Objetivos 2030

Con la colaboración  de

Cosentino

Cepsa fomenta la cooperación para posicionarse en la generación de biocombustibles 2G

La energética y el CSIC colaboran para estudiar en qué zonas de España sería más viable la plantación de cultivos energéticos de cobertura, capaces de proteger el suelo de la erosión, producir materia orgánica y favorecer la fijación de población rural
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Cepsa y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han firmado un acuerdo para investigar la viabilidad de plantar cultivos energéticos de cobertura en diferentes zonas rurales de España. Estos cultivos se denominan de cobertura porque protegen el suelo de la erosión entre los periodos principales de siembra y energéticos porque producen la materia orgánica necesaria para producir biocombustibles de segunda generación (2G).

El objetivo de esta colaboración, la primera de estas características realizada por la institución científica con una compañía energética, es llevar a cabo un estudio técnico-económico de diferentes áreas del país y determinar dónde se podrían sembrar estos cultivos. Además de la viabilidad de su plantación, el estudio, que tendrá una duración de un año, también analizará los tipos de cultivo más idóneos en cada zona, así como su capacidad de absorción de CO2, identificando así los que sean más beneficiosos en términos medioambientales.

De esta forma, Cepsa podrá complementar sus fuentes de suministro de materia prima para la producción de este tipo de biocombustibles, uno de los principales desafíos de la industria, a la vez que impulsa la mayor autonomía de España en términos de aprovisionamiento e independencia energética.

Según Javier Antúnez, director de Biocombustibles de Cepsa, “el objetivo de este acuerdo con el CSIC es ampliar la obtención de materias primas circulares para la producción de biocombustibles de segunda generación, que nos permitan impulsar la descarbonización de sectores cuya electrificación es compleja, como el transporte pesado por carretera, el marítimo o el aéreo, a la vez que generamos nuevas oportunidades económicas y de desarrollo para el campo español.” La utilización de biocombustibles puede llegar a reducir hasta en un 90% las emisiones de CO2 respecto a los combustibles tradicionales

Javier Criado,responsable de Originación de Materias Primas Circulares de Cepsa, explica a Innovaspain que, como principal referencia en el ámbito de la investigación científica de España, la decisión de trabajar con el CSIC era la más lógica. “Cepsa ya ha colaborado de manera muy satisfactoria con el CSIC en el pasado. De hecho, tenemos otras líneas de trabajo con ellos en la actualidad. Pensamos que es el mejor compañero de viaje para acometer un proyecto tan interesante”.

La participación del CSIC en este proyecto se enmarca en la política del organismo de transferir sus resultados de investigación al sector privado, principal vía para que la investigación pública tenga un impacto real en la sociedad. En este sentido, esta iniciativa está liderada por la Plataforma Temática Interdisciplinar Horizonte Verde y en ella intervienen, desde una visión multidisciplinar, investigadores de tres centros del CSIC: el Instituto de Agricultura Sostenible (IAS), el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) y el Instituto de la Grasa (IG).

Leonardo Velasco, investigador en el IAS-CSIC, apunta que “en España hay potencial para la introducción de cultivos no alimentarios en terrenos no empleados para la producción de alimentos o en épocas del año en las que el suelo no se cultiva. Grupos de investigación del CSIC llevan años investigando sobre nuevos cultivos que pueden aportar materias primas para la producción de biocombustibles dentro de un manejo sostenible de los recursos naturales como suelo y agua. Además de aportar fuentes de energías renovables, estos cultivos contribuyen a proteger el suelo de la erosión y a mejorar el balance de carbono de las explotaciones agrarias”.

Oportunidad para el desarrollo rural


Los cultivos de cobertura se realizan entre periodos de siembra de los cultivos principales con el objetivo de proteger el suelo de la erosión. Además, aportan otras ventajas para la producción agrícola y el cuidado medioambiental, como el incremento de la fertilidad del suelo, al aportar nutrientes y mejorar su textura; el aumento de la capacidad de retención del agua de lluvia, o una mayor absorción de CO2. Asimismo, pueden realizarse en terrenos degradados, como aquellos que han sufrido incendios, ayudando a su recuperación.

Estos cultivos se consideran “energéticos” porque parte de la biomasa producida puede emplearse en la generación de energía, además de poder aprovecharse en la fabricación de pienso para el ganado. El producto cosechado, al no competir con la alimentación, puede emplearse en la producción de biocombustibles de segunda generación.

Mediante el fomento de esta clase de cultivos, los agricultores consiguen maximizar la rentabilidad de un mismo terreno, aumentando su calidad, diversificando sus ingresos y manteniendo la actividad durante todo el año. Así, además de obtener materias primas para la producción de biocombustibles de segunda generación, estos terrenos fomentan la fijación de la población en las zonas rurales de la España vaciada e incrementa sus oportunidades de generación de empleo y desarrollo económico.

Desde 2023, la Política Agraria Común (PAC) prima a los agricultores y ganaderos que realicen al menos una práctica sostenible voluntaria, entre otras, el desarrollo de cultivos de cobertura en cultivos leñosos, como olivares o plantaciones de árboles frutales.

Un campo a explorar y una estrategia clara

Javier Criado detalla que, hasta el momento, a nivel internacional se ha estudiado fundamentalmente el uso de la camelina y la jatrofa. “Ahora hemos de profundizar en aquellas especies que sean más adaptables a la realidad de las condiciones de cultivo del campo español y que permitan la fijación del CO2 y la producción de biocombustibles 2G”.

El directivo afirma que uno de los retos principales para la producción de estos combustibles tiene que ver con la heterogeneidad y atomización de las fuentes de materias primas residuales/circulares disponibles. “Esto nos obliga a diseñar procesos químicos de transformación en biocombustibles 2G flexibles para adaptarse a la variabilidad de la composición de las materias primas y su estacionalidad. Los procesos más flexibles son, generalmente, más complejos a nivel técnico”.

Criado concluye con un mensaje positivo. El experto opina que España cuenta con un gran potencial para la producción de biocombustibles. “La estrategia de Cepsa incluye la producción de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles para 2030. Recientemente hemos anunciado que construiremos, junto a Bio-Oils, la mayor planta de biocombustibles 2G del sur de Europa. Estos compromisos y proyectos, además de la capacidad anunciada por otras compañías, suman en España unas capacidades de producción superiores a las de otros países de la Unión Europea”.

Adicionalmente, Cepsa ha firmado un acuerdo con la Asociación de Cooperativas de España, que agrupa a más de un millón de agricultores y ganaderos, para impulsar la producción de biocombustibles a partir de residuos procedentes de estas industrias. El Centro de Investigación de Cepsa analizará residuos procedentes de la industria oleícola, olivarera, vitivinícola o ganadera, para estudiar la viabilidad de transformar esta materia prima en biocombustibles

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