Cada verano, la familia de Carmen Meléndez dejaba atrás el asfalto de Madrid y ponía rumbo a Conil de la Frontera. Las aguas y el paisaje gaditanos fueron el primer contacto “100 %” con la naturaleza de la joven, que años después no dudó en volver a Cádiz y estudiar Ciencias del Mar buscando “una forma de vida que en la capital era imposible”.
Tras cursar un Master Universitario en Oceanografía, en 2015 llega a Canarias, donde durante dos años fue guía de avistamiento de cetáceos y colaboró en una investigación junto a la Sociedad Española de Cetáceos del Archipiélago Canario. Es entonces cuando decide aprovechar el conocimiento y la experiencia acumulados y lanzarse con su propio proyecto. FarFalle ofrece turismo activo en alta mar para sensibilizar y mostrar la importancia de la conservación del mundo marino.
Definido como un laboratorio a bordo, el Proyecto FarFalle está ‘asentado’ en los acantilados de Los Gigantes de Tenerife. “Pretendemos fomentar el sentido crítico entre los participantes en torno a las acciones que provocan la degradación del mar con el fin de modificar hábitos y costumbres”, explica Meléndez, que empezó a gestar esta iniciativa en 2009, durante una estancia académica en la ciudad italiana de Palermo. “Decidí abrir un blog y proponer talleres; sentí la necesidad de compartir mi conocimiento con otras personas y realizar actividades ligadas a la ciencia”. Una década después, Proyecto FarFalle se beneficia de haber sido modelado a fuego lento.
Una oceanógrafa a bordo y un proyecto de investigación real son los aliciente que ofrecen a todos aquellos que quieran vivir una experiencia distinta a los tours habituales. Durante tres o seis horas de navegación, los ‘turistas’ jugarán un papel activo en el manejo del instrumental, tomarán y analizarán muestras, podrán almorzar y practicar el snorkel en una de las playas “más paradisíacas de la isla”.
La particular travesía prevé además un seguimiento de mamíferos marinos de la zona, estudiando su comportamiento, patrones de actividad y estructura de grupo, además de registrar su actividad acústica con un hidrófono a bordo.
En paralelo, Proyecto FarFalle imparte cursos teórico –prácticos que, en formato debate, ponen sobre la mesa la salud actual de los océanos y muestran nuevas formar de actuación. “Transmitimos valores que provoquen el cambio”, afirma Meléndez. La empresa es la primera en dar ejemplo y dona el 70% de cada entada vendida a la investigación.
Una de estas investigaciones con las que colaboran activamente nació en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El Proyecto Microtrofic, liderado por la doctora Alicia Herrera, evalúa la abundancia y la variabilidad estacional del microplástico en las aguas del archipiélago canario y transfiere los resultados a la opinión pública.
Con la esperanza de que la situación de los océanos mejore –“para eso trabajo”- Meléndez llama a seguir investigando para conocer con más certezas su estado real. “Es vital para las generaciones futuras. Las instituciones deben tomar medidas urgentes y herramientas de control y sostenibilidad de las diferentes actividades humanas que revierten en el océano. También es importante la comunicación entre instituciones”.
Que Proyecto FarFalle opere en las Islas Canarias no es casual. “Es un lugar idóneo para el turismo científico, con un gran potencial aún por explorar. Un espacio de biodiversidad marina único en el mundo; con acuarios naturales de recursos y hábitats cuyo valor es incalculable. Además, en Los Gigantes la mayoría de los días son soleados y con el mar en calma, perfectos para la navegación”.
A medio-corto plazo, además de incrementar su importancia como nexo entre investigación y sociedad, Proyecto Farfalle quiere implementar su propuesta en otras islas y publicar un primer artículo científico basado en los resultados obtenidos a lo largo de un año. “Para adentrarnos en la complejidad del océano necesitamos una embarcación, infraestructuras, materiales, laboratorios… en definitiva financiación”, detalla Meléndez sobre las complejidades anexas a la iniciativa. “Para investigar con resultados se requiere de una inversión que, a día de hoy, es insuficiente. Sin apoyo económico no se puede divulgar ni concienciar”.
Estas dificultades de carácter casi congénito, tienen a juicio de la oceanógrafa un origen que trasciende el empuje financiero público o privado. “La sociedad vive de espaldas al mar; la gente no es consciente de que nos encontramos en un momento vital. Nuestra intención es contribuir a que la sociedad conozca en primera persona la situación del océano y toda la biodiversidad que posee y de la que dependemos”, concluye Meléndez.