Puede resultar difícil de entender que un joven de 27 de años decida dejar su trabajo en un bufete de abogados en Madrid para marcharse a El Salvador a colaborar con una entidad microfinanciera. Pero el protagonista de esta historia lo explica de una manera muy sencilla: se trata de encontrar un propósito a tu labor profesional, un “sentido social” a lo que hacemos cada día. “La gente quiere sentir que está haciendo algo bueno por el mundo con su propio trabajo”, afirma César Buenadicha Sánchez, que en la actualidad es especialista líder del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), miembro del Grupo BID.
Es una filosofía de vida que, según cuenta este abulense de 44 años, es cada vez más habitual en América Latina, sobre todo en países que, como Chile, han alcanzado cierto nivel de desarrollo. “Las B Corporation o Empresa B son una forma jurídica de empresa social que puede ganar dinero, pero que, en sus estatutos, tiene un compromiso por un fin social”, afirma, señalando que hay más de 200 en toda la región. Son una prueba clara de que los fines empresariales no tienen porque estar reñidos con las causas solidarias.
Después de su estancia en El Salvador, Buenadicha pasó por Honduras y Bolivia para realizar actuaciones relacionadas con el mundo de las ONGs y la cooperación. De ahí dio el salto al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para llevar a cabo una labor de innovación social. Se encarga de poner en contacto a gobiernos, sociedad civil y empresas para alcanzar soluciones que sean escalables.
Actuaciones concretas
En estos ocho años que lleva en Washington ha podido participar en muchas iniciativas, como una serie de proyectos de distribución inclusiva que permiten desarrollar una cadena de distribución con mujeres microemprendedoras. Se trata de “darles modelos estandarizados, con formación y financiación, para que ellas crezcan y tengan mejores oportunidades de ingresos”, afirma este doctor en Economía y licenciado en Derecho y Economía. En la República Dominicana, por ejemplo, el FOMIN ha impulsado una alianza entre Nestle y una microfinanciera para que 1.500 mujeres puedan distribuir los productos de la multinacional.
“Algo parecido hemos hecho con Danone y Visión Mundial en Brasil, con un modelo de distribución puerta a puerta en las comunidades pobres –continúa Buenadicha-. El problema que tienen las empresas es que no conocen las barriadas y no saben qué mujeres seleccionar o qué incentivos darles; y por otro lado tienes a una ONG que sí conoce estas zonas y que forma mucho a las mujeres, pero que las forma para la nada porque no hay empleo”. La labor del BID es poner en contacto a estas dos caras de la moneda.
Otra iniciativa llevada a cabo por el FOMIN fue el impulso del micromecenazgo en México. “Hicimos el primer estudio de crowdfunding en un país en desarrollo y vimos que había cinco plataformas, todas ellas muy débiles”. A partir de ahí se elaboró un proyecto que incluía la creación de una asociación –denominada AFICO–, el desarrollo de una normativa específica y un presupuesto de tres millones de euros para poner en marcha medidas que impulsen estas herramientas de financiación. “Hoy en día hay más de 120.000 personas en las plataformas mexicanas de crowdfunding y el crecimiento es exponencial”, añade.
Momento crucial
“América Latina está actualmente en una encrucijada muy grande”, responde cuando se le pregunta por el futuro de la región. “Se ha disfrutado de diez o veinte años excepcionalmente buenos por los precios de las materias primas y esto se ha acabado; ahora la situación fiscal de muchos países es complicada, empezando por Brasil, siguiendo por Colombia, México o Chile”, advierte.
Por este motivo, el especialista líder del FOMIN cree que “todo el progreso social que se ha conseguido estos años se puede perder si los gobiernos no logran reajustar las balanzas fiscales”. Existe, por lo tanto, un “riesgo” real de “volver a la década los ochenta”, a una época perdida en muchos aspectos.
En su opinión, “el gran problema que tiene América Latina es la desigualdad”. “En esto el BID trabaja mucho desde el campo de la educación”, afirma César Buenadicha. Él defiende la “innovación inclusiva”, es decir, que “la gente con menos recursos tenga acceso a una educación de calidad y emprendedora, favorecida por la tecnología, para que puedan desarrollar innovaciones locales”. Y en esta línea juega un papel clave luchar contra el “estigma del fracaso”, algo muy habitual tanto en Latam como en España.