Hace 15 años, los geógrafos Carlos Manuel Valdés y Agustín Gámir decidieron darle un enfoque enriquecido a las clases que impartían a los alumnos de comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. A lo largo de todo este tiempo, los docentes han abierto una línea de investigación casi inédita en España que analiza la influencia mutua entre el cine y los espacios geográficos en los que se enmarcan las obras audiovisuales.
Con Madrid como protagonista, el equipo del grupo de Geocine de la UC3M ha estudiado esta relación en más de 300 películas e identificado más de 2.000 escenas con las que han nutrido el visor cartográfico que incluye la página web del proyecto. Para localizar los rodajes que tienen lugar en la Comunidad de Madrid hacen uso de la información que publica la web colaborativa IMDB, oficinas de rodaje, bibliografía especializada y el visionado completo de las películas.
“Queríamos indagar en cómo el cine contribuye a formar imaginarios colectivos. Una ciudad puede ser conocida a nivel mundial gracias al impacto cinematográfico; una película está en disposición de calar más que otras muchas acciones”, explica Carlos Manuel Valdés. La investigación ha filtrado las películas en base a su duración (largometrajes de más de una hora) y su calificación en IMDB, ya que, a priori, las cintas mejor valoradas han tenido una mayor repercusión social.
Iconos universales
Agustín Gámir detalla que, en el caso particular de Madrid, hay que hacer una clara diferenciación entre el cine extranjero rodado en la ciudad y aquel que tiene su origen en la industria nacional. También hay un abismo perceptivo de la capital entre el espectador foráneo y el español. “El problema de Madrid es que carece de un icono universal que haga reconocible la ciudad en todas partes. No muchos extranjeros distinguirán la Puerta de Alcalá de la Puerta de Brandemburgo”.
Una ventaja que sí poseen Barcelona o Bilbao. “Los espacios referenciales son importantes. No es casual que Woody Allen refleje en su cine modernismo barcelonés o que James Bond se haya dejado caer por la capital vizcaína. Pero además son ciudades que se han movido con más agilidad que Madrid en el terreno promocional. Sobre todo Barcelona desde las Olimpiadas del 92. Ahora son enclaves más reconocibles, y el cine tiene buena parte de culpa”, apunta Gámir.
King Kong y la escalera de Joker
Los investigadores recuerdan que el cine comercial nace casi a la par que el desarrollo contemporáneo de la ciudad, lo que convierte al séptimo arte en un testigo de excepción de los cambios experimentados por Madrid. “Los fotogramas nos muestran una ciudad desaforada que ya no existe en la que se han transformado el urbanismo, los espacios naturales o los parques”, asegura Agustín Gámir.
El geógrafo apunta que allá donde tenga lugar un cambio impactante en la configuración de un espacio, el cine llegará más pronto que tarde “El Empire State es inaugurado en 1929 y sólo dos años más tarde ya lo estaba escalando King Kong. Ahora bien –insiste Gámir- para que esto ocurra es necesario un elemento emblemático. El cine ha ido poco a Madrid, pero Madrid no se lo ha puesto fácil”. Algo a lo que tampoco ayudan los nuevos desarrollos urbanísticos de la capital: barrios periféricos de frialdad homogénea.
Y en el sentido inverso, el impacto de una escena puede convertir en mítico un espacio anodino. En el proyecto, los investigadores han tenido en cuenta el tiempo durante el que transcurre una escena como factor que contribuye a configurar percepciones. “También la relevancia que tiene en la trama lo que sucede en un espacio concreto; su importancia desde un punto de vista narrativo. El cine tiene la capacidad de resaltar elementos que no se habían tenido nunca en cuenta. Así pasa con la escalera de Joker, ahora convertida en atracción turística”, añade Carlos Manuel Valdés.
De la Gran Vía de Garci al ‘Barrio’ de León de Aranoa
En esta definición, Manuel y Gámir coinciden en otorgar una importancia primordial a la mirada del director del film. “La Gran Vía de José Luis Garci en ‘El Crack’ nos habla de un Madrid cosmopolita y también decadente, conectado con Nueva York; queda claro que es la arteria que marcaba el pulso de la ciudad. Pero nos dice más cosas, como que está rodada en la crisis del petróleo de los 70. Escasean los coches y muchos negocios están cerrados”, señala Carlos Manuel Valdés.
“Garci y Almodóvar se convierten en vicarios en la forma de transmitir la imagen de la ciudad: uno escoge un Madrid nocturno, en parte decrépito, y Almodóvar otro mucho más colorido y festivo”, añade Agustín Gámir. Otros directores como Álex de la Iglesia atacan los espacios madrileños de una manera muy personal. Sucede con las Torres Kio, el Valle de los Caídos o la Malasaña más underground años antes de la agresiva gentrificación y la ola hipster.
Más lejos del centro, Carlos Manuel Valdés admira las perspectivas de Edgar Neville o Fernando León de Aranoa, “con un retrato muy interesante en ‘Barrio’ de un extrarradio indefinido, fruto de la mezcla de varias periferias”. El investigador destaca distintas obras recientes que recuperan la periferia para fortalecer el lenguaje cinematográfico. Algo que ya hicieron algunos directores de los 50-60, como Luis García-Berlanga en ‘El Verdugo’ y un edificio en construcción que conversa con el espectador. “Estas áreas de la ciudad enriquecen temáticas, contribuyen a poner la atención en ciertos barrios y a diversificar las historias”.
En el marco del proyecto se han elaborado tres rutas con el apoyo de la City of Madrid Film Office y el Foro de Empresas de Madrid. Las propuestas tienen objetivos diferenciados. “21 películas para 21 distritos” vincula cada distrito a un largometraje de ficción. “El Madrid de Edgar Neville” analiza la presencia de la ciudad en la obra de este cineasta. Por último, “Un paseo de cine. De Atocha a Plaza de España” se centra en algunos de los ejes urbanos más reconocidos y emblemáticos de la capital.
Los intangibles
Los docentes de la UC3M tienen otro proyecto en marcha con Madrid como eje vertebrador en su relación con el cine de habla hispana. 40 películas filmadas entre 1950 y 2020 en las que van más allá de los espacios geográficos al considerar intangibles como el tejido social que los rodea o el estilo de vida de sus gentes.
La Plaza de Toros de Las Ventas, La Cibeles, la Gran Vía y, en general, el área que hoy delimita el perímetro de Madrid Central son los lugares que aparecen con más asiduidad. “Predomina claramente el buen tiempo, los días soleados. Los aspectos climatológicos pesan mucho en las películas estudiadas”, señala Carlos Manuel Valdés.
“Tenemos un objetivo adicional, al margen de ayudar a afinar la estrategia turística de las ciudades, y es el de reforzar la autentificación de las urbes con su entorno”, explica Agustín Gámir en alusión a los barrios menos mainstream de Madrid. “Moratalaz, Latina… ¿alguien sabe qué escenas de El Bola se rodaron en Carabanchel? ¿Dónde se ubican esos parques? Queremos que los ciudadanos se identifiquen con sus barrios y creen ciudad a través del cine. Este movimiento empieza a interesas a algunos ayuntamientos para afianzar identidades”.
Los investigadores aseguran que junto a la Comunidad de Madrid podrían configurar ‘mapas’ con puntos de información de rodajes vía códigos QR. Para materializarlos necesitan mayor flexibilidad en la exposición pública de fotogramas emblemáticos que transmitan información representativa de una filmación en su entorno. Un punto de protección intelectual que esperan solventar en las próximas semanas ya que desbloquearía la función social y promocional de la investigación.
Más allá de Madrid
En paralelo, los investigadores quieren ir en su análisis más lejos de los límites de Madrid. “Es un proyecto de ‘mini’ financiación estatal (recibieron un tercio de los fondos necesarios) del que queremos extraer conclusiones sobre la manera en que se ha filmado películas y series en ciudades españolas de más de 10.000 habitantes”. Lo hacen desde tres ópticas: la transformación urbana, la implicación turística del cine y la narración audiovisual.
Para llevar a buen puerto la iniciativa han ‘reclutado’ equipos multidisciplinares en distintas localizaciones integrados por profesionales de la geografía, la comunicación audiovisual y el turismo. Manuel y Gámir coordinan el trabajo de los grupos, han obtenido los primeros resultados y han empezado a volcar información en un visor interno que indica la distribución de los espacios. Los geógrafos quieren que este proyecto se prolongue en el tiempo para afinar en sus conclusiones.