Los envases biodegradables y comestibles creados por una ingeniera peruana

La CEO de la startup peruana Caopack, Alejandra Cuba en una foto de archivo.

Cada año se genera la basura suficiente como para llenar 800.000 piscinas olímpicas. En números reales, los vertederos del mundo reciben anualmente unas 2.200 millones de toneladas. Solo para dimensionarlo: se necesitarían 10.500 ballenas azules para acercarse a ese peso. Lo peor de todo es que la mitad de los desperdicios es orgánica. Es decir, comida. Pero no necesariamente lo que sobró en el plato del almuerzo, sino lo que se descartó de un alimento, como las cáscaras, por ejemplo. Más allá de los números, fue esto último lo que hizo que Alejandra Cuba (Lima, 26 años) no lo soportara más. Y así nació su startup: Caopack, que aprovecha esos residuos para crear envases biodegradables. 

La base de las envolturas que crea la empresa de Cuba es el cacao. Su país, Perú, es uno de los principales productores de este alimento en el mundo. Y tira a la basura cerca de 16.000 toneladas de residuos de cáscaras, que se suelen descartar para producir chocolate. El proceso, simplificando la explicación para evitar tecnicismos, se podría resumir de la siguiente manera: Caopack coge el sobrante del grano para crear una mezcla parecida a la de la pasta del papel con la que se fabrican los empaques. 

No generar desperdicios con los desperdicios

Para que la empresa de Cuba llegase al producto final, tuvo que pasar una larga etapa de ensayo-error que se inició cuando la peruana estaba la universidad, donde estudió ingeniería en Industria Alimentaria. “Creé un laboratorio en casa y experimenté ahí con lo que ya había leído de papers. Yo no conocía el proceso”, cuenta Alejandra en una llamada de Zoom. El primer prototipo llegó a finales de 2017 y su firma fue acelerada al poco tiempo en Chile. Aunque ella seguía puliendo los últimos detalles desde su botica casera.

La envoltura de Caopack es muy parecida a una hoja de papel o una cartulina que se puede plegar igual que una tela. El color es entre marrón y café y, quizás lo más llamativo es que, técnicamente, se podría comer… Al final, no deja de ser un derivado orgánico del cacao sin ninguna intervención química. Cuba agrega más beneficios. Por momentos parece que lee una lista de la compra, donde cada atributo nuevo es más llamativo que el anterior: “Hay envases similares en otros lugares. En Asia hacen biodegradables a base de algas. Pero nuestra tecnología hace una revalorización integral. O sea, no hacemos más desechos con los desechos”. 

Envase con base de cacao de la empresa peruana Caopack. (Imagen: Caopack)

Pero hay algo en lo que topó con pared. Crear los envases de Caopack es, obviamente, más caro que los que están hechos de plástico (la unidad no llega ni a los 0,50 dólares). Además, hacer cada uno es prácticamente artesanal, mientras que con los polímeros se puede hacer de forma industrial y masiva. 

La recompensa desde el MIT

La CEO de la startup se lamenta por la falta de disposición de las grandes compañías, pero sobre todo, de que no existe una legislación que dé facilidades fiscales para que las empresas apuesten por envolturas como la suya: “En Perú no se paga por lo ecológico. Se nos acercaban inversores pero al ver el precio se lo volvían a pensar”.

Sin embargo, ha habido un cambio importante. En 2020 Cuba fue seleccionada como una de los mejores innovadores menores de 35 años según la revista MIT Technology Review del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts. 

El reconocimiento cerró el círculo que se inició desde que la CEO de Caopack era solo una niña que miraba con recelo a los adultos que arrojaban basura en la calle. La publicación llamó la atención en su país, y distintas empresas se han interesado en colaborar con ella. Pero el problema perdura: el coste del proceso hace que se lo piensen de nuevo. Por eso mismo la ingeniera espera que su producto pueda tener mayor éxito fuera de sus fronteras, en países donde existan más incentivos para la economía circular. Aunque, claro está, no tira la toalla, y espera que esa realidad también llegue a las tierras andinas. 

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