Si hay sector sostenible por propia definición es el agrícola. Sin embargo, muchos de los materiales que se utilizan para mejorar su producción no siempre son los más recomendables. La Unión Europea lleva años intentando cambiar ciertas dinámicas contaminantes en la agroganadería y ahora se ha presentado un proyecto que promete contar con fertilizantes no sólo más sostenibles, sino también más eficientes energéticamente. Se trata de Confeti, y España tiene un papel relevante en la iniciativa.
La idea, financiada por el Consejo Europeo de Innovación, consiste en crear una herramienta que pueda convertir de forma electroquímica el dióxido de carbono (CO2) y el nitrógeno (N2) en urea utilizando fuentes de energía renovables. La urea, un compuesto químico que se suele encontrar en el sudor o en la orina, es quien permite el metabolismo de nuestras proteínas.
Además, Confeti validará a nivel de laboratorio esta nueva tecnológica electroquímica. O, como indican desde el líder del proyecto, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), “el sistema es una apuesta por la economía circular a través del reciclaje y la conversión del nitrato (NO3-) no consumido por la planta en amoníaco mediante el uso de tecnologías fotocatalíticas que funcionan con luz solar”.
El principal coordinador de Confeti, que a la vez es investigador del Departamento de Química de la UAB, Gonzalo Guirado, espera que el sistema resultante tenga un triple impacto social. “En primer lugar, sobre el medio ambiente y la salud, con una reducción de las concentraciones ambientales de CO2 asociada a su captura y eliminación del medio”, insiste.
En segundo lugar, con esta herramienta, la comunidad agrícola podrá fertilizar los cultivos “de una manera más sencilla, sostenible y menos costosa”. Y, en tercer lugar, “la tecnología Confeti mejorará las rutas de producción utilizadas en la industria agroquímica, especialmente en la producción de urea y amoníaco».
¿Cómo hacerlo?
Para poner en contexto: ahora mismo, la urea es el fertilizante nitrogenado más popular en Europa, con una demanda mundial de entre 180 y 200 millones de toneladas al año. El problema: “Su uso presenta importantes inconvenientes relacionados con el almacenamiento y con aspectos operativos y económicos (…) Los métodos empleados habitualmente por la industria agroquímica para producir fertilizantes sintéticos consumen mucha energía y tienen grandes repercusiones medioambientales y socioeconómicas”.
Para evitar este inconveniente, lo que harán será crear una combinación de pilas de combustible microbianas del suelo -que permiten generar energía gracias a los microorganismos que están en las raíces de las plantas- junto con paneles solares. De este modo, tendrán un reactor electroquímico para la captura, almacenamiento y conversión de ese CO2 y N2 en urea; la pila de combustible microbiana del suelo ya mencionada y un reactor fotoquímico dedicado a la reducción del nitrato en amoníaco, también mencionado anteriormente.
“El ensamblaje de los tres reactores en un único sistema autosuficiente permitirá la producción del fertilizante in situ, con el valor añadido de minimizar la contaminación asociada a subproductos del fertilizante como el nitrato. La energía eléctrica necesaria alimentar los dispositivos electro y foto catalíticos se generará in situ a partir de fuentes renovables”, explica.