Hemos cumplido 150 días desde que el Gobierno entendió que la difusión del COVID-19 entre la población era un tema lo suficientemente serio como para empezar a pensar en medidas de contención. Tan serias que, si ese reconocimiento se producía el día 9 de marzo, cinco después decretaba el Estado de Alarma que supuso el confinamiento general y, con ello, el principio de un hundimiento económico sin precedentes, un efecto colateral de la pandemia.
Sabíamos que la paralización de la economía iba a tener un efecto negativo, pero todavía cierta confianza en que el verano traería recuperación confiados como estábamos de que, con el calor, la transmisión del virus desaparecería y que, para entonces, que es ahora, otras circunstancias, tanto científicas como ambientales y educacionales, nos haría volver a una situación comparable a la de otros años por estas fechas.
La situación, cuando estamos a la vuelta de la esquina del comienzo a la vida que acostumbrábamos (actividad educativa y económica plena), es más negativa de lo que pensábamos. La primera industria del país, que era el turismo, está hundida, y pocas cosas solucionadas para afrontar el tramo final del año. Una realidad desoladora que nos lleva a preguntarnos por qué han fallado tantas cosas.
Por fallar, incluso ha fallado el miedo, que es una de las cuestiones primordiales para salir de este tipo de situaciones. En contra de lo que a veces pensamos, el miedo, que nos encoge y paraliza, esa sensación de temor, pone en marcha mecanismos de respuesta. “El miedo es peor que la realidad y la base para tomar medidas efectivas”, como bien recuerda Juan Carlos Cubeiro en su post titulado ‘Lecciones estoicas para un liderazgo TCV’, sigla que quiere decir “Tras el Corona Virus”.
Pues bien, 150 días después estamos todavía sin respuestas efectivas para solucionar muchos de los problemas que ha creado este COVID-19. Escribía en aquellas semanas que necesitamos innovaciones, cosa que, desgraciadamente, no se ha cumplido. En ocasiones, ha faltado financiación; en otras, no hemos encontrado la idea adecuada y, en otras tantas, las relacionadas con investigaciones son cuestiones que llevan su tiempo y no surgen de la noche a la mañana. Aparece la inspiración, pero después necesita de un desarrollo del proceso que dura meses o años.
Hace unos días, publicamos un balance de situación de algunas de las investigaciones que se están desarrollando sobre el COVID-19 para alcanzar una vacuna. Más recientemente, hablamos de la alianza entre Samsung y Cepyme para acelerar la digitalización de pymes o los trabajos sobre Radar COVID, proyecto de Sanidad y la secretaría de Estado de IA, que ya nos facilita el rastreo y detección del virus.
Pero todavía no hemos encontrado una solución para el turismo internacional y eso, para España, es una tragedia. Es la realidad, y no vale con conformarse aunque todos seamos conscientes de que es muy complicado. Ahí reside la habilidad para seleccionar qué es aquello que importa para eliminar el miedo al contagio de forma segura. Nos encontramos a unos días de que empiece el curso escolar y, por lo que me cuentan fuentes del sector, todo está en el limbo. Igual pensamos en muchas cosas para cambiar y, a lo mejor, es que no nos hemos dado cuenta de que lo hay que cambiar es la forma de comunicar o la credibilidad de quién lo cuenta. En todo hay que mejorar y, si se puede, innovar. Que no es exactamente igual.