Han pasado unos días desde el nombramiento y toma de posesión de Rosa Menéndez como nueva presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la gran institución dedicada al tema en España. Ya no es noticia, pero sí que merece un comentario el hecho de que sea la primera mujer que ocupa este cargo. Hace unas semanas le dedicamos este post a nuestra sección denominada “#mujeres STEM”, por la que ya han pasado en sus primeros seis meses muchas mujeres con el denominador común de haber destacado en sus profesiones. A muchos les parecerá una anomalía que las destaquemos tanto cuando en realidad la anomalía es que no se conozcan. La normalización en este tema nos llevará a no tener que fijarnos en el nombramiento de una mujer por el hecho de serlo.
El tema no solo afecta a España. Con una cierta frecuencia retuiteo un tuit de Vala Afshar, Chief Digital Evangelist de Salesforce, considerada como la empresa más innovadora del mundo en numerosas ocasiones y por diversos jurados y metodologías. En el tuit destaca una frase de Catharine Drew Gilpin Faust, la persona que preside en la actualidad la Universidad de Harvard: “Yo no soy una mujer que preside Harvard; soy la presidente de Harvard”. Me parece bien.
No hay porqué destacar que es mujer cada vez que hablemos de la conocida Universidad, ni tampoco que cuando hablemos del CSIC todos los días recordemos que una mujer está al frente del CSIC como si fuera una cosa rara. Es lo normal; tan normal como si fuera un hombre. Recientemente, una de las mujeres que han sido entrevistadas para nuestra sección decía que no era normal que habiendo más mujeres que hombres en la investigación, no hubiera más en las direcciones de estas instituciones.
Con este nombramiento se rompe el maleficio y debería ser otra cosa que anime a muchas jóvenes estudiantes a optar por carreras STEM. Según las últimas estadísticas, solo una persona de cada cuatro que trabajan después de haber estudiado estas materias son mujeres; es decir, que el colectivo está formado por un 75% de hombres frente al 25% de mujeres. La desproporción es evidente.
La defensa y el apoyo a que las mujeres estudien STEM no es caprichosa. Si no lo hacen tendrán dificultades para trabajar con las consecuencias que ello conlleva. Deben ser conscientes de sus capacidades y a ello se llega con la transmisión de que son capaces de abordar los estudios a los que rodea el halo de la dificultad. Lo han superado en muchas casos y en España hay casos de referencia mundial, tanto en el tema de la ciencia como en otros campos, como en el deporte. Conocemos, afortunadamente, las hazañas de Edurne Pasaban, la primer mujer en alcanzar la cima de todos los ocho miles del Planeta, un tema del que pueden presumir muy pocos hombres; o el caso de la atleta especialista en salto de altura Ruth Beita, tetracampeona de Europa, campeona del Mundo y Campeona olímpica, probablemente la figura más laureada del atletismo español de todos los tiempos.
Podemos seguir citando casos y nos sorprenderíamos de la cantidad de mujeres que en España han superado a los hombres. De algunas del pasado hemos hablado en esa recuperación de algunas de las figuras ocultas en la sección citada de “#mujeres STEM”. Estos días, sin ir más lejos hemos recordado el reciente fallecimiento de Gabriela Morreale, una investigadora de fama mundial por sus trabajos relacionados con el yodo y sus efectos. Una vez más, ha pasado bastante desapercibido. Por eso nos fijamos en el nombramiento de Rosa Menéndez, doctora en Ciencia Químicas y que, naturalmente, ha llegado a esa presidencia por ser una gran investigadora.