La Comunidad de Madrid aglutina la mayor parte de la I+D+i en España. En la región se encuentran el 16 % de los negocios registrados en el país, un 39 % de las empresas extranjeras que operan en España lo hacen desde Madrid, donde recala más de la mitad de la inversión extranjera. Integrada además en el top 5 de hubs europeos de emprendimiento e innovación y uno de los polos de la ciencia continental, Madrid vive un momento de ebullición inédito.
Estas y otras razones han llevado a la Comunidad de Madrid a protagonizar un especial dentro del Anuario de la Innovación en España 2018 (publicación editada por Novus Innovación Digital, al igual que este periódico) que ayer fue presentado en el Accenture Digital Hub Madrid junto a algunos de sus protagonistas.
Tras pasar por el Ayuntamiento de la capital, por la Fundación Parque Científico de Madrid y tras asumir “el reto” que le planteó el gobierno regional, Alejandro Arranz, director general de Investigación e Innovación de la Comunidad de Madrid, es una voz autorizada a la hora de evaluar la salud del ecosistema. “En cuanto le prestas apoyo, Madrid reacciona de manera exponencial. También sus innovadores, empresas e investigadores. El problema es que es un caos, una Torre de Babel, y más en innovación”.
Pero Arranz ha defendido que Madrid, “poco a poco”, se convertirá en un nodo espectacular de innovación, “mayor que Barcelona por cuestiones de rango y posición geográfica”. El responsable público ha aludido además a un anhelo que gana adeptos: la cooperación entre administración central, local y regional. “El día en que las tres partes sean conscientes de que Madrid es un patrimonio que trasciende lo local y colaboren, la región destacará en poco tiempo, por sus condiciones naturales y por las infraestructuras que alberga”.
Para Ignacio del Barrio, responsable de Open Innovation de Accenture, la clave para que el ecosistema madrileño prospere en esos términos implica conectar ideas, talento, e inversión. “Tres condiciones necesarias pero no suficientes. Francia las tenía, pero ‘no se hablaban’ entre ellas”.
En la receta del éxito, Del Barrio incluye la formación, al estilo de Israel, “donde los niños aprenden a emprender en el colegio, y lo siguen haciendo en la universidad y en el servicio militar”. “Buen ejemplo es el aeropuerto de Tel-Aviv” -añadía Ana Ramírez de Molina, directora adjunta del Instituto IMDEA Alimentación- “con un pasillo de fotos de emprendedores locales y de sus soluciones. Lo llevan en la sangre. En Madrid hay muchas iniciativas e investigaciones espectaculares que pocos conocen, hay que favorecer la repercusión” y, como apuntaba Pilar Gil Ibáñez, directora general de la Fundación Parque Científico de Madrid, fomentar el diálogo entre centros de investigación y la industria. “Las estadísticas tienen sentido pero aún hay mucho por explotar en la región”.
¿Cuál es tu especialidad?
Sobre la mesa un debate: la conveniencia o el perjuicio de que Madrid, al igual que las demás regiones españolas, focalice su actividad innovadora en aquellas fortalezas históricas que la llevaron por la senda de la pujanza. Antonio González, CEO de Impact Hub Madrid, prefiere darle la vuelta a la tortilla y, en alusión al triángulo de cooperación del que hablaba Alejandro Arranz, sustituir la competencia por la colaboración.
“España está en condiciones de generar una infraestructura de innovación en la que Málaga y Alicante no se peleen por su cuota de mercado. Sin ser muy amigo de las especialidades temáticas, sí creo en la colaboración horizontal y en el reparto de roles, y ahí Madrid, por su centralidad, es posible que tenga más capacidad dinamizadora y de respuesta que la encaminan a ejercer de nodo principal”, apuntaba el CEO de Impact Hub.
“No puedes contar con todos los recursos en todas las regiones, pero lo cierto es que Madrid tiene muchos recursos descoordinados. ¿Por qué todos los hospitales tienen que disponer del mejor equipo de resonancias magnéticas? Hay que empezar por especializar nuestras instituciones”, señalaba Pilar Gil Ibáñez, que si tuviera que apuntar a un área en la que la región destaca, se quedaría con las industrias aeronáutica y aeroespacial.
Para Alejandro Arranz, “un buen trabajo lleva a la especialización” y ha destacado cómo desde la administración han puesto en valor el potencial de Madrid en diversidad temática con proyectos como los propios IMDEA, basados en la especialización del territorio. “Madrid está bien orientada en sus políticas de innovación, pero hacen falta tiempo, calma, estabilidad y más recursos”.
España
A escala nacional, numerosos estudios reflejan los avances de España como país innovador, pero esos indicadores muestran también que aún hay barreras que impiden un salto que nos saque del modesto puesto 16 del ranking europeo. Una de las razones que frenan este progreso es, según diversos foros, el escaso tamaño de las pymes, que a su vez son el 90% del tejido productivo del país.
Más negativo que el tamaño es su relación con la innovación. Como expone el presidente de la Cámara de Comercio de España José Luis Bonet en la apertura del Anuario, el 25% de las pymes señala que innovar es caro y otro 25% considera que no es necesario porque su mercado no lo demanda. Además, un 28% de estas empresas no tiene previsto innovar durante 2019.
Para Alejandro Arranz, esta acusación a las pymes viene muy bien “como magnífica excusa” en un país donde, en general, “las grandes empresas, por sus antecedentes, no tienen el hábito de la competitividad a través de la innovación y la investigación”. Arranz admite los pasos de gigante de la última década dentro de una problemática de carácter cultural. “La innovación no deja de ser un proceso social, y nuestro propio carácter, además de la historia económica y empresarial del país no han acompañado. Es cuestión de tiempo y de que la clase política y empresarial vean que innovar no es una moda o un tema de imagen”.
En esa ausencia de cultura innovadora es donde Antonio González cree que está la clave para revertir las cosas. “Hay una tendencia a percibir la innovación como inversión en tecnología, pero es mejor vincularla a una forma determinada de gestionar equipos, personas y organizaciones”.
El CEO de Impact Hub complementaba su argumento al añadir la importancia de educar en innovación desde edades tempranas y, al igual que Arranz, ha roto una lanza a favor de pymes y startups, “que sí han generado procesos innovadores mientras los grandes preferían la ‘open close innovation’”.
Con la vista puesta en la próxima década, Antonio González considera que tenemos ante nosotros una oportunidad para “consolidar el ecosistema, romper silos y que la colaboración público-privada y la de grandes y pequeñas empresas cristalice . En los últimos 15 años hemos hecho una revolución, pero hay que asentarla, hacerla crecer y que ‘los Primos de Zumosol’ asuman sus responsabilidades.
En la misma línea, Ignacio del Barrio alegaba que “vamos mal si pensamos que innovar es tratar de dar con el próximo unicornio o la gran idea. Se trata de fallar mucho, lo más rápido posible y al mínimo coste”. Para Pilar Gil Ibáñez es acertado discriminar entre innovación puntera y seguir el camino que marca la sociedad, “otro tipo de innovación a la que todo el mundo tiene que adaptarse”.
Brexit, Europa y ciencia en Madrid
Dice el premio Nobel de Química 2017 Richard Henderson en una de las entrevistas del Anuario de la Innovación en España 2018 que a los científicos les da igual el Brexit, un guiño al carácter universal de la ciencia. Pero si el Reino Unido sale de la Unión Europea, las cosas no serán tan sencillas para la clase media investigadora, tampoco en Madrid. “Habituado a la colaboración, el ecosistema científico es contrario al Brexit. Si se produce, veremos como afecta a la movilidad y a la financiación”, declaraba Pilar Gil Ibáñez.
Más tranquilas corren las aguas en IMDEA Alimentación, que con un buen número de proyectos vinculados a empresas de las islas británicas y a la Universidad de Cambridge, confían en el paraguas de la Unión Europea como garante que preserve inversiones e iniciativas en el largo plazo, pase lo que pase. “No debería tener demasiada repercusión, pero los gobiernos deberían pensar como los investigadores, porque la ciencia está presente en todo”, exponía Ana Ramírez.
Alejandro Arranz es optimista con que finalmente el Brexit no sea una realidad. “Y si sucede, lo que perderá el Reino Unido será mucho más que lo que ganaremos otros países, por mucho que haya quien pretenda ver en este proceso una oportunidad”. Un escenario de transición en el que Antonio González aprovechaba para felicitar a la Unión Europea, “una auténtica campeona que se esfuerza por dinamizar la innovación con estrategia y trabajo”.
Llegar al mercado
Acelerar la transferencia tecnológica es uno de los retos importantes a los que se enfrenta la región, con la dificultad añadida de contar con instituciones gigantescas a las que es complicado mover a nuevos terrenos. “Me da mucha pena la desconexión entre universidad y empresa”, lamentaba Pilar Gil Ibáñez. “Estrechar lazos depende muchas veces de personas concretas con ganas de jugar ese papel. Los gobiernos, por su parte, tienen que preocuparse más de incentivar a los emprendedores, de quitar barreras”.
De acuerdo con la responsable del Parque Científico, Ignacio del Barrio cree que la relación de la esfera privada y la universidad debería ganar en fluidez. “En nuestro caso, con las startups que seleccionamos, la clave para acelerar la llegada de un producto o servicio al mercado es ayudarles a entender el mundo corporativo y a desbloquear cerrojos burocráticos y administrativos para que las cosas sucedan”.
Según Ana Ramírez, Madrid va con algo más de retraso “porque empezó más tarde a tomar medidas”. La responsable de IMDEA Alimentación señala la importancia de que unos sepan lo que hacen otros dentro de los propios centros, lo que les llevó a crear la unidad de Comunicación y Transferencia.
Para Alejandro Arranz, sin eximir de su cuota de culpa a la administración, la transferencia tecnológica, “una palabra muy lírica que nadie sabe bien qué significa”, tiene que ver con “salir ahí fuera y vender, algo que hasta hace poco muchos pensaban que era un proceso automático o que bastaba con tener una patente para que otros vinieran a buscarles”.