La secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, ha participado en el ‘Encuentro Yo No Renuncio’, organizado por Fundación Telefónica y la Asociación Yo No Renuncio, donde ha hablado junto a otros expertos sobre los problemas del teletrabajo, la conciliación y la desconexión digital.
“El teletrabajo, más que una herramienta para la conciliación, nos obliga a una organización empresarial pero sobre todo social”, ha declarado Artigas. Según ella, lo más difícil de las organizaciones de las personas es el cambio. “Tenemos miedo al cambio, y la gestión de este es de las cosas más difíciles. Las personas solo cambian por convencimiento o porque no queda más remedio”.
Por ello cree que la pandemia obligó a cambiar eso mismo: la clave, para la secretaria de Estado, es que la incomodidad del cambio tiene que ser menor que la incomodidad del status quo. Y es que la pandemia obligó a todo el mundo a replantear escenarios que podrían haber estado en un futurible posible. De hecho, ha señalado, si ha sido difícil cambiar en el sector privado hay que imaginar cuánto lo ha sido en el público.
Además, ha aportado un ejemplo propio: “Hubo que crear una secretaría de Estado [le nombraron secretaria el 16 de febrero y el 12 de marzo empezó el confinamiento] desde cero, 100% virtual, reclutando a la gente de forma virtual cuando en el sector público no se había trabajado nunca en ningún ministerio, donde estaba previsto un piloto de 80 personas a finales de 2023. Pero, de la noche a la mañana, cientos de miles de funcionarios públicos de todas las administraciones tuvieron que irse a casa a teletrabajar”.
Relación entre la revolución femenina y el teletrabajo
Artigas ha explicado que la revolución femenina empezó cuando, durante la II Guerra Mundial, los hombres estaban en el frente y a las mujeres les tocó ir a operar a las fábricas, salir de las cocinas. Cuando terminó la guerra, los hombres volvieron a ocupar el sitio de las fábricas y a las mujeres se les volvió a enviar a las cocinas, pero su mentalidad había cambiado.
“Eso también lo he visto yo en la administración digital, cuando los funcionarios públicos han tenido que trabajar bajo unas condiciones de estrés enorme donde, lejos de bajar la carga de trabajo, se ha multiplicado, porque la clave de la digitalización es la conectividad”, ha indicado.
Según ella, si España no estuviera bien conectada y no se hubieran invertido tantos años en poder conectar las ciudades “no se podría teletrabajar desde Soria, Málaga o Teruel de la misma forma que desde Madrid”.
Del mismo modo, ha recordado que es necesario que las pymes y las empresas estén digitalizadas -o las organizaciones, en el caso de la administración pública-. “Y ahí es donde tenemos el gran reto, porque las grandes empresas lo tienen muy fácil, al igual que los nativos digitales. Pero los tres millones de pymes que hay en España tienen un gran reto, que también es el nuestro: ayudar a digitalizarlas con el Kit Digital”.
La digitalización de la administración pública
También se tiene que transformar la administración pública, ya que durante la pandemia aumentaron los trámites online un 500%. “Yo me fui a dormir un día con 5.000 trámites online y al día siguiente me levanté con 90.000. Y pasar de una cifra a otra en menos de 24 horas, quien sepa de tecnología, comprenderá lo difícil que es y con gente teletrabajando en casa”.
Para Artigas ha sido un aprendizaje “forzoso”, pero hoy en día en España existen más de doce millones de personas con el certificado digital y se han activado cuestiones como la videopresencia para evitar la presencialidad cuando se renueva un certificado digital.
“Yo recuerdo el día fatídico donde tuve que articular los certificados de defunción online. Porque no estaba previsto. En pandemia no podías despedir a tus fallecidos, pero tenías que presentarte a una oficina presencialmente para tener el certificado de defunción”, ha lamentado.
Todo este shock, según Artigas, ha obligado a unos procesos “rapidísimos”, pero ha de ir todo de la mano: la inversión en infraestructuras o la agilidad del sector público, donde para ella está el gran reto: en la digitalización y en las mínimas competencias digitales que debe tener una persona para poder seguir haciendo un trabajo efectivo a distancia. “Pero cuidado -ha advertido-: no todos los puestos de trabajo permiten trabajar a distancia”.
La esclavitud digital
“Lo que hemos vivido en la pandemia no es conciliación es esclavitud digital. No sabemos aún lo que es la conciliación de verdad”, ha afirmado Carme Artigas. Para la secretaria de Estado, ha sido esclavitud digital “porque en la casa estaba el marido, la mujer teletrabajando, los niños allí, teniendo que comprar un ordenador adicional, compartiendo el espacio, haciendo la compra online… Eso no es conciliación, conciliación es tener un razonable equilibrio en tu vida personal y tu vida laboral. No nos autoengañemos pensando que es estar en casa y, a la vez que se trabaja, estar haciendo la compra”.
Según ella, está “clarísimo” que el trabajo híbrido está para quedarse. También, que se tiene que pensar que a veces solo se ve el teletrabajo desde la dimensión de una persona trabajando desde el ordenador en su casa. Y el teletrabajo también es coger el portátil y trabajar desde donde se quiera para cualquier parte del mundo, como hacen los nómadas digitales, una nueva generación joven -normalmente sin cargas familiares- que se mueven por todo el mundo. “Las personas ya no vamos a trabajar a donde están las empresas; las empresas se instalarán donde esté el talento. Las ciudades se deben volver a rediseñar”.
Por último, Artigas se ha hecho una pregunta: “¿Tenemos que obligar o tenemos que dar como voluntario el teletrabajo? Conozco muchas empresas privadas que están diciendo que sea obligatorio justamente para que también lo cojan los hombres”.
La secretaria de Estado ha explicado que, cuando se terminó la pandemia y se volvió a la presencialidad, mayoritariamente volvieron los hombres y las mujeres se quedaron en casa. “También es verdad que lo de intentar conciliar era un debate solo de mujeres y, gracias al teletrabajo, también es un debate entre los hombres. Al hombre tampoco se le ha enseñado a quejarse”.