollo de su software no fue un camino de rosas. “Lo mejor de hacer ciencia con quince años es que nunca le di demasiada importancia a los fracasos. Yo me decía ‘esto es ciencia, aprendes de los errores’ y nunca pensé en qué pasaría si no funcionaba. Era solo una estudiante de secundaria, por lo que si lo intentaba muchas veces daba igual, estaba aprendiendo y disfrutando el proceso”, cuenta.
Un proceso lleno de frustraciones y cambios de dirección, en el que Wenger recuerda tres grandes intentos. “Se supone que la ciencia computacional avanza aunque acumules errores, así que en mi primera prueba programé todo y pensé que luego arreglaría los detalles. Pero resultó haber miles de errores, muchos más de lo que podía arreglar”.
Y llegó el segundo intento: “Investigué mucho más y tuve uno de esos momentos ‘eureka’ de los que todo el mundo habla, pero cuando puse a funcionar el programa, era aún peor que la primera vez. Solo tenía un 42% de aciertos. A medida que aprendía, empeoraba”, recuerda.
Pero el pensamiento matemático y el código computacional del segundo round valdrían para llevar a cabo un tercer asalto que sí tuvo éxito. “Hice 7,6 millones de test con distintas muestras para que el programa aprendiera, hasta que fue capaz de detectar el cáncer con un 99% de fiabilidad”, señala.
Cloud4cancer está disponible en la nube para los hospitales que quieran utilizarlo en cualquier lugar del mundo y puede convertirse también en una app adaptada a todo tipo de soportes. Además de cáncer de mama, tiene aplicaciones en otro tipo de enfermedades, como leucemia y gripe.
El software es capaz de detectar leucemia de linaje mixto, una forma muy agresiva, con un 100% de precisión; y sirve para predecir quién se enfermará de gripe tras estar expuesto al virus debido a algunos cambios en la expresión de ARN. Wenger creo que el hecho de que funcione en enfermedades tan distintas es una señal de su potencial para detectar otros tipos de cáncer.
Mujeres: ¡escribid código!
Aquel premio que le dio Google le ha ayudado en otra faceta esencial de su vida: incentivar a otras niñas y adolescentes para que pierdan el miedo a la programación. “Tuve mucha suerte porque ni mis padres ni mis profesores me hicieron sentir que la programación era cosa de hombres, pero con catorce años participé en una feria de ciencia internacional y de 110 proyectos en programación solo diez estaban presentados por mujeres”, lamenta. Y continúa: “Existe el prejuicio de que la programación no es una actividad creativa, que no es para chicas. Hay que romper barreras, necesitamos más mujeres”.
Por esa razón, la investigadora es una de las mentoras de Made With Code (hecho con código), una iniciativa de Google que cuenta con un presupuesto de 50 millones de dólares para animar a que las chicas estudien programación. Recuerda con especial cariño el día en que, junto al actor Tom Hanks, vio cómo los árboles de Navidad de la Casa Blanca se alumbraban siguiendo unos patrones que habían sido programados por chicas en edad escolar.