Cada día, tres personas son diagnosticadas en España de esclerosis lateral amiotrófica (ELA). La esperanza de vida de estos pacientes oscila entre los 3 y los 5 años. El mapa de la enfermedad es aún un misterio para la ciencia, pero investigaciones recientes empiezan a arrojar luz sobre aspectos desconocidos de la misma hasta la fecha. Los próximos años serán decisivos.
La Fundación ‘la Caixa’ ha celebrado un nuevo Debate CaixaResearch – Investigación y Salud bajo el título ‘ELA, una enfermedad mortal… ¿por mucho tiempo?’. En encuentro ha reunido a Carmen María Fernández-Martos, investigadora principal del laboratorio de Neurometabolismo del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, y Rubèn López Vales (lee mañana en Innovaspain la crónica de su intervención), catedrático del Departamento de Biología Celular, Fisiología e Inmunología, e investigador del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
El origen desconocido y múltiple de la ELA
La ELA es una enfermedad neurodegenerativa que afecta a la neurona motora. Como explicaba Fernández-Martos, “ese daño va paralizando al paciente hasta que muere. Aún desconocemos su origen, ya que se debe a una mezcla de implicaciones. No hay un único mecanismo responsable, aunque sabemos que existen dos tipos de ELA: uno más relacionado con un componente genético, y otro esporádico, donde se engloban muchos factores”.
Fernández-Martos ha puesto el acento en la necesidad de llevar a cabo complejos estudios vinculados a la componente genética de la ELA. “Son importantes para que la ciencia básica descubra alteraciones y mutaciones y abordar así nuevos modelos útiles antes de saltar a la ciencia clínica”. En paralelo, “si comprendemos mejor los factores de riesgo -añadía la investigadora- y su heterogeneidad más allá de la genética, podremos diseñar estrategias personalizadas. Abrimos el abanico a la posibilidad de avanzar más rápido”.
Una investigación prometedora
Fernández-Martos trabaja en una línea de investigación que profundiza en el potencial de la leptina, la hormona que regula el apetito, para tratar los pacientes de ELA. La evidencia científica muestra el vínculo entre los factores de riesgo del estilo de vida relacionados con el metabolismo y la ELA. De este modo, la obesidad, por su impacto directo sobre el metabolismo, se asocia a un menor riesgo de desarrollar ELA y confiere una ventaja de supervivencia en los pacientes con la enfermedad.
La obesidad afecta a la leptina, una hormona que todos producimos, implicada además en la regulación del sistema inmunitario y la inflamación. El proyecto investigador, apoyado por la Fundación ‘la Caixa’ junto a Fundación Luzón, analizará estos nexos con el riesgo de desarrollar ELA para encontrar nuevas terapias.
“Avanzamos hacia el objetivo de curar la enfermedad. La ELA no nos lo pone fácil; es compleja y heterogénea”, afirmaba la investigadora, quien no se aventuró a poner una fecha concreta para derrotar a la enfermedad. “Sí puedo asegurar que estamos más cerca”.
Combinar estrategias y perspectivas
Carmen M. Fernández-Martos apuntaba que, para llegar al momento actual, ha sido necesario que varias disciplinas trabajen juntas en la comprensión de la ELA. “De manera general, debido a sus consecuencias, se asocia con una enfermedad de tipo motor, pero hemos descubierto que también es preciso, por ejemplo, incorporar aspectos cognitivos. Con el tiempo, hemos dejado de limitarnos al concepto más ‘clásico’. El abordaje experimental desde distintos puntos de vista y perspectivas nos ayuda mucho”.
Y es que, según la experta, “el quid de la cuestión”, está en la combinación de estrategias, en neuroproteger y, a la vez, paliar los procesos inflamatorios que ocasiona la ELA. “Este enfoque puede ser más exitoso al equilibrar el contexto patológico. En otras enfermedades neurodegenerativas, sinergias similares han dado buenos resultados. No es fácil, pero lo estamos explorando”.
Más inversión
La investigadora ha recordado la necesidad de contar con los apoyos necesarios a todos los niveles para poder progresar al ritmo adecuado. “Resulta importante haber dejado de tipificar la ELA como una enfermedad rara. Hasta hace no tanto, la ELA no ha tenido el protagonismo que debería, como sí ha sucedido con otras enfermedades neurodegenerativas. La comunidad científica implicada ha demostrado que los recursos se emplean bien como prueba el notable avance en un periodo de tiempo no tan largo. Tenemos que entender que sin recursos no habrá cura ni un retraso en la sintomatología”.
Fernández-Martos añadía que, “por suerte”, hay entidades que han comprendido bien la situación y, gracias a ello, se han generado espacios para una enfermedad “un poco ignorada respecto a otras”. La causa según la investigadora está en un análisis estadístico no del todo correcto, ya que conviene distinguir entre incidencia y prevalencia. “La apuesta económica debe existir y mantenerse en el tiempo. No sirve de nada abrir nuevas líneas de investigación si no vamos hasta el final. La dirección es la correcta y miro adelante con esperanza. Seguro que llegamos a la meta. No será mañana, pero estamos cerca”.