El mundo de la economía en general y el de la empresa en particular puede resumirse en las cuatro palabras que encabezan este post: empresa, ideas, innovación y marca. La innovación no está entre ellas porque quiera; tiene que estar por la estrecha relación entre marca y adaptación, revolución, iniciativa y ese no muy largo etcétera de cualidades que atesoran las empresas líderes. Si no innovan desaparecen, como Kodak, por aquello de poner uno de los ejemplos más relevantes de los últimos cincuenta años.
En este sentido, teníamos ganas de conocer la opinión de un gran especialista en branding, como lo es Gonzalo Brujó, sobre el impacto de los cambios que estamos viviendo en un tema tan crucial para las empresas, como lo es la gestión del intangible más importante que tiene una empresa.
Con buen criterio, Juan Calero (@juanfcalero), que redactó la crónica de “El Brunch de Innovaspain” dedicado al tema, eligió una fotografía suficientemente explicativa. De cinco conceptos que ayer definían una marca, hemos pasado a siete en la empresa de hoy, y a nueve en la empresa del futuro que, no nos engañemos, ya es la de hoy. Los temas a tener en cuenta los podemos ver en la fotografía citada y que repetimos. En realidad, no es que hayamos duplicado la complejidad; la realidad es que, igual que las empresas de éxito pueden crecer exponencialmente, la complejidad de gestión de la marca también es exponencial para las que pretenden seguir en la carrera.
Para ello hay que enfrentarse a muchos problemas pero el primero, y por ello esencial, está en reconocer que los problemas tienen solución y para ello hay que dejar a un lado muchas de las cosas que hasta ahora nos habían hecho líderes o, simplemente, competitivos, que no es poco. Gonzalo Brujó apuntó hacia los órganos de dirección, un tema sobre el que ya hemos escrito una buena serie de líneas en este blog. Si hay resistencia al cambio, difícil será estar en la carrera.
El cambio es tan brutal en tantos aspectos que necesitamos reorganizar los conceptos que rodean a las empresas, empezando por comprender la realidad que nos ofrece el presente, la capacidad para afrontar una transformación del negocio, la opinión de los clientes, las propias habilidades de la plantilla, incluidos los directivos.
El tema no es baladí. Transformados los canales de comunicación, hay que transformar la forma de comunicar. Adaptarla a los nuevos canales y sus circunstancias. Por ejemplo, hay que recordar que en 2006 no existía el iPhone, ni el Kindle, ni el 4G, ni Spotify, ni Whatsapp, ni Instagran. Y sabemos que, casi seguro, nada de esto existirá como lo conocemos una década después. O sí. No lo sabemos. Eso no interesa; lo que interesa es saber que como puede no existir nosotros tenemos que estar implicados en investigar qué es lo que viene. Para adelantarnos o para no quedarnos rezagados. Todo una provocación.