En los últimos años, el sistema de innovación de nuestro país ha dado un salto de gigante. Por un lado, las organizaciones han implantado unidades de innovación abierta, incorporado equipos y lanzado programas e iniciativas para impulsar la colaboración con startups que les ayuden a acelerar sus procesos de cambio y mejorar sus modelos de negocio. Por otro, las administraciones públicas han impulsado políticas, normativas y medidas orientadas a desarrollar o fortalecer entornos de innovación, en ámbitos de carácter sectorial y también generalistas. Y el ecosistema de apoyo a startups y a proyectos innovadores ha experimentado un desarrollo importante, tanto a nivel de aceleradoras, incubadoras o venture builders como de inversores, en múltiples y diferentes formatos.
Sin duda, España ha ganado posiciones en el mapa internacional de la innovación. Además lo ha hecho con una estructura policéntrica, en la que diferentes modelos ofrecen una excelente diversidad de oportunidades en territorios que, aunque en cierto modo compiten entre sí, también pueden llegar a ser complementarios, construyendo una oferta muy singular en el sur de Europa.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte percibimos un discurso emergente que empieza a cuestionar el impacto real de este gran esfuerzo desplegado. Declaramos estar orgullosos de los “unicornios” producidos por el sistema de innovación en nuestro país. Pero medir las capacidades de un ecosistema de innovación en función de los unicornios es como medir el desarrollo de un país en base a su PIB, métricas unidimensionales que ocultan factores más sostenibles y positivos para un desarrollo equilibrado. Estos casos individuales no reflejan el mismo éxito generalizado, sistémico, en los programas de innovación abierta corporativos ni en las aceleradoras. Así, muchas corporaciones están rediseñando o replanteando sus iniciativas de innovación abierta o venture builders.
Con organizaciones y áreas de innovación más maduras, ya no basta con interactuar con emprendedores, sino que se buscan resultados de mayor impacto en el negocio a través de colaboraciones más profundas con las startups y en la transformación cultural de las organizaciones. A su vez, algunas aceleradoras han abandonado su actividad, por incapacidad de hacer evolucionar el modelo tradicional de aceleración, para reorientarse fundamentalmente hacia la inversión directa. Hay que cambiar la lógica y buscar un ecosistema fortalecido que pueda generar una base más amplia de emprendimientos y más empresas “gacelas”.
Esta situación requiere un análisis pausado, profundo y colectivo para seguir avanzando, y no retroceder, en las políticas y prácticas de innovación en nuestro país. Desde nuestra visión del ecosistema, proponemos una reflexión entorno a cinco palancas que creemos estratégicas para el futuro de la innovación abierta y los procesos de aceleración de startups:
1. Colaboración abierta. Los programas impulsados en estos años por los diferentes actores comparten una característica común: son programas “cerrados” en sí mismos. Suena contradictorio hablando de innovación abierta, pero en general tanto la innovación corporativa como los programas de aceleración están diseñados para capturar talento y “meterlo dentro” de una estructura corporativa de innovación o de un programa de aceleración con fecha de inicio y fin.
En el futuro, pensamos que estos programas se diseñarán con una visión compartida por diferentes actores, trabajando juntos desde la generosidad en retos compartidos, en la identificación de talento y en el acompañamiento conjunto a las startups. Si queremos soluciones que tengan un alcance sistémico y capacidad real de transformación, necesariamente vendrán de la colaboración entre actores, puesto que difícilmente la innovación verdaderamente transformadora se produce en entornos cerrados, y querer atraer esa innovación con propósito de exclusividad no permitirá enriquecer el ecosistema.
2. Innovación de impacto. Los programas de innovación y aceleración deben vincularse a la transformación del negocio. Y esa transformación debe estar alineada con el impacto y la sostenibilidad, claves imprescindibles para el futuro de los negocios. La valoración de una innovación ya no se mide únicamente por su capacidad de generar retorno económico, sino que debe medir, reportar y contemplar su impacto social, medioambiental, cultural y de transformación del modelo organizativo; lo que, por otro lado, repercute directamente en la competitividad empresarial y el atractivo de las compañías a ojos de los inversores.
3. Acompañamiento a medio y largo plazo. Los procesos de innovación, especialmente los que realmente tienen capacidad de transformación sistémica, requieren de tiempo. El contacto con una startup durante unos meses tiene un impacto limitado tanto para ella como para la corporación. Debemos diseñar procesos que permitan un acompañamiento de largo recorrido. No es fácil en un sistema orientado a resultados en el corto plazo, pero sólo con el tiempo necesario la innovación es capaz de obtener resultados realmente transformadores. El modelo de “sobreaceleración” puede generar casos de éxito, pero también genera muchos más fracasos de startups viables, con capacidad de generar trabajo y riqueza, pero no a la velocidad y con la exigencia perseguida por el sistema actual.
4. La comunidad de emprendedores en el centro. Tanto para los procesos de innovación corporativa como para las aceleradoras e inversores, el emprendedor podría parecer un producto, el fichaje de temporada en el que invertimos. Pero esta dinámica debería cambiar. Deberíamos pensar cómo podemos situar al emprendedor en el centro y cómo crear una verdadera comunidad de emprendedores en la que se sientan acompañados e identificados, en la que el apoyo mutuo tenga un peso tan relevante como el del mejor mentor y el cuidado del emprendedor juegue un papel relevante.
En definitiva, cuidar su talento, en lugar de verlos como un producto desechable (los datos avalan que, si hay talento, llegará su éxito: el fracaso del emprendedor baja hasta el 10% a partir del tercer intento); diseñar un sistema que genera innovación y resiliencia en su conjunto más que apostar por estrellas aisladas; y apostar por llegar más lejos conjuntamente, en lugar de algunos éxitos rápidos y aislados.
5. Conocimiento técnico. El avance de estos años nos enfrenta a retos cada vez más complejos, y el conocimiento técnico del ámbito industrial o social en el que se trabaja es importante. Ya no vale con aplicar el proceso de service design, el canvas, el diseño de un buen pitch o un buen cuaderno para inversores. De este modo, muchos de los procesos de innovación requieren de la participación de expertos técnicos en la materia. Encontramos aquí una oportunidad de implicación de talento sénior, con alto conocimiento y una dilatada experiencia técnica en los diferentes sectores de actividad.
La activación de estas palancas nos llevará a diseñar negocios más maduros y resilientes y con mayor capacidad de innovación sistémica. La colaboración entre actores permitirá abordar retos más globales y orientarnos hacia una economía de impacto. Las corporaciones seguirán contando así con el valor que les aportan los emprendedores y su mentalidad disruptiva, además de continuar fomentando el intraemprendimiento de los empleados, en una apuesta continuada por las personas, impulsando su capacidad de innovación. De ahí saldrán reforzadas tanto las startups, que seguirán beneficiándose de formar parte del ecosistema emprendedor, como las corporaciones, que continuarán estando en el sitio “donde pasan las cosas” y empujando las fronteras del conocimiento.
Nuestra compañía está en pleno proceso de reflexión, escucha y diseño de lo que, entendemos, deberán ser los programas de innovación abierta y de aceleración de los próximos años. Creemos que se necesitan respuestas y soluciones sistémicas, y para llegar a ellas se debe trabajar con una mirada también desde una perspectiva de sistema. Estamos convencidos de que los retos del siglo XXI requieren de un enfoque de innovación basado en el impacto como modelo de negocio, económico y de organización.
De momento no tenemos las respuestas, pero estamos haciéndonos las preguntas… Creemos que el ecosistema de innovación y emprendimiento se encuentra en un momento clave. Podemos aprovechar los éxitos y la fortaleza creada, pero también las reflexiones críticas emergentes, para evolucionar y pivotar el ecosistema hacia un modelo más resiliente, más eficiente, más productivo y más transformador de la economía real, generando un impacto positivo en los negocios y en la sociedad. Nos encantaría escuchar tu opinión y aprender juntos de tu experiencia. ¿Te sumas a la conversación?