La economía digital ha representado el 15% del total en 2015, un porcentaje que confirma una tendencia y anuncia ese profundo cambio sobre el que ya hemos escrito con frecuencia en años pasados. Si en un interesante estudio Accenture hace la previsión de que al terminar 2020 que este porcentaje subirá hasta el 25%, otras fuentes opinan que el crecimiento exponencial hará que este porcentaje pueda doblarse en el corto espacio de los cinco años que no separan de esa fecha tan señalada.
Independientemente de que sea o no posible, el caso es que estamos metidos de lleno en esa transformación que supone esta Revolución Industrial, nueva en las formas, clásica en los efectos que causa en la organización social. Nadie sabe cómo va a ser la sociedad dentro de unos años. Nadie puede imaginar cómo puede organizarse una sociedad afectada, por ejemplo, por una masiva sustitución de mano de obra por máquinas; cómo afectará la Inteligencia Artificial en las relaciones humanas y su organización.
Las ideas antes movían el mundo y ahora el conocimiento ha tomado la delantera y las ideas tienen que surgir para ordenar la sociedad a la que lleva ese mundo del conocimiento que es capaz de multiplicar la velocidad del cambio. Necesitamos ideas para ordenar una sociedad que no sabemos cómo va a ser en el plazo de cinco años. Esto es nuevo.
Un buen ejemplo de esta alteración está en el propio nombre de muchos de los estudios y eventos que se hacen con este motivo. Si el informe citado es denominado Technology Vision 2016 hace poco Innovaspain tuvo oportunidad de asistir a la Wine Vision, uno de los eventos de mayor relevancia en la industria vitivinícola mundial. Mundos empresariales distintos y distantes pero con la misma inquietud.
Saber cómo afecta el cambio generacional es vital para el mundo del vino. Como actúan los denominados millenians ante el consumo es vital para sectores que no tienen nada que ver como el vinícola y el financiero. Pero detrás de los millenials, que en España es lo actual, en Estados Unidos y otros países desarrollados ya hay otra generación, la Z, que se supone que es la iniciada a partir del año 95 y ya empieza a incorporarse al mundo laboral y tener una capacidad de consumo y decisión importantes. Y solapada con ésta ha empezado ya una nueva generación que precisamente es la que estrena esta Revolución Industrial de la que hablamos. Habrá que denominarla de alguna manera. De ellos solo sabemos que no sabemos cómo será. No tenemos ni idea de cómo serán sus modos y costumbres.
Es decir, el mundo hacia el que nos mueve la tecnología y su velocidad hace que afrontemos un periodo curioso en la Historia: por primera vez tenemos la certeza de que no sabemos cómo va a ser el mundo dentro de cinco años pero, además, tenemos la certeza de que no sabemos como organizarlo para dentro de diez y, mucho menos de 15 años, fecha en la que los primeros de la nueva generación ya tendrán veinte años. El reto es fantástico y ahí que las conclusiones son complicadas. Nos movemos en una incertidumbre que por ser prácticos la resumimos en esas tendencias que apunta el informe Accenture para el mundo de la empresa (Automatización inteligente, Fuerza de trabajo líquida, Economía de las plataformas, Disrupción previsible y Confianza digital) o en algo más etéreo como hace el filósofo Theodore Zeldin cuando recomienda redibujar el mapa del miedo. Lo desconocido siempre lo produce.