En apenas tres años, el movimiento realfooding ha unido a más de un millón de seguidores en redes sociales que apuestan por la comida basada en los productos saludables por antonomasia: las frutas y hortalizas. El líder de esta ‘legión’ es Carlos Ríos, nutrista y dietista que ha hecho de Instagram su particular templo del conocimiento –allí le secundan más de 1,3 millones de personas–. Su carta de presentación no deja lugar a la interpretación: “mi misión es luchar contra las multinacionales de los productos ultraprocesados y devolver la comida real a la población”.
En su plataforma, Ríos y su equipo han elaborado la llamada ‘nueva clasificación de la alimentación’. En ella destacan en tres grupos los diferentes tipos de alimentos, de más a menos saludables. En el grupo 1 se encuentra la ‘comida real’, es decir, todos aquellos alimentos mínimamente procesados o cuyo procesamiento industrial no haya empeorado la calidad de la composición o interferido negativamente en sus propiedades saludables presentes de manera natural. el grupo 2 abarca los ‘buenos procesados’ (desde panes integrales 100% hasta el pescado enlatado o el aceite de oliva virgen extra). El tercer grupo lo forman los ultraprocesados, a los cuales Ríos define como "lo opuesto a la comida real". Lo forman refrescos, bebidas azucaradas, bollería o zumos envasados, entre otros.
Fundaciones como Triptolemos parecen haber tomado la matrícula a este discurso en contra de los ultraprocesados. De hecho, en un informe presentado por esta misma fundación el pasado mayo avisan de que “desde una perspectiva jurídica podría ser sancionable la utilización de la expresión o concepto ‘ultraprocesado’ por parte de las autoridades políticas o administrativas”. [Pincha aquí para ver el informe completo].
Unas palabras que no convencen a Carlos Ríos ni le desvían de su propósito. “El entorno que lleva décadas promocionando los ultraprocesados ha creado en la población mucha confusión y prejuicios”, critica, además de lamentar que “las generaciones más jóvenes como la mía [Ríos tiene 29 años] no hemos tenido formación en alimentación saludable.
Lejos de amedrentarse ante algunos de los avisos del informe –por ejemplo, donde se cita que “aquellas empresas cuyos productos se denigren con este calificativo entre los eventuales compradores podrían recurrir ante los órganos judiciales para resarcirse de los daños y perjuicios causados”–, Carlos Ríos tiene claro que “la industria tiene poco que hacer para luchar contra la palabra ultraprocesado”.
Tampoco los sistemas de etiquetados como Nutriscore que, a juicio de Ríos, “son una pequeña trampa porque de algún modo permiten a la sociedad comer ultraprocesados sin saberlo”. Este sistema permite a los consumidores valorar la calidad nutricional de los alimentos que van a comprar, simplificando la interpretación del etiquetado nutricional situado al dorso del paquete. España ha anunciado este año que Nutriscore entrará en vigor el primer cuatrimestre de 2021, sumándose así a Francia. Bélgica y Alemania, que ya han declarado a la Comisión Europea su deseo de ponerlo en marcha cuanto antes.
En plena polémica por la campaña del Ministerio de Consumo ‘El azúcar mata’ y con los preocupantes datos que arroja el estudio Aladino 2019, el cual muestra que la prevalencia de sobrepeso en España es del 23,3% y la de obesidad del 17,3% en la población infantil de 6 a 9 años, Carlos Ríos considera que “hacen falta hacer esfuerzos públicos para que la gente consuma productos saludables. Pero tienen que ser acertados, no podemos perdernos en polémicas o frases que distraigan del principal problema”.
En este sentido, se muestra favorable a otra decisión del ministerio de Alberto Garzón que también está dando que hablar: la subida del IVA del 10% al 21% a las bebidas azucaradas. “Creo que [el impuesto] está justificado bajo la evidencia científica. Estas bebidas generan impactos perjudiciales: enfermedades cardiovasculares, obesidad o algunos tipos de cáncer. Si estas empresas han generado un daño con sus productos lo justo es que paguen más. Pero evidentemente no son las únicas que causan estos problemas. La clave está en educar y concienciar a la sociedad”, concluye Ríos.