Carlos López-Obrero Carmona cuenta que comenzó su carrera como fisioterapeuta hace más de 25 años, pero se dió cuenta que ante síntomas físicos difíciles de abordar, necesitaba expandir su mirada con respuestas a nivel terapéutico. Esta búsqueda lo llevó primero, a especializarse en el modelo de Somatic Experiencing y luego, en los Sistemas Emocionales Primarios. “Me di cuenta con este estudio que el dolor físico y el dolor emocional están unidos en el cerebro, están muy juntos”, explica a Innovaspain.
Ahora, ha publicado su primer libro, El origen emocional de nuestros comportamientos, que reúne esas décadas de indagación y de experiencia en su consulta privada en Córdoba, en una innovadora mirada sobre el porqué de nuestros comportamientos y cómo trabajar con ellos – con ejercicios para mejorar el bienestar físico y mental.
El modelo de Somatic Experiencing, a partir de la teoría polivagal de Stephen Borges, ayuda a entender cómo el sistema nervioso autónomo funciona y el estrés que se aloja en el cuerpo. “Y luego, lo que trae de novedoso el libro, lo que yo propongo, es el estudio que hizo otro investigador llamado Jaak Panksepp, el padre de la Neurociencia Afectiva, sobre los circuitos emocionales del cerebro que condicionan nuestros comportamientos”, explica.
Tiene en cuenta tanto las sensaciones y reacciones físicas, como el origen en las funciones superiores. “A nivel de los cimientos, las raíces de nuestro cerebro, hay unos circuitos que están operando desde que nacemos, que condicionan mucho cómo nos adaptamos a la vida”, señala.
En busca del apego estable y seguro
“Cuando nacemos traemos mucha vulnerabilidad y mucha dependencia – todos los mamíferos, pero especialmente, los seres humanos. Y los recursos que nos da la naturaleza son los siete Sistemas Emocionales Primarios, que ya están conectados y operando desde el primer momento”, detalla el terapeuta.
Estos sistemas tienen que ver con asegurar nuestra supervivencia y la satisfacción de las necesidades primordiales para un desarrollo armonioso, y están orientados, en particular en la primera infancia, en mantener un apego estable y seguro. “Son los circuitos utiliza el bebé desde pequeñito para llamar la atención de sus cuidadores cuando se alejan o cuando necesita algo”, dice a modo de ejemplo. Hablamos del miedo, el abandono, la rabia, la búsqueda, el juego, la sexualidad y el cuido.
Cuando el entorno en el que crecemos no es favorecedor o hay accidentes, negligencias o carencias afectivas, estos circuitos se van a reorganizar y configurarse para adaptarse al entorno. Esto quedará grabado en nuestro cerebro y se manifestará en forma de patrones de comportamiento y tendencias en la vida adulta.
Saber que la rabia está activada
“Tenemos ciertos comportamientos como muy instaurados y patrones que nos cuesta mucho trabajo cambiar porque vienen de ese momento tan temprano, tan primario”, señala. Y a nivel cognitivo, destaca, ayuda simplemente el hecho de conocer que existe este sistema emocional operando –y lo ha visto en su propia experiencia y la de sus clientes.
El circuito de la rabia, por ejemplo, lo manifiestan los bebés desde el nacimiento llorando, quejándose, cuando tiene hambre o necesidad de contacto. No tener una respuesta adecuada y tener que expresarlo en demasía o suprimirlo, puede tener un impacto.
“Al saber, por ejemplo, que tengo la rabia crónicamente activada y que eso hace que yo vea la vida de una manera guerrera, como que todo me sale de forma instintiva desde la lucha, desde la agresión, puedo empezar a quitarle fuerza a esa autoimagen negativa que muchas veces tenemos cuando queremos cambiar comportamiento y no podemos porque nos cuesta trabajo. O el saber que tengo una inseguridad afectiva con mi pareja muy grande y no puedo evitarlo, puede ayudar a cambiar el relato para con nosotros mismos y el comportamiento”, explica.
Acceder a “la cocina” del cerebro
Luego, está la segunda parte que es aprender a acceder a estos circuitos emocionales, que él dice que están “en la cocina del cerebro, en la plata baja”, para modularlos y regularlos. El proceso consiste en acceder a esos patrones en tiempo presente, a través de la sensación sentida, y crear un entorno seguro donde poder ajustarlos.
Una parte de la propuesta es aprender a sentir nuestro cuerpo a partir de una serie de herramientas con base en la Somatic Experience, como el focusing, entre otras terapias de última generación, y conectar ello con lo que sabemos de los sistemas emocionales. “Se trata de ayudarle al cliente a sentir sus sensaciones cuando está tenso, cuando está relajado y a la vez también sus comportamientos”, explica.
El libro incluye así ejercicios corporales y de movimiento y otros más cognitivos, más de autodiagnóstico –cómo está mi sistema de la rabia, cómo está mi sistema del miedo. “Es como si nosotros pusiéramos un gimnasio al servicio del cerebro”, indica.
Jugar a decir “no” y reconectar circuitos
“Los juegos terapéuticos para mí son muy útiles porque le quitamos drama a la historia de la persona que trae. La ponemos en un marco artificial de alguna manera, en el que hay un poquito de estrés que le generamos, pero lo suficiente para que la persona pueda accionar y pueda hacer algo diferente a lo que hizo. Entonces, una persona que nunca fue capaz de decir no, en este momento conmigo en la consulta, está empezando a construir ese no. Y construyendo ese no con un juego, empiezan ciertos circuitos neuronales a reconectarse”, cuenta López-Obrero a modo de ejemplo.
¿Pero qué ocurrirá cuando vuelvan a la calle y la vida regular? “Hay que darle un tiempo, a lo mejor hay que repetir ciertos ejercicios, pero es mucho más eficaz bajar ahí a ese nivel, reconectar ciertas neuronas, ciertos circuitos, que decirle a una persona, bueno, tú tendrías que poner límites, tendrías que decirle que no”, señala.
López-Obrero ha visto resultados en su consulta para tratar la ansiedad, autoestima, la conexión corporal y múltiples síntomas físicos, como una paciente con inflamación del intestino que pudo encontrar la causa real de esa dolencia. “Estoy aplicando los ejercicios terapéuticos para la rabia con algunos clientes míos y han hecho un cambio increíble en dos sesiones. Entonces, son esos momentos en los que uno se llena de alegría y dice, bueno, pues mi intuición fue certera, tantos años de investigación tienen sus frutos, y merece la pena seguir y compartir este conocimiento”, concluye.